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El Amor es una Decisión más que un Sentimiento

Por Silvio Cuellar

Este mes celebramos el día del amor y amistad, y ya desde los primeros días de enero las tiendas se cubrían de rojo, con flores, chocolates para la enamorada o el enamorado. La realidad es que más de la mitad de los matrimonios hoy terminan en divorcios.

Quisiera compartir con nuestros lectores algunas estrategias que he aprendido en 20 años de estudio sobre temas familiares y casi 28 años de vida matrimonial.

  1. El primer paso para un matrimonio duradero, y exitoso es obviamente tener una buena Preparación Matrimonial. Lamentablemente muchas parejas de novios ponen más énfasis en la fiesta, el viaje que en conocerse lo suficiente y planificar las cosas importantes que determinarán el éxito o no de la pareja, como las metas personales y planes de pareja, las finanzas, la cantidad de hijos, la educación de ellos, y la fe. Dice una experta en relaciones que para que una pareja se conozca lo suficiente y su amor sea probado antes de casarse debe pasar por lo menos por cuatro estaciones: primavera, verano, otoño e invierno. En otras palabras, la relación de noviazgo debe como mínimo durar un año o más.
  2. El segundo paso es que la pareja comparta la Fe. Cuando de novios no se le da mucha importancia en muchos casos a la práctica de la religión y la vivencia de la Fe, pero cuando llegan los niños y las madres comienzan a ponerlos en el catecismo y llegar más frecuente a la Iglesia; frecuentemente el esposo se queda en casa y eso va acumulando tensión y hasta resentimiento que puede llevar al enfriamiento de la relación. Los barcos comienzan a viajar en direcciones opuestas, y obviamente en algún momento llegarán a destinos diferentes.
  3. El tercer paso o estrategia, es tener una comunicación activa. Quiere decir que los esposos aprendan a dialogar y expresar sus sentimientos sin ofenderse, expresar sus ideas y buscar un punto de encuentro o de acuerdo sin tratar siempre de imponerse sino más bien aprender a negociar y llegar a un acuerdo que no necesariamente será lo que yo quiera o lo que mi cónyuge quiera, sino que podrá ser una tercera opción.
  4. El cuarto paso es reconocer que necesitamos dejar que Dios nos cambie a nosotros mismos y adaptarnos a nuestra pareja para llegar a tener unidad y santidad. Cada uno de nosotros traemos cualidades y defectos que hemos ido heredando de generación en generación (bendiciones y maldiciones), entonces debemos reconocer nuestras debilidades para corregir nuestros defectos e identificar nuestras fortalezas para desarrollar nuestras virtudes y no quedarnos en la mediocridad. Personas que dicen “Así soy yo y así me tienen que aguantar”, normalmente llevan al fracaso de su familia.
  5. Un quinto paso es reconocer cuando me he equivocado y pedir perdón. Recientemente tuve un día de frustración y en la mañana al desayunar traté rudamente a mi esposa frente a uno de mis hijos adolescentes y me fui sin despedirme. Me sentí bastante mal después porque herí los sentimientos de mi esposa por algo que tal vez podríamos haber dialogado calmadamente. La llamé más tarde para pedirle perdón y reconocí mi error. Ella con mucha paciencia y sabiduría me dijo: “¿Cómo te sentirías después si hubiera tenido un accidente y el Señor me hubiera llamado y lo último que me dijiste fue un reproche?”. Y aún peor, “¿Qué clase de lección le estás dejando a nuestro hijo sobre cómo un esposo debe tratar a su esposa?”

Esas palabras de mucha sabiduría me hicieron recapacitar mucho y recordar que siempre estamos enseñando a nuestros hijos, más con nuestras acciones que con nuestras palabras y que ese día no fui un buen maestro. Lo triste es que muchas parejas se comportan de esta manera, todos los días y nunca piden perdón o dialogan sin ofenderse, entonces se van distanciando y los hijos también aprenden a comportarse de la misma manera. Recordemos, el amor es una decisión diaria, más que un sentimiento.

 

Silvio Cuéllar es músico pastoral, compositor, periodista y conferencista en temas de liturgia, vida y familia. Sirve como coordinador diocesano de la Oficina del Ministerio Hispano de la Diócesis de Providence, Rhode Island, Editor Asociado del periódico El Católico de Rhode Island y director de música en la parroquia Holy Spirit en Central Falls, RI, donde dirige coros en inglés y español.

 

Usado con permiso, este artículo fue publicado en El Católico de Rhode Island en febrero del 2022.

