Nuestra Intimidad nos Pertenece

Con este título, vamos a sacar de primer plano lo que todo el mundo está pensando, nuestra intimidad sexual. Claro que nuestra intimidad sexual es sagrada y la debemos guardar como lo que es, un Don de Dios, que embellece el encuentro de los esposos. El papa Francisco nos dice, “Entonces, de ninguna manera podemos entender la dimensión erótica del amor como un mal permitido o como un peso a tolerar por el bien de la familia, sino como don de Dios que embellece el encuentro de los esposos.”[1]
Claro que desde la luna de miel depende gran parte el futuro matrimonial, en el comienzo puede ser agradable o desagradable. Dependiendo de la capacidad de la madurez de la relación. Se vive con intensidad la novedad del momento sin olvidar la responsabilidad que contraíamos. Desde antes de nuestro matrimonio tomamos la decisión de usar el método natural, “el ritmo.” Fue un compromiso que se hizo a conciencia, que nos trajo mucha felicidad y paz. Hoy damos testimonio que eso nos unió mucho como pareja, donde hubo mucho dialogo para postergar las relaciones sexuales para luego. “El papa nos ensena que “… sin embargo enseño (San Pablo) que la sexualidad debe ser una cuestión de conversación entre los conyugues: planteo la posibilidad de postergar las relaciones sexuales por un tiempo, pero de común acuerdo.”[2]
Para que el acto sexual entre esposos sea sano, natural y bueno se requiere de una comunión total y una disciplina que excluya el capricho y la sumisión. “La sexualidad esta de modo inseparable al servicio de esa amistad conyugal, porque se orienta a procurar que el otro viva en plenitud.”[3]
Todo acto sexual debe contar con un ambiente ameno, apacible, afectivo, honesto, claro, sincero y amoroso, solo así podemos llegar a la puerta de la felicidad y de una verdadera comunicación.
Como pareja debemos ser creativos para embellecer la relación. Siempre buscando puntos de apoyo corporales y espirituales para que el crecimiento de la relación sexual sea duradero y exclusivo. Ambos trabajamos en el bien de la fidelidad y la entrega total. Ninguno de los dos debe” renunciar a toda necesidad personal y solo se preocupa por hacer el bien al otro sin satisfacción alguna. Recordemos que un verdadero amor sabe también recibir del otro…” [4]
Es aquí donde se encuentra el gran secreto de la delicadeza, “Quien quiere dar amor, debe a su vez recibirlo como don.”[5] Hay que encontrar el equilibrio humano para seguir viviendo y creciendo en el amor. Cada donación mutua debe contribuir a la confianza, trayendo seguridad a la reciprocidad, a la comunión y a lo más importante el amor.
Autores: Olga y Ramon Tapia
[1] Amoris Laetitia 152.
[2] Amoris Laetitia 154 and 1 Corintios 7,5.
[3] Amoris Laetitia 156.
[4] Amoris Laetitia 157.
[5] Ibid.