Category Archives: ¿Por qué casarse?

Sentido y propósito del matrimonio

Por Dora Tobar

El consentimiento libre por el cual la pareja se entrega y se recibe mutuamente es la esencia o “materia” del sacramento del matrimonio.

El matrimonio es la íntima unión y la entrega mutua de la vida entre un hombre y una mujer con el propósito de buscar en todo el bien mutuo. Dicha relación tiene sus raíces en la voluntad original de Dios quien al crear al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, les dio la capacidad de amarse y entregarse mutuamente, hasta el punto de poder ser “una sola carne” (véase Gn. 1, 22 y 2, 24).

Así, el matrimonio es tanto una institución natural como una unión sagradaque realiza el plan original de Dios para la pareja. Pero además Cristo elevó esta vocación al amor a la dignidad de sacramento cuando hizo del consentimiento de entrega de los esposos cristianos el símbolo mismo de su propia entrega por todos en la cruz.

En otras palabras, el consentimiento libre por el cual la pareja se entrega y se recibe mutuamente es la esencia o “materia” del sacramento del matrimonio, de la misma forma como el pan y el vino son la materia del sacramento de la Eucaristía. Dicho consentimiento o símbolo visible de la presencia de Cristo se concretiza, dentro del rito matrimonial, en la fórmula que una vez y para siempre se dicen los esposos con palabras como: “Yo te recibo como esposo(a) y me comprometo a amarte, respetarte y servirte, en salud o enfermedad, en tristeza y alegría, en riqueza o en pobreza, hasta que la muerte nos separe”.

Con esta declaración pública de entrega, consumada después en el acto íntimo de entrega corporal, los esposos se constituyen el uno para el otro en sacramentos vivos de la entrega de Cristo a la humanidad. Ellos son por tanto los verdaderos ministros de este sacramento. Pero para que su declaración sea reconocida, la Iglesia pide que los esposos pronuncien este consentimiento frente a un testigo autorizado por la Iglesia que puede ser un sacerdote o un diácono y frente a la comunidad cristiana.

El compromiso celebrado en el rito se convierte en el estilo de vida de los esposos que, a través de su cotidiana entrega y fidelidad, hacen de su amor el lugar donde el conyugue es amado, servido, escuchado y atendido como Cristo mismo lo haría. En otras palabras, el sacramento del matrimonio no se reduce al rito que lo celebra, sino que consiste en “ser sacramento” o presencia visible de Cristo para el cónyuge, todos los días y en todas las circunstancias que la vida les presente. Por esta razón el matrimonio es junto al sacramento del orden sacerdotal un sacramento de servicio que, vivido con el apoyo permanente de la gracia de Dios, es un camino excelente de santidad.

Es además en el seno de esta relación estable y generosa donde Dios quiere que sean engendrados los hijos para que sea el amor la cuna donde se reciban las nuevas creaturas y se constituya la familia, y la sociedad. Parte esencial del amor de los esposos es pues estar abiertos a acoger con amor y responsabilidad la vida nueva que pueda surgir de sus relaciones maritales. Así, su amor mismo se convierte en instrumento disponible a la obra creadora de Dios.

En pocas palabras, tanto por su donación y servicio mutuo como por su misión co-creadora, los esposos son sacramento vivo y permanente del amor de Cristo por la humanidad y se convierten en “Ministros de la Iglesia Doméstica” donde a diario están llamados, junto al pan y la palabra, a partir y compartir la vida de Cristo con su cónyuge, sus hijos y quienes los rodean.

La Iglesia entera o “Familia Cristiana” se beneficia igualmente del sí sacramental que a diario se dan los esposos pues este es un testimonio invaluable que sostiene a todos los cristianos en el camino de entrega y servicio al cual hemos sido llamados.

Para mayor profundización en el tema léase Catecismo de la Iglesia Católica #1601-1666.

Beneficios económicos del matrimonio

 Traducido y adaptado por Dora Tobar

El matrimonio constituye una comunidad donde la fuerza del compartir, la solidaridad, la búsqueda del bien común, y la distribución de las actividades fuera y dentro del hogar, favorecen el crecimiento y la estabilidad económica de las personas. Así lo afirman L. Waite and E. Lehrer en su estudio The Benefits from Marriage and Religion in the U.S.: A Comparative Analysis, en la revista Population and Development Review (2003, p. 264).

