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Decisiones médicas importantes cuando se acerca el final de nuestros días

Por Silvio Cuellar

Recientemente, pasé por situaciones en las que mi padre y mi suegra estuvieron al borde de la muerte en hospitales. Esas situaciones nos llevan a pensar en decisiones médicas sobre qué es lo que está permitido de acuerdo a nuestra fe cuando nuestra vida está en peligro de apagarse y las opciones de lo que podemos decidir éticamente de acuerdo a nuestra fe católica.

Te has puesto a pensar alguna vez:

  • ¿Qué pasaría con mis hijos si el Señor me llamara mañana y quien se haría cargo de ellos, de su custodia y cuidado?
  • ¿Qué pasaría si yo quedara incapacitado sin poder hablar por mí mismo y qué procedimientos médicos quisiera que me hagan o no?
  • ¿Quisiera que me mantengan con vida usando medios extraordinarios o quisiera dar órdenes por escrito de qué no me resuciten o no usen métodos extraordinarios?

Cuando hablamos de métodos extraordinarios, nos estamos refiriendo a máquinas que nos ayudan a respirar artificialmente, y las enseñanzas de la Iglesia católica dicen que es lícito dar instrucciones de que no queremos usar métodos extraordinarios para mantenernos con vida.

Al mismo tiempo las enseñanzas de la Iglesia nos dicen que no está permitido usar drogas o medicamentos con el fin de terminar nuestra vida en situaciones cuando uno está agonizando. Sí se pueden usar métodos para controlar el dolor, siempre y cuando el fin no sea terminar con la vida más rápido.

¿Qué podemos hacer? Es importante tener un documento que se llama Directiva anticipada (Advance Directive en inglés), también conocido como Disposiciones adelantadas o Instrucciones por adelantado. Es un documento de directivas médicas donde pongamos por escrito lo que quisiéramos que pase y cuáles son nuestros deseos en diferentes circunstancias y estableciendo quién de nuestra familia podrá tomar decisiones por nosotros si quedáramos incapacitados.

También es importante dejar por escrito un testamento (will en inglés) determinando qué pasará con nuestras propiedades como casa, carros, terrenos, ahorros, etc. en caso de una muerte inesperada. Para los padres de niños menores de edad también hay que incluir quién se encargará de ellos.

Finalmente es primordial especialmente para los casados tener un seguro de vida para evitar que tu esposa o esposo e hijos pasen dificultades financieras en caso de algún accidente o muerte inesperada.

No dejes las decisiones para mañana, deja por escrito tus deseos e instrucciones médicas y legales importantes pues lo que tú no decidas tal vez otros tendrán que decidir por ti y tal vez no sea lo que tú hubieras querido y deseado.

¡Que Dios te bendiga!

Silvio Cuéllar es músico pastoral, compositor, periodista y conferencista en temas de liturgia, vida y familia. Sirve como coordinador diocesano de la Oficina del Ministerio Hispano de la Diócesis de Providence, Rhode Island, Editor Asociado del periódico El Católico de Rhode Island y director de música en la parroquia Blessed Sacrament en Providence, R.I. 

 

Usado con permiso, este artículo fue publicado en El Católico de Rhode Island en noviembre del 2022.

 

Para obtener más información, consulta estos recursos de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos:

 

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Diez consejos para lidiar con el duelo

Los días festivos pueden ser difíciles cuando uno está de duelo por la muerte de un ser querido, el final de una relación o la pérdida de un trabajo o de la salud. Aquí hay algunas pautas que pueden ayudarlo a recuperarse del duelo durante la temporada de días festivos.

  1. El duelo requiere energía, así que sea amable con usted mismo.Trátese como trataría a un amigo.

Intente esto hoy: Escriba “Soy un precioso hijo de Dios” (o “trátese como a su mejor amigo”) y colóquelo en el espejo de su baño o habitación. Léelo todos los días.

  1. Pase tiempo con personas que escuchen y validen sus sentimientos,y concédase permiso de no pasar tiempo con los que no saben qué decir o los que dicen cosas insensibles.

