Conflictos en la crianza de los hijos

Por Valentín Araya
Algunas parejas tienden a contemplar la paternidad y la maternidad sólo desde su aspecto romántico. Piensan en lo bello de tener a un bebé entre sus brazos para llenarlo de caricias y amor. Desean tener ese primer bebé para que su amor “sea completo”.
Y no es para menos pues, como dice el catecismo de la Iglesia Católica, “Por su naturaleza misma, la institución del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole” (CIC #1652). Sin embargo, la llegada de ese primer bebé trae muchos cambios que pueden introducir una serie de conflictos en la pareja.
Un bebé demanda cuidados que implican desvelos, gastos extras, medicinas y sacrificios. A partir de ahora hay que buscar y confiar en una niñera, si es que los dos trabajan y orientar las actividades de pareja al cuidado y protección de esa criatura. Por eso, con frecuencia la pareja se enfoca completamente en el bebé y se olvida de su propia relación matrimonial. Esto mismo puede llegar a afectar la comunicación, los momentos de esparcimiento y de intimidad, con consecuencias no muy saludables para la relación matrimonial.
Los dos deben de estar a cargo de los niños
Hay hogares en los que el hombre asume que la mamá es la única responsable del cuidado de los hijos, olvidando que fueron los dos quienes los concibieron y que por tanto, su educación y crianza es responsabilidad de los dos.
También es responsabilidad de los dos impartir una disciplina sana a los niños.Para esto, la pareja necesita ponerse de acuerdo en las reglas y formas de disciplina que empleará en la educación de sus hijos. Los niños resienten cuando no hay ese acuerdo y uno de los dos padres cede la autoridad disciplinaria al otro. Esto sucede cuando por ejemplo, la madre que dice a su hijo: “Ya verás cuando venga tu papá”. Así, los niños perciben que ella no tiene autoridad para disciplinarles y que en la pareja ella no tiene el mismo valor que su papá. Esto puede traer graves consecuencias para el futuro del niño y para la pareja.
Los padres deben igualmente tener en cuenta que la educación de los hijos es una tarea continua e integral. Es decir, debe proveer una formación en el aspecto físico, emocional, intelectual y espiritual. En este punto, es importante que los padres se pregunten: ¿Qué valores necesitamos transmitirle a nuestro hijo o hija en este proceso formativo, de aquí hasta los 18 años, para que se convierta en una persona trabajadora y de respeto; honesta e íntegra; fiel y cariñosa; en una persona de Dios que sepa amar y servir a su comunidad?
Formas de disciplina
Hay algunas parejas que tienen dificultad en ponerse de acuerdo en los métodos o formas de disciplinar sus hijos. Puede darse el caso que uno de los dos quiera utilizar el castigo físico, pues quizás desconoce otras maneras o porque ese fue el método que utilizaron con él o ella. Sin embargo, aunque esa era una forma de disciplina aceptada en el pasado, hoy día, la mayoría de psicólogos están de acuerdo en que el castigo físico no es una manera sana y aceptable de disciplina. Por tanto, es necesario que los padres hablen sobre esto y aprendan juntos métodos prácticos para disciplinar, sin recurrir al castigo físico o las agresiones.
Hay otras parejas que aunque están de acuerdo en las reglas, uno de los dos es más permisivo que el otro y no aplica a sus hijos las consecuencias disciplinarias por haber roto una regla, o el otro es más estricto y pone castigos más severos de lo que realmente debiera. Esto causa muchos problemas en la pareja y gran confusión emocional y moral en los hijos.
Sugerencias
- No discutan las diferencias de opinión sobre la disciplina delante de sus hijos. Busquen un acuerdo en privado y luego preséntelo a los hijos
- Nadie nace aprendido. El hecho de ser padres no nos da automáticamente la sabiduría para educarlos. Busquen cursos, talleres, libros y películas que pueden ayudarles.
- La persona no pude dar lo que no tiene. Si tienen autoestima baja busquen maneras para mejorarla, pues una autovaloración sana de si mismo/a, dará seguridad y confianza a sus hijos y por ende, los elementos necesarios para que crezcan con una autoestima sana. Para esto no necesitan presentarse como personas prefectas frente a sus hijos, sino como personas con valor y dignidad.
- Hablen mucho con sus hijos. Esto les ayudará a confiar en sí mismos y a entender sus propias emociones.
- Dediquen tiempo a las tareas escolares de sus hijos.
- Los hijos aprenden lo que ven. Enséñeles pues, con su ejemplo, cómo relacionarse con los demás, cómo afrontar las dificultades de la vida, cómo ser personas de bien de una manera integral y cómo vivir unidos a Dios, practicando los valores cristianos.