Asimismo, estudios confirman que los hombres casados ganan entre un 10-40% más que los hombres no casados (Véase David Popenoe and Barbara Whitehead, The State of Our Unions 2005, p.16).

Las familias de los migrantes hispanos sufren todas de un periodo de adaptación cuyo efecto económico es evidente y depende del grado de educación, del estatus migratorio y de las circunstancias laborales en que se ubica la pareja. Sin embargo, las estadísticas muestran la gran coincidencia que existe entre el número de niños hispanos que están viviendo hoy en día en la pobreza (el 29%) y el número de niños que no tienen un hogar con sus dos padres, o porque están separados (6%), porque viven juntos o no están casados (7%) o porque nunca se casaron ni viven juntos (14%) (Véase Ken Johnson-Mondragón, Youth Ministry and Socioreligious Lives of Hispanic and White Catholic Teens in U.S., based on the National Study of Youth and Religion. Perspectives on Hispanic Youth and Youth Adult: Fe y Vida).

Las mujeres divorciadas o madres solteras son igualmente las personas de mayor riesgo de caer en la pobreza extrema, debido a que no pueden trabajar con la misma intensidad de quienes tienen un hogar y se reparten las funciones, ni reciben el aporte financiero de los padres, en el mismo grado que dentro de un matrimonio. Por eso, dentro de la población general de los Estados Unidos, el 36 % de los hijos de madres solteras viven en pobreza, comparados con el 7% de quienes viven con los dos padres (U.S. Department of Health and Human Services/Center for Disease Control and Prevention, “Adolescent Health in U. S.”, 2007, p. 10).

Para mayor información consulteInstitute for American Values, Why Marriage Matters: 26 Conclusions from the Social Sciences, 2005, and The State of Our Unions 2006; Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, Secretariado Por la Vida, “Por qué el matrimonio es importante para la vida y para el bienestar común” en www.usccb.org/prolife.

Beneficios para la salud, la seguridad y el sexo

Adaptado por Dora Tobar, PHD

Frases como “la cruz del matrimonio” o “el matrimonio es un mal necesario” no hacen justicia a  lo que realmente aporta el matrimonio a las parejas que lo asumen con fe y seriedad. Datos científicos han demostrado que la estabilidad y gracia de este sacramento aporta a las parejas enormes beneficios tanto a nivel físico como psicológico, a la vez que les da una vida más segura y de mayor satisfacción sexual e íntima.

Salud Física

Los beneficios del matrimonio para la salud van desde brindar un espacio donde las personas están más protegidas de accidentes y mejor cuidadas, como de favorecer hábitos alimenticios que evitan la obesidad y otras muchas enfermedades. Esto es particularmente cierto para los hombres que tienden a veces a descuidar su nutrición y hábitos de cuidado (véase Why Marriage Matters: 26 Conclusions from the Social Sciences, and Marriage and the Public Good: Ten Principles, Witherspoon Institute, 2006).

  • Las estadísticas muestran igualmente que el número de casados que manifiestan ser felices es dos veces mayor que entre los divorciados o los adultos que nunca se han casado.
  • Así mismo, las personas casadas viven por más largo tiempo que las no-casadas. (Marriage and the Public Good: Ten Principles).
  • El índice de alcoholismo y de abuso de drogas es menor entre los casados (Why Marriage Matters: 26 Conclusions from the Social Sciences, y Linda Waite, Does Marriage Matter?).
  • El riesgo de contagio por enfermedades de transmisión sexual es infinitamente menor entre personas casadas y fieles que entre parejas ocasionales o que conviven. (Center for Disease Control and Prevention, 2004, and Trends in Reportable Sexually Transmitted Diseases in United States, 2003).

Salud Mental

  • Sólo el 7% de los americanos casados dijeron que “no estaban tan felices” con la vida en general. En cambio,  la proporción de casados que reportaron ser felices es dos veces mayor que los divorciados o los que nunca se han casado (Brad Wilcox, Marriage and Mental Health in Adults and Children, Center for Marriage and Families Research, 2007).
  • Las mujeres, especialmente,  obtienen un alto grado de beneficios sicológicos de sus relaciones matrimoniales que se comprueba por su bajo índice de depresión y suicidios (Why Marriage Matters: 26 Conclusions from the Social Sciences,  p.28, y,  Marriage and the Public Good: Ten Principles).
  • El divorcio en cambio aumenta el riesgo de suicidios en más del doble, comparado con los casos de suicidio entre los casados (Why Marriage Matters: 26 Conclusions from the Social Sciences, p.29).