 

El compromiso

Por Dora Tobar

Todos los enamorados sueñan con amar y ser amados, de manera total y para siempre. Pero todos sabemos también que hay una gran diferencia entre “desear” amar y entregarse de esta forma y “prometer o comprometerse” a tal entrega y amor.

Esto se debe al hecho de que los seres humanos sólo podemos ser verdaderamente consientes de lo que sentimos y pensamos cuando lo podemos expresar mediante las palabras y los gestos.

Con todo, el poder de las palabras y los gestos de amor no es suficiente para garantizar que vamos a ser siempre fieles a lo prometido. Es muy fácil prometer el cielo y la tierra en un arrebato de entusiasmo y después olvidarlo o sentir que no podemos cumplir con nuestra palabra.

En cambio, cuando una persona está dispuesta a declarar su amor frente a testigos demuestra claramente que lo que dice ha sido pensado y decidido con plena conciencia. Y si además esta declaración de amor se hace frente a Dios  y apoyada en su gracia, es decir, cuando la pareja pide en el matrimonio, que Jesús mismo venga a ser la fuente y garantía de sus promesas, entonces el compromiso humano de amor se transforma en alianza garantizada por Dios mismo y para siempre.

De esta manera el amor se vuelve compromiso y el compromiso se vuelve el mejor gesto de amor que podemos ofrecerle a quien amamos. Con él le aseguramos que no estamos jugando; que puede entregarse confiado(a) pues aún cuando nos sintamos flaquear en nuestra capacidad de cumplir nuestras promesas, Dios mismo saldrá en nuestro auxilio y nos ayudará a ser fieles y coherentes con el amor prometido.

Cuando en cambio una pareja se va a vivir juntos sin haberse hecho esta declaración se crea entre ellos una situación anormal de inestabilidad en la cual ninguno de los dos puede estar seguro del grado en el cual el otro ha comprometido su corazón y su existencia con él  o con ella. Entonces, aunque lo estén dando todo de si,  tampoco se sienten en condición de poder reclamar responsabilidad o coherencia en el amor pues no ha habido un acuerdo. Como resultado y a nivel inconsciente, los dos, en vez de sentirse libres para darse el uno al otro pues saben que van a ser recibidos y amados, terminan por dejar una puerta abierta por donde, ante la posible amenaza, duda o cansancio, puedan “salir huyendo”.

Esto se refleja claramente en las estadísticas: menos de la mitad las parejas que inician su vida en común terminan en un matrimonio. Lo más común es que más del 50% de los que cohabitan rompen su relación antes de cumplir 5 años, incluso teniendo hijos en común. Entre los casados la proporción de separaciones es en cambio del 15%.

Resumiendo podemos por eso decir que el compromiso explícito ante Dios  y la comunidad ayuda a la pareja en los siguientes aspectos:

  • Como base que crea la confianza necesaria para que la pareja pueda entregarse de corazón y cuerpo sin sentir que está poniendo en riesgo su vida.
  • Ayuda a la pareja a tomar conciencia de cada uno ha sido escogido y aceptado tal cual es. Esta aceptación es la base fundamental para la seguridad emocional que cura y previene posibles celos, dudas en la relación y que facilita la entrega.
  • Pasados los años, el compromiso sirve de faro permanente que establece entre la pareja el objetivo al cual apunta su amor. Así, aunque haya errores cada uno sabe a qué le ha apostado en su amor y se esforzará por ser coherente.
  • El compromiso consolida el “nosotros” que da origen emocional y legalmente a la institución de la familia. Gracias a él la pareja será reconocida pública y socialmente como una entidad legítima de derechos y deberes.
  • Con el hecho de aceptar el compromiso del otro damos libremente el derecho a nuestro cónyuge a que apele a nuestro amor y promesas. Así me pongo al servicio de sus necesidades y le garantizo que al reconocerlo como “mi esposo”, “mi esposa”, haré todo lo posible por protegerla(o) de la indiferencia, la soledad o el abandono.

Lo más profundo y único de cada persona es su emotividad. Si alguien nos abre por tanto la puerta de su corazón y pone en nuestras manos el tesoro sagrado de sus afectos, lo único digno y responsable es corresponderle con nuestro compromiso y decisión por agradecer cada día esa entrega. Al mismo tiempo prometer con la ayuda de la gracia divina,  cuidarla, respetarla y celebrarla con toda la valentía, la delicadeza y el empeño de la cual seamos capaces.

Más sobre este tema en Sentido y propósito del matrimonio, ¿Qué estoy dispuesto a compartir? y Cohabitación.