Intente esto hoy: Llame a un amigo que le escuche y hable con él o ella.

  1. Cree tiempo y espacio para el duelo.Aparte tiempo y póngase en contacto con sus sentimientos. Deje que las lágrimas vengan. Utilicen fotos o videos para incitar los sentimientos si es necesario. Jesús lloró y entiende la necesidad de llorar y la necesidad de rendirse. Pero también ha redimido todo el proceso de duelo. Él ha pasado por esto, así que usted no tiene que hacerlo solo.

Intente esto hoy: Dependiendo de sus necesidades, llame a un centro de retiro para reservar tiempo con el Señor y con usted mismo. Incluso unas pocas horas en su iglesia local pueden ser útiles.

  1. Recuerde algo bueno que su ser querido querría para usted. Sabemos que nuestros seres queridos no querrían que nuestro dolor nos consumiera. Quieren que recordemos que la fe nos dice que los volveremos a ver. Mientras tanto, Dios puede sanarnos a través del amor a los demás.

Intente esto hoy: Cuando esté triste, dígase a sí mismo que está bien estar triste; está bien llorar. Luego recuérdese algo bueno que su ser querido querría para usted.

  1. Dios puede convertir nuestro dolor en gratitud.Romanos 8, 28 nos dice que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman. Dios nos ama tanto que, por el poder del Espíritu Santo, Dios sanará nuestro dolor y lo usará para bien. He visto esto en mi vida y le da un nuevo sentido a mi dolor.

Intente esto hoy: Lea Romanos 8, 28 y escriba lo que significa para usted en su duelo.

  1. Considere cambiar las rutinas de los días festivos. Algunas tradiciones pueden ser reconfortantes, entonces manténgalas. Pero algunas tradiciones pueden ser difíciles y es posible que le falte la energía para hacerlas. Concédase permiso para cambiarlas si cree que Dios le está llamando a hacerlo.

Intente esto hoy: Hable con un ser querido que lo hace sentir seguro y que pueda ayudarlo a decidir qué rituales mantener y cuáles cambiar.

  1. Tómese un tiempo para las actividades que solía disfrutar. En ciertos momentos del proceso de duelo tenemos que hacer las cosas que solíamos disfrutar antes de que comenzara nuestro duelo.

Intente esto hoy: Tómese un momento para enumerar algunas de las cosas que solía disfrutar antes de que comenzara su duelo, y ore acerca de cuáles quiere el Espíritu Santo que haga esta semana o este día.

  1. Considere la forma en que se considera a sí mismo.Usted no es el problema; usted es precioso. Evite autoafirmaciones negativas como: “¿Cómo puedo ser tan estúpido?” o castigarse con remordimientos (“Si tan solo le hubiera dicho antes de que muriera…”). Empiece a decirse cosas positivas: usted es hijo de Dios, Dios lo ama, Dios se preocupa por usted, es bueno y hermoso porque Dios lo creó bueno y hermoso.

Intente esto hoy: ¡Dígase algo positivo ahora mismo! Detenga cualquier palabra negativa, que no esté ayudando a su sanación y que pueda indicar que necesita hacer más trabajo de duelo.

  1. Entienda que no está solo Hay un lado universal y un lado particular en todo sufrimiento. Universalmente, hay muchas personas que entienden algo de lo que pasamos cuando estamos de luto. Particularmente, nunca podrá usted comprender completamente mi sufrimiento ni yo puedo comprender completamente su sufrimiento. Si nos enfocamos demasiado en el lado particular, se vuelve demasiado egocéntrico y nos caemos en la mentira de que “nadie entiende”.

Intente esto hoy: Si siente que “nadie entiende” la profundidad de su dolor, dígase a sí mismo que es solo una verdad a medias: que universalmente, muchas personas entienden el trabajo que se requiere el luto, y recuerde que Jesús lo entiende completamente.