Seguridad

  • En general, las mujeres casadas son en menor proporción víctimas de un abuso. Los casos de abuso doméstico entre casadas es del 5%, mientras que entre las mujeres que cohabitan sin casarse el abuso es de un 14% (L. Waite and E. Lehrer, The Benefits from Marriage and Religion in the U.S.: A Comparative Analysis, Population & Development Review, Vol. 29, No. 2, June 2003).
  • El matrimonio evita igualmente que las personas sean o víctimas o agentes de algún crimen. Mujeres divorciadas son en un cuatro o cinco por ciento  más susceptibles de estar entre las víctimas de un crimen violento. Así mismo, los hombres no casados son cuatro veces más susceptibles que los casados de ser víctimas de crímenes violentos (Why Marriage Matters: 26 Conclusions from the Social Sciences, p.30).

Sexualidad

Expertos en sexología coinciden en afirmar que la sexualidad, por tratarse del contacto más íntimo entre una pareja, expone lo más profundo de una persona a los riesgos del rechazo, el abuso, la utilización egoísta, o el contagio de enfermedades que pueden amenazar incluso la vida de la persona. Es claro pues que el sexo supone el contexto de profunda confianza, seguridad y estabilidad de una relación marcada por la fidelidad y la entrega total, así como el ambiente relajado y el conocimiento del otro que sólo el matrimonio puede garantizar. Así lo prueban las estadísticas:

  • Las parejas casadas, aunque tienen una vida sexual tan activa como las parejas que cohabitan, reportan experimentar mayor satisfacción emocional en sus relaciones sexuales (Linda Waite, Does Marriage Matter?).
  • Esto es aún más cierto cuando se constata el grado de ansiedad, depresión e intentos de suicidio que experimentan hoy las jóvenes universitarias que, influenciadas por el libertinaje moderno, llegaron a pensar que evitando embarazos mediante el uso de anticonceptivos están protegidas y listas para gozar complemente de los placeres sexuales (Véase A Campus Psychiatrist, “Unprotected”, 2006).

Véase también: La Vida Importa: Los Anticonceptivos y el Bienestar de las Mujeres

Beneficios del Matrimonio Católico para el Amor

Por Dora Tobar, PhD

La tradición católica siempre ha reconocido que el matrimonio es también una relación natural. Personas de cualquier religión, o no creyentes pueden casarse y su matrimonio es respetable y digno pues, lo sepan o no, tiene su origen en Dios mismo que al crear al ser humano le hizo capaz de amar a su pareja y entregarse a ella para formar una sola carne.

Pertenece también al sueño natural de toda pareja el poder permanecer unidos y para siempre. Esta aspiración humana tan legítima está sin embargo amenazada con frecuencia por la debilidad del corazón humano que no siempre sabe o puede ser coherente con su íntima vocación al amor. La historia del pecado ha dejado también su rastro negativo en nuestra condición y nuestras culturas haciendo a veces que no amar o ser egoístas sea más fácil que buscar en todo el bien, incluso de quienes amamos.

Por eso Jesús, Redentor de la humanidad, vino también al rescate del amor de la pareja y además de ofrecerle su salvación que libera del influjo del mal y del pecado, está dispuesto a ser la fuerza misma de amor que, unida al esfuerzo de amor de cada cónyuge, los conduzca seguros a amarse y entregarse para siempre, al igual que lo hizo El en la cruz. De este modo, la fidelidad y grandeza del amor de Cristo se convierte en la garantía misma del amor matrimonial y hace de él una alianza indisoluble. A este don tan especial se le llama también “la gracia matrimonial” y se participa de ella mediante la celebración del “sacramento del matrimonio”.

Jesús está dispuesto a ser la fuerza misma de amor que, unida al esfuerzo o consentimiento de amor de cada cónyuge, los conduzca seguros a amarse y entregarse para siempre. A esta fuerza se le llama también “gracia matrimonial”.

Como lo describe el Catecismo de la Iglesia Católica, Dios que siempre salió al encuentro de su pueblo, sale ahora, mediante el sacramento del matrimonio, al encuentro de los esposos cristianos y “permanece con ellos, les da la fuerza de tomar su cruz, de levantarse después de sus caídas, de perdonarse mutuamente, de llevar unos las cargas de los otros, de estar sometidos unos a otros en el temor de Cristo (Ef. 5, 21), y de amarse con un amor sobrenatural, delicado y fecundo” (CIC, 1642).