Profesión y familia

 Por Edgar D. Montalvo

Al Iniciar una nueva etapa en la vida es siempre importante estar seguros que sabemos lo que deseamos y los retos que esa meta nos significa. Esto es aún más importante ahora que estés pensando en contraer matrimonio.

Ahora bien, uno de los aspectos importantes por pensar y definir en este momento de tu vida es cómo vas a coordinar tus expectativas frente a tu profesión y la vida familiar al lado de tu pareja y de unos posibles hijos. Es entonces el momento para que dialogues con tu pareja sobre, al menos, los siguientes puntos:

Temas a dialogar:

  • ¿Podemos vivir con el salario de uno sólo de nosotros o es absolutamente necesario que los dos trabajemos?
  • ¿Es necesario que los dos, o al menos uno de los dos busque un trabajo más remunerativo?
  • Si los dos no han terminado los estudios, ¿cómo van a seguirse financiando los estudios, compartiendo los gastos y apoyándose mutuamente?
  • Si tienen hijos, ¿quién se encargará de cuidarlos mientras los dos, o uno de los dos, trabaja?
  • ¿Cómo se distribuirán las tareas de la crianza y los oficios de la casa para que cada cual pueda seguir desarrollando su vida de estudios o desarrollo profesional?

Para llevar a cabo este diálogo hay que tener la mente lo suficientemente abierta como para saber que las profesiones o trabajos de los dos son igualmente importantes y que por tanto deben llegar a un acuerdo que satisfaga a los dos, al tiempo que atienden las nuevas responsabilidades que un matrimonio y un hogar en común suponen.

También debes pensar que al escoger tu actual profesión o trabajo seguramente te motivaron los siguientes factores: el gusto que tenemos por esa actividad y la remuneración económica que obtendremos de ella. Sin embargo, al pasar de los años probablemente te has dado cuenta que aunque estos dos factores son importantes, no son los únicos. Y el hecho de comenzar una vida de matrimonio y familia es la ocasión perfecta para que consideres estos otros factores:

  1. Se debe trabajar para vivir y no vivir para trabajar

    • Vivimos bajo el influjo de una cultura consumista e individualista que fácilmente puede arrastrarnos a la adicción por el trabajo, con el riesgo de perder así la razón y el fin mismo del trabajo: ser un instrumento y no un fin.
    • El trabajo debe de ser el medio para realizar tus metas personales y familiares y no el medio para abstraerse del mundo exterior y sus responsabilidades. Todos los excesos son malos y aunque este exceso cause un bien aparente (como la remuneración económica) a la larga se perderá el foco de lo que es verdaderamente importante: amar y servir a los demás. Así que como dicen en mi pueblo, “ni tanto, que queme al santo, ni poco, que no lo alumbre”.
  2. El trabajo debe ser un medio de servicio comunitario

A cada uno de nosotros se nos han dado talentos especiales que nos han ayudado a que nos desarrollemos profesionalmente y tengamos una remuneración. Pero no debemos de olvidar que estos talentos no sólo deben ser usados para beneficio personal sino también para servir a la sociedad y sobre todo a aquellos menos favorecidos, tanto en recursos como en talentos.

No olvides por eso las donaciones a instituciones no lucrativas, o a aquellos que no tienen hogar, a los ancianos y demás necesitados que están entre nosotros, por que el Señor ha permitido que nunca seamos tan pobres que no tengamos algo que dar. A final de cuentas Dios no se deja ganar en la generosidad y verás como tus buenas acciones serán recompensadas por El, en el momento exacto.

En fin, al hablar con tu pareja sobre este asunto tan decisivo en la vida de las personas, ten siempre en mente que “tu profesión es tan importante como la de tu pareja”. No olvides los puntos que te acabamos de mencionar: sean realistas y hagan un amplio análisis de su economía como pareja.  Establezcan las metas que cada cual tiene en su vida y hablen de la forma como cada cual puede apoyar al otro en esas metas, a corto, mediano y largo plazo, al tiempo que está abierto a los cambios y ajustes que la nueva vida de pareja le supondrá, como el hecho de cuidar y educar a los hijos.

No pierdas pues de vista que en este diálogo estás planeando tu futuro profesional, el de la personal que amas y el de tus hijos. Así podrás sin lugar a dudas llegar al balance que los dos esperan y necesitan.

Más sobre el tema en Trabajo fuera y dentro de casa.

¿Qué estás dispuesto a compartir?

