Las Familias Tienen una Misión Única

Por el Diácono Leonel Yoque
¿Cómo sería nuestra Iglesia y nuestra sociedad si cada familia encontrara su misión?
La pandemia nos ha desafiado a todos pues ha quedado al descubierto nuestra vulnerabilidad. De una manera u otra nos ha tocado lidiar con muchas pérdidas. Pérdida de salud, de trabajo, de un ser querido, de reunirnos en persona, de celebrar juntos, etc. Sin embargo, debido al confinamiento en casa hemos aprendido a compartir más tiempo con nuestra familia inmediata, y sobre todo, hemos experimentado y valorado nuevamente el significado de una Iglesia doméstica. Las familias de hoy tenemos la misión de ver la realidad que estamos viviendo con el corazón, de tomarnos el tiempo para reflexionar y dialogar sobre los desafíos a la luz de la fe, y de comprometernos con acciones concretas que edifican la construcción del Reino de Dios aquí y ahora.
Ver la realidad con el corazón: Estamos viviendo una crisis enorme pues con la pandemia se han agravado muchos de los desafíos de un mundo postmoderno con los que ya estábamos lidiando anteriormente. Hoy más que nunca, las familias tenemos que detenernos para ver la realidad de una manera diferente. El Papa Francisco nos ha recordado que, “de una crisis no se sale igual: o salimos mejores o salimos peores” (Videomensaje con ocasión de la 75 asamblea general de las Naciones Unidas, 25 de septiembre de 2020). Como familias, ¿cómo queremos salir de esta crisis? Para esta reflexión surge la necesidad de ver la realidad con los ojos de una fe que brota desde lo más profundo de nuestro corazón.
La unidad familiar es crucial no sólo para superar la crisis, sino para salir de la crisis como mejores esposos, padres de familia, hijos e hijas, hermanos y hermanas. En Amoris Laetitia (AL) – La Alegría del Amor (Exhortación apostólica postsinodal sobre el amor en la familia) el Papa Francisco nos recuerda que “la Iglesia es un bien para la familia y la familia es un bien para la Iglesia. El amor vivido en las familias es una fuerza constante para la vida de la Iglesia. En este amor celebran sus momentos felices y se apoyan en los episodios difíciles de su historia de vida” (AL 87-88). Para ver la realidad con el corazón es necesario que las familias nos reencontremos con el amor. Así como los metales son puestos a prueba a través del fuego, así también el amor familiar es puesto a prueba ante las adversidades. Viendo la realidad con los ojos de la fe cristiana nos ayudará a salir de la crisis como mejores familias. Y por qué no decirlo, como mejores cristianos.
Reflexionar y dialogar en los desafíos a la luz de la fe: ¿Has considerado tu hogar como un lugar de misión? Es importante que las familias de hoy tengamos un espacio de reflexión y diálogo y así poder identificar la misión que el Señor quiere para cada una de las familias de hoy. La Sagrada Familia de Nazaret cumplió con su misión. “La alianza de amor y fidelidad, de la cual vive la Sagrada Familia de Nazaret, ilumina el principio que da forma a cada familia, y la hace capaz de afrontar mejor las vicisitudes de la vida y de la historia. Sobre esta base, cada familia, a pesar de su debilidad, puede llegar a ser una luz en la oscuridad del mundo” (AL 66). Para identificar nuestra misión en familia debemos seguir el ejemplo y misión de la Sagrada Familia – José, María y su Hijo Jesús – quienes encontrándose en situaciones difíciles en sus vidas se dejaron guiar por Dios y llevaron a cabo el plan salvífico del Padre.
Como católicos pertenecemos a una Iglesia Universal – pero también somos una Iglesia Doméstica. San Juan Pablo II decía que las familias son como “Iglesias en miniatura”. Imagínate que vas entrando a tu hogar y piensa que estás entrando en el templo donde celebramos nuestra fe cada domingo. ¿Cómo sería nuestra vida familiar si nuestro hogar lo consideráramos un lugar sagrado? O inclusive, ¿cómo nos trataríamos unos a otros en la familia?
Imaginemos a la familia como el primer lugar donde se experimenta el amor de Dios. En familia reflexionen y dialoguen sobre cómo están compartiendo ese primer amor. Amor de papás, de hijas e hijos, de hermanas y hermanos. ¿De qué manera nos estamos cuidando y respetando unos a otros?