Cuando los cónyuges se aman con el amor de Cristo invocado y celebrado en su sacramento y consumado en su diario vivir, se convierten también en instrumentos o “ministros del amor de Dios.” Así, a través de cada uno de ellos, Dios mismo sigue sosteniendo, escuchando aceptando, acariciando y sirviendo al cónyuge y a los hijos que nazcan de su relación. Es decir, mediante la gracia matrimonial los esposos no sólo logran ser felices sino que se convierten también en instrumentos mutuos de salvación para su cónyuge.

Por eso, si aún no estás casado, o te casaste pero no conociste antes lo que Jesús tiene preparado para tu amor, puedes hacerlo ahora, buscando el sacramento del matrimonio que ofrece la Iglesia Católica o si ya lo hiciste puedes siempre renovar tus promesas matrimoniales y beneficiarte así de su gracia.

Beneficios del matrimonio para los hijos

 Por Dora Tobar, PHD

Los hijos enriquecen el amor matrimonial

Por su esencia misma el amor matrimonial es fecundo y está abierto a la vida (CIC, 1652). En los hijos las parejas experimentan no sólo una proyección de ellos mismos, sino el poder fecundo del amor que se enriquece en cuanto más da. Los hijos, cuando son recibidos con amor, alegran la vida familiar y le dan a los padres una razón más para esforzarse y luchar por ser mejores. Los hijos enriquecen la comunidad humana con su presencia y promesa del futuro.

De esta manera es claro que la fecundidad humana es mucha más que un simple fenómeno de “reproducción.” Es, sobre todo, la participación en la obra creadora de Dios que desde siempre quiso que fuera en el amor, y por amor, como cada creatura humana entrara en la existencia y se desarrollara.

Esto es verdad también para las parejas que no pueden tener hijos, pues su amor puede alimentar y ayudar a crecer muchos hijos sin padres,  o a la familia humana en general a través de las múltiples formas como el amor puede proyectarse en el servicio comunitario (CIC, 1654).

Los hijos necesitan y merecen ser recibidos en un matrimonio

La presencia de padre y madre, unidos en una relación estable y comprometida como la que establece el sacramento del matrimonio, crea para los hijos el contexto de seguridad, protección y alimento emocional que ellos necesitan para crecer y ser felices. Así lo constatan las estadísticas de estudios recientes (véase Why Marriage Matters: 26 Conclusions from the Social Sciences, Institute For American Values, 2005, en www.americanvalues.org).

  • El matrimonio reduce el riesgo de pobreza de los niños y sus comunidades. Entre los hispanos residentes en Estados Unidos es claro que los niños provenientes de hogares donde la madre es la cabeza de familia (14%), o los padres convienen pero no están casados (7%) o están separados o divorciados (6% +9%), son los más pobres. (Véase, Ken Johnson-Mondragón, Perspectives on Hispanic Youth and Youth Adult: Fe y Vida Publication).
  • Hogares sin padre aumentan el nivel de criminalidad. Niños hombres cuyos padres son divorciados o no están casados tienen dos veces más probabilidad de terminar en la cárcel cuando son adultos.
  • El matrimonio protege la salud física y mental de los hijos. Hijos de padres que se casan y permanecen casados son más saludables y tienen menos probabilidades de padecer una enfermedad mental, incluyendo la depresión y el suicidio en la adolescencia.
  • Los hijos de parejas que cohabitan tienen un riesgo más alto de sufrir violencia doméstica, abuso físico y sexual y abandono.
  • Los hijos nacidos de padres que cohabitan tiene tres veces más probabilidad de sufrir la separación de sus padres antes de cumplir 5 años. Debe anotarse además que los primeros 5 años de la vida de una creatura determina en gran medida su estructura emocional y su capacidad para responder positivamente a los retos de la vida.
  • Los padres que no se casan o que se divorcian ponen en riesgo la educación de sus hijos. La separación de los padres o la inestabilidad de su relación da mensajes contradictorios a los hijos. Por otro lado, el rendimiento escolar de estos niños es mucho menor que el de los hijos de hogares estables.
  • Los casos de embarazos en la adolescencia son mucho más frecuentes entre hijos de madres solteras o separadas. Así mismo las estadísticas muestras que la premura en concebir de un adolescente está relacionada con la edad igualmente temprana en que su madre la concibió (U.S. Department of Health and Human Services, Center for Disease Control and Prevention. National Center for Health Statistics, Adolescent Health in the United States, 2007,50.)
  • La ausencia de una figura paterna crea vacíos emocionales muy grandes, tanto en los hijos varones como en las niñas.
    • Muchos adolescentes varones padecen confusiones en su sexualidad y tienden a buscar en el amor de hombres mayores al padre que no encontraron en su niñez.
    • Así mismo, muchas jovencitas que no conocieron a sus padres o fueron abandonadas por ellos antes de cumplir 5 años son las más propensas a entregarse sexualmente a hombres que apenas conocen o en relaciones que no les dan ninguna garantía y que terminan abandonándolas apenas quedan embarazadas. Y así vuelve a repetirse y crearse la cadena triste de hijos hispanos sin padre, que las estadísticas nos reportan: el 42% de todos los niños hispanos nacidos en Estados Unidos en el 2006 son hijos de madres solteras. En contraste, sólo el 26% de los niños blancos y el 13% de los asiáticos nacieron de madres solteras (véase, Pew Hispanic Center, Statistical Portrait of Hispanics in the United States, 2006, Tabla 11.)
  • Cuando los matrimonian fallan la relación de los hijos con los padres también se debilita. Los hijos adultos cuyos padres se han divorciado sólo tienen la mitad de probabilidad de tener una relación estrecha con ambos padres. El matrimonio da a los hijos el contexto de seguridad, protección y alimento emocional que ellos necesitan para crecer y ser felices.