  1. No hay una manera correcta de hacer el duelo.Todos pasamos el duelo de manera diferente, y los hombres y las mujeres lo harán de una manera distinta. Ser consciente de esto puede liberarnos de tratar de controlar el trabajo de duelo de otra persona. Dicho esto, si una persona no está progresando en su duelo para nada y no duerme bien, tiene ansiedad o se mantiene tan ocupada que no siente nada, esos pueden ser indicadores de que puede necesitar más trabajo de duelo para que se pueda sanar.

Sobre el Autor
Jim Otremba, M.Div, MS, LICSW es un terapeuta licenciado y entrenador católico en Minnesota (www.coachinginchrist.com).

 

Este artículo se publicó en inglés en https://www.foryourmarriage.org/ten-tips-for-dealing-with-grief/

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Hasta que la muerte nos separe

por Chris Faddis

 

El siguiente es un extracto del libro en inglés It is Well: Life in the Storm [Todo está bien: La vida en la tormenta] por Chris Faddis, compartido con permiso del autor y Carmel Communications. En su libro, Chris escribe sobre descubrir el domingo de Pascua de 2011 que su esposa Ángela tenía cáncer terminal del colon. Murió 17 meses después a los 32 años, dejando atrás a su afligido esposo y dos niños pequeños. It Is Well es una historia de dolor, amor, pérdida y fe.

 

Me sentaba con Ángela todo el tiempo que podía, tomándola de la mano, tocando música y rezando muchas oraciones, pero me encontraba muy inquieto y ansioso. No hay sentimiento más impotente que sentarse al lado de un ser querido esperando que muera. Sentía que debería estar haciendo algo. Al principio trataba de ayudarla a vivir, de hacer todo lo posible para luchar contra esta enfermedad. Pero ahora rendirme a la realidad que iba a morir fue doloroso y desgarrador. Había discernido nuestra decisión de trasladar a Ángela a casa con cuidados paliativos con la ayuda de amigos muy informados que me guiaron en el proceso de tomar esta decisión. Estaba claro que el cuerpo de Ángela estaba en el proceso preactivo de morir y que realmente no había nada que pudiéramos hacer para detenerlo. Un amigo explicó la decisión de esta manera: “En algún momento es hora de rendirse a Dios y si ella está en el proceso preactivo de morir, podría ser el momento indicado para aceptar la muerte”.

Estaba seguro de que habíamos tomado la decisión correcta, pero cuando me sentaba en su habitación, me sentía impotente e inútil. Consideraba mis decisiones de nuevo y me cuestionaba. “¿Me estoy rindiendo demasiado pronto?” Esto fue más difícil aun cuando algunas personas con buenas intenciones expresaron que a su parecer yo estaba perdiendo la esperanza. Entonces, en mi inquietud e intranquilidad, yo caminaba, encontraba cosas que hacer y me sentía frustrado. Cuando regresaba a la habitación, miraba el rostro de Ángela, lleno de paz y me daba cuenta de que mi único trabajo era estar presente para ella y esperar pacientemente con ella hasta la muerte. Cuando finalmente me rendí a esta realidad, que mi único trabajo era simplemente estar presente para ella, sentí una paz increíble.

Una tarde en particular, solo unos días antes de que muriera, me senté con Ángela y sostuve su mano mientras le leía. De vez en cuando ella miraba hacia arriba para escuchar o sonreír. Le diría cuánto la amaba y la apreciaba y ella respondía con una débil respuesta. En un momento ella susurró: “Siempre supe que me acariciarías hasta el final”. Mientras se volvía a dormir, miré nuestras manos y su anillo no estaba. Se había caído varias veces, ya que Ángela estaba tan frágil que ahora era demasiado grande para su dedo. Lo había dejado sobre la mesa junto a su cama. Tomé el anillo y lo puse en su dedo y sostuve su mano nuevamente.