Compartir el amor de Dios con otros: Los espacios y lugares para compartir el amor no se limitan a la familia. Una vez se va experimentado el amor en la familia, la tendencia es que compartimos ese amor con nuestras familias extendidas, familiares, amigos, vecinos y comunidades de fe. Experimentamos que el amor de Dios no tiene límites porque el amor de Dios es como una fuente inagotable que nos lanza hacia las “periferias”, es decir, a los lugares donde Jesús nos invita a experimentar un encuentro para compartir su amor con los más desamparados de la sociedad.
Las familias cristianas están llamadas a dar frutos para la Iglesia Universal y la sociedad y para esto es necesario una pastoral desde y con las familias. “Las familias cristianas, por la gracia del sacramento nupcial, son los principales sujetos de la pastoral familiar, sobre todo aportando ‘el testimonio gozoso de los cónyuges y de las familias, iglesias domésticas’. Se trata de hacer experimentar que el Evangelio de la familia es alegría que ‘llena el corazón y la vida entera’, porque en Cristo somos ‘liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento’” (AL 200). La misión de las familias de hoy es alcanzar juntos la plenitud.
Ser familia misionera: En la familia, por excelencia, descubrimos nuestra vocación de vida, es allí donde descubrimos, valoramos y desarrollamos nuestros dones y talentos; y los ponemos al servicio de la Iglesia, de nuestra sociedad y del mundo entero. Encontrar tu vocación de vida es encontrar tu misión. En palabras del Papa Francisco: “Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo” (Evangelii Gaudium 273). Una familia discípula es una familia misionera. Reflexionen y dialoguen constantemente sobre cómo pueden ser una familia misionera que comparte el Evangelio de la alegría en su familia, comunidad de fe y en la sociedad.
Empezar por los papás: Desde las primeras comunidades cristianas, el testimonio ha sido una vía eficaz de evangelización y misión. Por excelencia los padres de familia damos testimonio con el ejemplo de buenos cristianos en nuestra vida diaria. Si queremos hijos e hijas misioneros tendremos que ser buenos discípulos misioneros nosotros primero. “Los hijos que crecen en familias misioneras a menudo se vuelven misioneros, si los padres saben vivir esta tarea de tal modo que los demás les sientan cercanos y amigables, de manera que los hijos crezcan en ese modo de relacionarse con el mundo, sin renunciar a su fe y a sus convicciones” (AL 289). Papá y mamá esta es específicamente nuestra misión, aquí y ahora.
Acciones concretas para construir familias misioneras:
- Comprométanse a utilizar palabras como: “por favor”, “permiso”, “gracias”, “perdón”, “sugiero”, etc. en su comunicación familiar de forma cotidiana hasta que sea parte de un hábito interno. A menudo pensamos que para criar buenos hijos e hijas tenemos que hacer grandes cosas, sin embargo, con pequeños gestos y palabras podemos edificar grandes valores en la familia (cf. AL 264-266).
- Sirvan en la comunidad: Una vez identificados nuestros valores, dones y talentos en la familia, ahora los ponemos al servicio de nuestra comunidad. Invitemos constantemente a nuestras hijas e hijos a servir como voluntarios. En nuestras parroquias y organizaciones comunitarias hay muchas maneras en las que podemos hacerlo. Por ejemplo: Caridades Católicas, San Vicente de Paul, etc. Cantando, leyendo, enseñando, dando la bienvenida, como voluntarios en ministerios de justicia y servicio social, etc. Empiecen de a poco, quizás donando una hora a la semana de su tiempo y después compartan en familia cómo se sintieron al dar este servicio a los demás.
- Salgan a las periferias: Promover en las familias su natural vocación misionera (cf. AL 230). El amor no tiene límites y es como una fuente inagotable, pues el Espíritu Santo nos lanza hacia los más necesitados. Identifiquen en familia a las personas más necesitadas cercanas y lejanas y comprométanse en una acción concreta para tener encuentro con Dios en las periferias.
- Ver y compartir los recursos del Año “Familia Amoris Laetitia” (March 19, 2021 to June 26, 2022): Sitio web del Vaticano, sitio web de la USCCB y muchas diócesis tienen sitios web con información local.
El Diácono Leonel Yoque nació y creció en Guatemala y ha vivido en California por 30 años. Está casado y tiene tres hijos. Leonel es diácono permanente de la Arquidiócesis de Los Ángeles, asignado a la Parroquia Santa Cruz. Al mismo tiempo, Leonel lidera el equipo de educación y animación misionera Hispana/Latina con los Padres y Hermanos Maryknoll. Leonel obtuvo una maestría en Teología Pastoral en Loyola Marymount University, Los Angeles.