El matrimonio da a los hijos el contexto de seguridad, protección y alimento emocional que ellos necesitan para crecer y ser felices.

Los hijos necesitan no sólo padres casados sino que vivan un buen matrimonio

Como lo explica la Dra. Judith P. Siegel, la relación de los padres es para los hijos el modelo de todas sus relaciones de intimidad. (Judith P. Siegel, “Lo que los niños aprenden del matrimonio de sus padres”, Traducción Ángela García, Ed. Norma, 206).Los hijos reciben seguridad cuando ven a sus padres y madres respetarse y ser respetadas  por su cónyuge, o por el contrario, se llenen de miedo y desconfianza ante el amor cuando conviven con padres que no logran amarse y respetarse. Por eso la Iglesia enseña que es responsabilidad de los padres no sólo transmitir la vida sino también crear el contexto donde la familia sea una verdadera escuela de amor; donde los hijos crezcan en su vida espiritual, moral y sobrenatural (CIC 1652-1657).

De los padres aprendemos:

  • El modelo de matrimonio de nuestros  padres puede influir en nuestra escogencia de pareja.
  • La relación de nuestros padres se refleja en gran medida en el tipo de problemas que experimentamos en la edad adulta.
  • El matrimonio de nuestros padres es el parámetro del cual aprendemos el rol que le adjudicamos al varón y la mujer dentro del matrimonio, así como las expectativas que tenemos de nuestra pareja. (Véase,  Las marcas de nuestros padres y nuestra cultura)

Por todo esto es claro que sus hijos bien merecen todo el esfuerzo por crecer y mejorar sus relaciones matrimoniales. Esto no excluye que, en casos extremos y después de agotar todos los recursos algunas parejas se vean forzadas a optar por la separación, precisamente para evitar mayor daño a los hijos. Con todo, son muchos más los matrimonios que con esfuerzo y fe pueden mejorarse (Véase, Alba Liliana Jaramillo, Cuándo buscar consejería).

Igualmente, estos datos sobre la importancia de los padres y de su matrimonio para la vida de los hijos debe hacer que los padres hispanos consideren los grandes dolores y perjuicios que migrar sin ellos puede causar en los hijos. Ciertamente la pobreza y el deseo de ofrecer a los hijos un mejor futuro es una buena razón para migrar. Pero a veces, los beneficios que el bienestar económico puede darles no se comparan con los daños emocionales y morales que sufren los hijos cuando se ven “separados” de sus padres. Aunque queden en manos de personas que los quieren y los cuidan, casi todos los niños cuyos dos padres emigraron cuando ellos eran pequeños, muestran en su adolescencia y edad madura los síntomas emocionales de quien fue abandonado.