Cinthya Arcega de Montalvo

Es posible que ante esta pregunta tu primera reacción sea contestar: ¡“Por supuesto que todo”! Y ciertamente esta es la repuesta correcta de quien está pensando seriamente en contraer matrimonio. Sin embargo, es muy importante que te asegures de que has entendido lo que realmente implica “entregarlo todo” y que tu respuesta no sea sólo el impulso romántico, pero tal vez ciego o insensato, que las emociones de tu amor, o la proximidad de tu boda puedan producirte.

De hecho, tu matrimonio será el mayor compromiso que adquieras en tu vida. Es decir, te vas a “comprometer” a unir tu vida a otra persona compartiéndole, no sólo tus bienes y riquezas sino también lo que te es más íntimo, tu vida emotiva, tus sentimientos, tus sueños, tus proyectos para el fututo, tus valores, etc. Mejor dicho, se trata de darte libremente y por completo a la otra persona.

Esta entrega supone igualmente, recibir la donación del otro. Es decir, la aceptación del otro tal cual es, de tal manera que encuentre en mí comprensión, tolerancia, respeto. Y esto debe ser recíproco, es decir la entrega debe ser generosa y de ambos lados, de tal manera que ninguno quede engañado o se sienta minusvalorado. Por eso al casarte te comprometes también a tener la suficiente delicadeza para agradecer todos los detalles y gestos de amor que te entregan, por insignificante que parezcan, y a estar atento a lo que dices o haces, de tal forma que tu amado no se ofenda.

Esta capacidad de  entrega va a ser lo que haga de tu vida de pareja una relación feliz, donde cada uno pueda seguir creciendo como persona, como pareja y, cuando lleguen los hijos, como familia.

Entre más puedas compartir con tu pareja lo que eres, lo que tienes, tus ideas e ideales, así como lo que sientes y deseas, la unión indisoluble que esperas tener al contraer matrimonio, será cada vez más fuerte.

Si le entregas el don de la confianza a tu pareja y estás dispuesto a dialogar abiertamente con ella,  la otra persona te conocerá mejor y este conocimiento profundo se convertirá en  la base para que te comprenda mejor, para que te acepte más profundamente y para que su amor sea más íntimo. De otra manera ustedes pueden volverse  como extraños que, aunque vivan juntos, cada uno ignore lo que el otro piensa, quiere o siente.

Resumiendo, podemos decir que en el matrimonio compartimos:

  • Por el hecho de estar basado en una alianza irrompible, en el matrimonio se crea la confianza necesaria donde cada cual se debe sentir libre de compartir desde sus más profundos y sinceros anhelos hasta los mas excéntricos sueños.
  • Debemos poder compartir nuestros ideales, ilusiones, deseos, problemas, limitaciones, frustraciones, fracasos, triunfos.
  • Se comparte el mismo espacio (casa) y el tiempo extra que el trabajo nos deja.
  • También se debe tener una economía en común.
  • Se da la libertad y confianza para compartir nuestros cuerpos en  la relación íntima propia del matrimonio;
  • Debemos poder compartir con nuestra pareja los gustos que tengamos en común como canciones, artículos de periódico, programas de televisión, etc.

En fin, todo lo que rodea nuestras vidas es digno de compartirse y de ser recibido con respeto y gratitud.

Responsabilidades compartidas:

Otro aspecto muy importante es entender las responsabilidades que se adquieren en común y a las cuales deben contribuir los dos.

  • Compartimos las actividades, labores y responsabilidades que suponen el mantenimiento de una casa tales como la limpieza, el orden, la administración, y la cocina. Estas actividades debe por tanto repartirse de común acuerdo evitando que la carga caiga sobre una sola de las personas.
  • Compartimos la responsabilidad de manejar con respeto y responsabilidad el don de la fertilidad.
  • Compartimos la responsabilidad de la crianza y formación humana y religiosa de los hijos

¿Sientes que no estás listo para esta entrega?

Si sentiste miedo al tratar de contestar la pregunta acerca de lo que estás dispuesto a compartir, o sentiste que sólo estás dispuesto a compartir algunas cosas, es bueno que examines cuál es la raíz de tu reacción:

  • Si tu pareja no te inspira la confianza necesaria para  darlo todo por ella, entonces, no están listos. La confianza no se puede inventar. O se siente o no se siente.
  • Es posible que esta falta de confianza provenga del hecho que tu pareja “no es de confiar”, o que tú, por razones emocionales que vale la pena averiguar, sufres de celos, te cuesta confiar, o te cuesta compartir.

Cualquiera de estas razones son suficientemente serias como para que las tomes en cuenta antes de apresurarte a asumir un compromiso ante la otra persona y ante Dios. Quizás sea cuestión de tiempo, o valga la pena examinar si has escogido la persona correcta. Recuerda que nada debe obligarte. Tu entrega debe nacer de una decisión consciente, feliz y libre.

