La bendición de un buen padre
En junio celebramos en Estados Unidos el día de los padres. En estos días noto que mucha gente prepara hermosas celebraciones familiares para homenajear a quienes pusieron su semilla de vida para comenzar la nuestra; aquellos que nos han dado afecto, protección, ejemplo y seguridad. Pero más frecuentemente aún veo cuantos se olvidan de celebrar a sus padres en todo momento.
Por ello, me he dado a la tarea de enseñarle a nuestro hijo Sebastián a valorar y celebrar todos los días el maravilloso padre que Dios le regaló. Cada vez que mi esposo Ricardo tiene un gesto de amor y caridad con alguna persona, que mantiene firme su palabra dada aunque le cueste un sacrificio, que corrige a nuestro hijo con amor y dominio propio, que ayuda a tantos niños y padres con todo amor y sin prepotencia en su profesión médica y que sirve a Dios con humildad y entrega, le hago notar a nuestro hijo Sebastián los profundos valores cristianos de su papá, y le invito a sentirse orgulloso de él y seguir su ejemplo.
¡Que hermoso es cuando un hombre se deja guiar por el Espíritu Santo de Dios, y Sus dones y carismas se manifiestan en todo lo que hace! ¡Cuán feliz y serena es la vida de una familia cuando el hombre, a imitación de Cristo, infunde un sentimiento de seguridad y paz en su hogar! Este mes en particular escribo para celebrar a ese maravilloso padre que es un pilar de mi hogar. Pero más aún quiero deseo que nunca olvidemos jamás el honrarlo y celebrarlo como se merece todos los días; particularmente en los pequeños detalles de la vida que al fin y al cabo son los que llenan de felicidad la vida familiar. Oro porque todos intentemos hacer lo mismo y así fomentemos una vida familiar plena, según el Plan de Dios.