Más sobre el tema en Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, 52; Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, 85 en www.vatican.va o Amoris Laetitia. Lectura Adicional: Judith P. Siegel, Lo que los niños aprenden del matrimonio de sus padres, Traducción Ángela García, Ed. Norma, 2006.

¿Cómo sé si el matrimonio es para mí?

 Por Cinthya Arcega de Montalvo

El que te sientas muy enamorado y creas que ya encontraste a la persona de tus sueños no significa del todo que estás listo. Falta una parte muy importante para considerar: tus propias habilidades y destrezas para convertirte en esposo o esposa.

Es decir, aunque todos nacimos para el amor, no siempre estamos listos para darlo y recibirlo. Esto es particularmente cierto cuando se trata del amor matrimonial pues lo característico de este amor es que renunciamos a pensar y actuar como individuos o solteros para decidirnos por construir un “nosotros”, es decir, una comunión de vida o comunidad.

Dicha comunidad la comenzamos con la decisión y promesa de entregarnos totalmente. Pero es en el diario vivir donde esta entrega se pone en práctica y se convierte en la base de la cual nacen la armonía, la comprensión y la unidad que constituyen la comunión de vida matrimonial.

Si este es tu concepto y el tipo de amor al cual aspiras, vas por buen camino. Pero de todos modos es bueno que analices si ya estás igualmente entrenado y listo para ponerlo en práctica. Con ese objetivo te proponemos que te hagas las siguientes preguntas:

  • ¿Eres una persona feliz que sabe que la felicidad no depende de nada ni nadie fuera de ti, sino de tu decisión por ver la vida con positivismo y gratitud?
  • ¿Estás conforme con lo que haces pues das siempre lo mejor de ti, o eres por el contrario un conformista o una persona que te juzgas con severidad a ti mismo?
  • Sabes expresar tu disgusto y tu rabia sin ofender a los demás?
  • Sabes pedir perdón cuando cometes errores y sabes perdonar cuando te ofenden?
  • ¿Te sientes capaz de cambiar o sacrificar tu decisión de salir de parranda con tus amigos por incluir siempre a tu pareja en tus planes de diversión?
  • ¿Estoy listo(a) para crear y gozar del tiempo que se comparte en pareja y en familia?
  • Si acostumbras beber o fumar muy a menudo: ¿Estás dispuesto(a) a dejar tus vicios por tener un matrimonio estable y feliz?
  • ¿Puedo enumerar al menos cinco sacrificios que estoy dispuesto(a) a hacer cuando esté casado (a)?
  • Crees que el hecho de ser mayor te ha dado ya la suficiente madurez para saber llevar un matrimonio? Ó, si eres joven, ¿sabes si tu edad no te permite tener la madurez que se debiera?
  • Crees que el matrimonio será la solución a muchos de tus problemas?
  • ¿Estás seguro(a) de estar enamorado(a) de tu pareja y de nadie más?
  • ¿Te vas a casar únicamente porque ya hay un embarazo de por medio?
  • ¿Estás seguro(a) que al casarte no tratas de huir de los problemas que tienes en tu casa?
  • ¿La razón por la que te casas es porque tu pareja te comprende?
  • ¿Has decidido casarte porque sientes que estás ya muy mayor para seguir soltero(a)?

Si tus respuestas dieron como resultado que lo que te mueve a casarte es sólo el amor y el deseo de dar lo mejor de ti por el bien de la otra persona, aunque esto implique sacrificios, entonces ya estás preparado(a) para el matrimonio.

Debes de saber igualmente que el matrimonio no es un sombrero mágico donde encontrarás la solución a los problemas y serás “feliz para siempre.”  Por el contrario, debes estar preparado(a) para encontrarte con muchas situaciones en que será difícil entenderse o encontrar una solución. Estar abiertos a los cambios y lo suficientemente flexibles como para ceder cuando no valga la pena aferrarse a los propios puntos de vista o a nuestros gustos o preferencias, es vital. Pues, como dice el dicho, “si estás listo para ceder, estas hecho para el matrimonio” porque solo cediendo se gana una vida conyugal armoniosa.

Debes contar igualmente con el hecho que a pesar de tus buenas intenciones puedes muchas veces herir a tu pareja ser herido por ella. Debes por eso entrenarte en el arte del perdón y aprender a manejar y expresar tus sentimientos para que las ofensas sean cada vez menos numerosas. Si comprendes y actúas con este propósito de controlar el temperamento y saber pedir perdón y perdonar, la vida de casado(a) será mas fácil.