¿A qué nos comprometemos?

Por Cinthya Montalvo

Estás por casarte, por dejar tu soltería, por unir tu vida a la persona que te hace suspirar, y eso supone que vas a entregar o comprometer tu vida en una relación muy especial. Es importante por eso que tú y tu pareja reflexionen juntos en las características de este compromiso para que estén seguros que los dos han entendido bien a qué se comprometen. Aquí te damos una serie de nociones para que su diálogo de pareja se centre en los objetivos o compromisos fundamentales a los cuales deben prepararse:

Características del compromiso matrimonial:

  1. Me comprometo a entregar todo de mi y a recibir todo de ti: Cuando pronuncies tu compromiso o consentimiento ante el altar, vas a declarar que tienes la voluntad, que se transformará en decisión, de compartir tu vida y todo lo que ella implica (tu cuerpo y tu interioridad, tus conocimientos, tus habilidades, tus posesiones y tus planes), con la otra persona. Con dicha entrega deseas unirte a la otra persona para formar una sola realidad con ella. Así, lo que le duela, le haga falta o le moleste al otro, será lo que a ti también te duela o te afecte. El otro aspecto de la entrega es también la acogida o aceptación del otro, tal cual es. Por eso en el consentimiento se dice: “Yo me entrego a ti como esposo(a)…” Y la segunda parte es: “Y te recibo a ti como esposo(a)”, es decir será una entrega generosa y un acto de permanente dedicación mutua.
  2. Es un compromiso “para toda la vida” Todos hemos oído o visto en películas que el día de la boda los esposos se dicen: “Yo te prometo a Ti, serte fiel en prosperidad, o adversidad, en salud y en enfermedad, y amarte y respetarte todos los días de mi vida….” Esto significa que la fidelidad del matrimonio no se reduce a amar sólo a la pareja y nunca dejarla o dejarlo por otra persona, sino a estar con ella y para ella, buscando en todo y en toda circunstancia la ocasión para complacer, servir y hacer feliz a la otra persona. Ahora bien, podemos decir que amar a la pareja cuando todo es prosperidad, cuando hay salud y bienestar, es relativamente fácil. Pero, de lo que se trata es de saber si estás dispuesto(a) a amar, aunque no todo salga bien, cuando lleguen las enfermedades o cuando ya no se tenga la belleza, ni el vigor y salud de la juventud. Debes entonces preguntarte si realmente estás dispuesto(a) a continuar con los detalles, con los gestos de amor, con el respeto y la decisión de demostrar siempre tu amor con hechos de servicio y de dedicación a tu pareja y a los hijos que nazcan de su unión.

Se trata también de una tarea continua de cultivar el amor pero también de hacer que la relación crezca en intimidad y unión. Y este es un acto de voluntad o decisión que debes hacer siempre.

  1. Es un compromiso generoso con la vida y a favor de la vida: El amor matrimonial supone que la pareja sea lo suficientemente generosa como para trascender más allá de los dos y abrirse a la posibilidad de la procreación. Es decir, el amor matrimonial está llamado a colaborar con amor y responsabilidad en la obra creadora de Dios por la cual entrega nuevas vidas al mundo. Esta bella misión hará de la pareja una familia y traerá sin dudas las grandes alegrías que los hijos aportan, pero también una gran responsabilidad y retos para la pareja. Por eso, la procreación supone que la pareja no piense sólo en tener los hijos que quiere, sino también en los que puede criar y educar. Por eso está llamada a que haga uso de su sexualidad de manera generosa y responsable, absteniéndose de relaciones sexuales en los días en que no es conveniente engendrar y disponiéndose a la vida en los días en que pueden abrirse al don de la fertilidad, sin forzarla ni atrofiarla. Este compromiso debe por eso ser también acordado y discutido por la pareja antes de iniciar su vida sexual, como parte de su preparación a la maternidad y paternidad. Los dos deben informarse sobre los métodos de Planificación Familiar Natural (PFN) y escoger de común acuerdo aquel que seguirán. En fin, el matrimonio te dará la ocasión de realizar el sueño de toda pareja de amarse totalmente y para siempre. Pero este ideal es un compromiso al cual deberás dedicar todas tus energías al tiempo que pides la gracia de Dios para que más allá de tus fuerzas y de las dificultades, sea Dios quien anime y sostenga tu amor y el de tu pareja, en la difícil pero bella misión de ser una sola carne, o lo que es igual, un matrimonio unido y feliz.

Más sobre el tema en Sentido y propósito del matrimonio.