Observé nuestras manos, reflexionando sobre ese anillo y lo que simbolizaba, sobre nuestras manos y el simbolismo del esposo y la esposa caminando de la mano por la vida. Pensé en la primera vez que nos tomamos de la mano. Fue en nuestra primera cita cuando fuimos al Cirque du Soleil. En un momento Ángela movió su mano cerca de la mía y luego la tocó suavemente. Tomé su mano hasta que la multitud estalló en aplausos y una ovación de pie. Luego pensé en cuándo finalmente nos tomamos de la mano después de que nos hicimos novios “oficialmente”. Hay algo extraordinario en tomarse de la mano cuando te estás enamorando.

Mucha gente dice que está en el beso que se conoce, o es amor a primera vista; pero yo pienso que está en las manos. Tomarse de la mano no siempre fue romántico, pero tomarse de la mano era nuestra conexión constante entre nosotros. Incluso cuando estábamos en una discusión o en una conversación difícil, a menudo nos tomábamos de la mano. Cuando Ángela estaba luchando contra la depresión, sostuve sus manos muchas veces solo para calmarla, tranquilizarla y ayudarla a sentirse apoyada. Ángela también me tomaba de la mano cuando tenía un día difícil o estaba deprimido por mi situación laboral o nuestros obstáculos financieros. Un simple toque de su mano me calmaría instantáneamente.

Durante el proceso de cáncer de Ángela, tomarse de la mano se había convertido en nuestra principal forma de intimidad. Ya sea que Ángela estuviera recibiendo quimioterapia, esperando una cirugía o simplemente descansando en casa, pasábamos mucho tiempo tomados de la mano, hablando, orando y simplemente estando presentes el uno al otro. Mientras sostuve su mano durante este camino de diecisiete meses, a menudo apretaba y sostenía su mano muy fuerte mientras pensaba que la iba a perder, como si de alguna manera pudiera sostenerla lo suficientemente fuerte como para evitar que muera. Ahora sentado en nuestra habitación mientras ella yacía al acecho de la muerte, sostener su mano era literalmente todo lo que me quedaba hacer. Apenas podía hablar o siquiera reconocer mis palabras; simplemente tenía que sostener su mano para comunicarle mi amor y asegurarme de que supiera que no estaba sola. De hecho, estaría allí hasta el final.

Mientras pensaba en sus manos, también pensé en ese anillo, el que le di cuando le pedí la mano y el anillo que era un símbolo de este Sacramento del Matrimonio de por vida. Con ese anillo vino nuestra promesa de amarnos plena y completamente hasta que uno de nosotros muriera. El anillo de bodas habla de permanencia, de compromiso, de un vínculo inquebrantable entre esposo y esposa. Sin embargo, ese anillo ya no podía atarla; el anillo no pudo evitar que muriera, y ciertamente no pudo evitar que fuera al cielo.

Mientras me sentaba en este momento, quería capturar nuestras manos por última vez. Tomé una foto que luego compartí. Es la imagen de nosotros tomados de la mano con el anillo de Ángela como punto focal de la imagen. Una semana antes le había dicho verbalmente a Ángela que podía irse a casa. Mis palabras ese día fueron, “Tomaste mi mano y me has amado bien. Cuando Jesús viene y te ofrece su mano, eres libre de irte”.

Chris Faddis sosteniendo la mano de su esposa Ángela

Después de tomar la foto de nuestras manos sentí que debía decir esas palabras nuevamente. Así que las escribí y luego se las leí a Ángela:

“Hasta la muerte”

Como si pudiera tenerte más tiempo, hoy volví a colocar este anillo en tu dedo. Se había caído un par de veces.

Oh, que este anillo pudiera mantenerte aquí más tiempo. Es un símbolo de nuestro compromiso; es mi promesa amarte con todo mi corazón, y sin embargo hay un amor más grande que el mío que pronto te llevará. ¿Cómo podría compararse esta simple pieza de oro al amor de Dios, que te ama completa, entera y perfectamente?