La vida de soltero(a), será pronto “historia pasada”. Ahora debes pues disponerte a crear una vida en comunidad. Así, debes empezar a compartir o a modificar las actividades y distracciones de tu vida de soltero por actividades en común. “Así es la vida de casados, tan divertida como tú la quieras hacer” pues ahora todo lo compartirás con el amor de tu vida. No se trata de perder tu individualidad sino mas bien de encontrar las actividades adecuadas en la que los dos puedan participar.

Más sobre este tema en ¿Qué estás dispuesto a compartir? y A qué nos comprometemos.

Lecturas complementarias: Alfonso Van Steenwegen, Amor: Palabra de acción. Reglas de juego para la relación de pareja, Ed. Lumen 1998; Gustavo Salesman, Cómo llegar a obtener un matrimonio feliz, Ed. San Pablo; Zig Ziglar, Cómo hacer que el romance no muera con el matrimonio, Ed. Norma, 1991; Escobar Isaza, Gustavo Adolfo, Hacerse Pareja: Guía para construir una relación duradera, Ed. Mad, SL, 2005.

Procesos emocionales en la vida de pareja

Por Alicia Isabel Pérez-Nuño

El Catecismo de la Iglesia Católica dice que el amor lleva a la pareja a tener un solo corazón y una sola alma (CIC #1643 – 1645). Pero este amor no se construye de un día para otro ni es estático. En el matrimonio la pareja pasa por varias etapas que son necesarias para el crecimiento emocional, espiritual y en general para la madurez y desarrollo de la persona y su relación de pareja.

Generalmente la relación de pareja se inicia con la atracción que experimentan un hombre  y una mujer. Dicha atracción va acompañada de una gran fascinación y enorme goce de la otra persona. La fuerza de estas sensaciones es descrita también como un  “high químico” o “cóctel químico” y es causado por una poderosa descarga hormonal que invade el torrente sanguíneo de los enamorados y les hace experimentar una gran necesidad y placer con su pareja. Sin embargo, la habilidad del cuerpo de producir este coctel hormonal suele ir disminuyendo y puede desaparecer entre los 18 y 24 meses de relación.

¿Cuánto tiempo tiene su relación? Un buen número de parejas se casan al año y medio o dos años de haber iniciado su noviazgo. Por eso es común que los recién casados inicien su vida en común bajo el efecto del coctel químico y las esperanzas “rosa” propias del romance. Todo parece perfecto y sentimos que todo lo podemos por el ser amado. Por eso esta etapa se conoce también como “luna de miel”. Pero es también el momento en que se inician los ajustes a la vida en común, lo cual trae cambios a la relación: el coctel químico comienza a disiparse dejándonos ver mejor los defectos de la otra persona, la convivencia diaria descubre detalles de la persona que comienzan a molestar, el ritmo de la vida cambia y algunas parejas comienzan incluso a cuestionar su decisión de haberse casado con esa persona. Esto no es motivo para alarmarse. Están entrando a la segunda etapa emocional del matrimonio a la que vamos a llamar “Etapa de la Desilusión”.

En una relación comprometida, como es el matrimonio, la pareja comprende que el amor, más que una sensación, es una decisión amorosa por la persona. Muchos sueños románticos deben dar paso a aceptar la realidad del otro tal cual es. Esto implica por tanto diálogo y ajustes que permitan respetar las necesidades y características de cada persona, al tiempo que se conserva y mejora la relación matrimonial.

Mediante este proceso de diálogo-aceptación, la pareja entra a la tercera etapa del matrimonio, la “etapa del amor verdadero”. La espiritualidad con la cual se enriquezca la pareja y la manera de ver al ser amado son decisivos para el éxito de la relación matrimonial a través de estos procesos de cambio.

Durante el matrimonio, las parejas  pasan varias veces por las diferentes etapas emocionales. A veces tendrán etapas muy románticas, y en otras, las desilusiones y los problemas los retarán y tendrán que trabajar para resolver sus problemas, perdonarse los errores y reconciliarse. La habilidad para usar las herramientas para la solución de conflictos les será de gran utilidad. Pero con el tiempo, podrán experimentar que su amor crece y su actitud será de fidelidad y de mayor compromiso.

Así lo hacen Juan y Martha. Ellos, se levantan todos los días y desde cuando se dan los buenos días hacen la decisión consciente (libre del coctel químico) de amarse y trabajar para entender su situación matrimonial y dedicarse a ofrecer lo mejor de sí a la persona amada. Van a tener momentos difíciles. No siempre van a estar de acuerdo. Juan o Martha van a hacer cosas que les lastimen. La familia va a crecer, y con ello vendrán muchos momentos gratificantes pero también desvelos, apuros económicos y tiempos en que el uno o el otro van a querer salir corriendo. Pero Juan y Martha se aman. Se casaron para toda la vida y por lo tanto trabajarán en su relación y harán una decisión consciente de amarse y respetarse hasta que la muerte los separe.

¿Qué significa el amor?

El articulo de una revista argentina con este título – Qué significa el amor – publicaba en 1994, presentó 46 posibles definiciones que muchas parejas de enamorados daban de cómo conciben el amor. Es difícil intentar reproducirlas todas en este espacio. Nos limitaremos a glosar algunas de ellas, las que suenan más interesantes. Algunas de ellas son éstas:

–       Es dar sin calcular si amo más, si amo menos. Es perdonar. Es comprender. Es aceptarse a sí mismo para luego hacer con el otro tal cual. Es estar juntos en las buenas y en las malas, es esperar, tolerar, escuchar, callar, hablar…

 

–       Podríamos resumir el amor en una pequeña frase: ‘cuenta conmigo’, o ‘a mi me agradaría estar contigo’. El amor nos hace vivir un cierto éxtasis que no significa vivir en la fantasía, porque los dos  somos personas diferentes con distintos gustos, defectos y virtudes. Es allí donde el amor  nos hace aceptar, cambiar, perdonar y, ¿porqué no? hacer feliz al que está a  nuestro lado.

 

–       Nos resulta  muy difícil encontrar una definición del AMOR. No obstante, lo consideramos un sentimiento que crece cada día. No tiene límites, ni tiempo, ni espacio; es mucho más que un querer. Es algo que se da y se recibe.

 

–       Nos es muy difícil escribir sobre el AMOR. Sabemos que es un sentimiento que a los dos nos atrapa. Es una semillita que a medida que nos conocimos y nos tratamos fue creciendo y creemos que ya es una planta. Tal vez todo esto sea muy platónico, pero es una forma de decir lo que entendemos por nuestro AMOR.

 

Cada una de las 46 definiciones que han dado acerca de la naturaleza del amor son diferentes; apuntan a querer decir algo sublime, inexpresable con términos humanos. Tienen razón al no lograr aprisionar el concepto de amor en una definición porque el AMOR es un misterio. El Evangelista Juan, queriendo definir lo que es Dios, no halló otro vocablo mejor que decir que DIOS ES  AMOR.

 

De este Amor Divino participan a su manera el varón y la mujer porque fueron creados a imagen y semejanza de Dios. San Juan Pablo II,  en su primera carta encíclica – Redemptor hominis– escribió que “el ser humano no puede vivir sin amar; sería un ser incomprensible, su vida estaría privada de razón de ser si no encuentra el amor, si no participa de él vivamente, si no lo experimenta” (n. 10).

 

DIOS-AMOR, y al crear al varón y la mujer a su imagen y semejanza, los ha creado diferentes para que expresen en forma distinta lo que es el amor. De aquí que varón y mujer amen en forma diversa:

 

·         En él el amor tiene una dimensión carnal, en ella el amor tiene dimensión afectiva,   
·         En él el amor da importancia a la acción, en ella a las palabras.
·         En él el amor es dudoso, incierto, en ella es un amor subterráneo y progresivo.
·         En él el amor se manifiesta como admiración, en ella como una atracción.
·         En él el amor es un amor de conquista, en ella es un amor que pide protección.

 

   Estas diferencias en el modo de amar hacen que varón y mujer  sean seres complementarios, es decir, que él necesita de ella y ella de él para llegar a ser una sola carne en la vida de pareja.  Esta complementación necesita del tiempo; con razón que el libro del Génesis, aludiendo a la complementación haya empleado tres verbos en futuro: “el varón dejará a su padre y a su madre, Se unirá a su mujer y se harán los dos una sola carne”.

 

 Esta reflexión sobre el AMOR nos lleva a concluir diciendo que amar es asemejarnos a Dios; de ahí que el amor sea algo divino.