No puede, así que voy a sostener tu mano un poco más. Seguiré volviendo a poner este anillo en tu dedo. Pero cuando llega el momento y Él te pide la mano, eres libre de irte. Ve a ese amor perfecto que hace nuevas todas las cosas. Vete y sé completa de nuevo. Por ahora, hasta que la muerte nos separe.

 

Este artículo se publicó en inglés en https://www.foryourmarriage.org/till-death-do-us-part/

 

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En la salud y en la enfermedad

por Matt y Lucy Coles

Habíamos estado comprometidos durante 13 meses, y 22 días antes de nuestra boda, Matt, a los 23 años, fue diagnosticado con cáncer de pulmón en etapa 4. Nunca podríamos haber previsto esto, sin antecedentes en la familia y sin fumar, pero no era necesario. Dios estaba en control, nuestras almas estaban inundadas de paz y los últimos 10 meses han sido nada menos que milagrosos.

Matt se sometió a una cirugía mayor antes de que nos dirigiéramos a casa desde Washington D.C. a Texas para nuestra boda, y cuatro días después de la boda se sometió a una segunda operación. Matt llegó a casa con algunas cicatrices impresionantes y un diagnóstico definitivo de cáncer de pulmón terminal. En medio del desafío, el Cuerpo de Cristo nos colmó de amor, apoyo y sobreabundante dosis de oración.

Junto con el diagnóstico de cáncer de pulmón surgieron preguntas sobre la quimioterapia y los bebés. Queríamos muchos hijos, tantos como Dios nos quería mandar. Nuestros médicos nos aconsejaron de otra manera. Nos preguntaron varias veces si nos gustaría poner esperma en un banco de esperma en caso de que la quimioterapia dejara infértil a Matt. La mayoría de las personas que reciben quimioterapia se vuelven infértiles, y cuando finaliza la terapia, existe un 50% de probabilidad de que sea permanente. Sin necesidad de discutirlo, le dijimos al médico que esta no era una opción. Uno de mis mayores anhelos ha sido ser madre, y como se presenta tan maravillosamente en el Salmo 21, “Tú has colmado los deseos de su corazón, no le has negado lo que pedían sus labios.” El 16 de febrero nos enteramos que yo estaba embarazada. Matt todavía está en tratamiento y el Señor es abundantemente bueno.

Escribimos esto como un estímulo para aquellos que enfrentan adversidades en su matrimonio. No podemos expresar lo suficiente las gracias que se cosechan a través del Sacramento. El Señor nos ha concedido muchos amigos espirituales que, aunque nunca los hemos conocido, oran por nosotros a diario. A través del sacramento y estas oraciones amorosas podemos tomar nuestras vidas un día a la vez, sin preocuparnos por las cosas que están por venir, sino enfocándonos en amar: hoy, ahora mismo, cada minuto.

Cuando hicimos nuestros votos el 24 de junio de 2006, quisimos decir cada palabra que dijimos: “Yo, Matthew, te recibo a ti, Lucy, como esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida”. Y a la vez: “Yo, Lucy, te recibo a ti, Matthew, como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida”.

 

Nota del editor: Matt y Lucy tuvieron tres hijos y por milagro Matt vivió 4 años batallando con el cáncer y falleció en diciembre de 2010.

 

Este artículo se publicó en inglés en https://www.foryourmarriage.org/in-sickness-and-in-health/

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Ayuda espiritual para padres en duelo

por Charley Monaghan

La muerte de un hijo

De todos los dolores que la vida nos puede dar, podría decirse que el más agudo es la muerte de un hijo o una hija. El mundo de los padres cambia irrevocable y horriblemente para siempre, sin importar las circunstancias o la edad del hijo.

En lo que parece ser una manera contraria al orden natural, a los padres no solo les arrancan una parte física y emocional de sí mismos, sino que también pierden todas las esperanzas, sueños y aspiraciones que habían invertido tan completamente en su hijo.

Con esta pérdida, el mundo de los padres cambia radical y dramáticamente para siempre. La mayoría de los amigos, parientes y conocidos no saben cómo acercarse a ellos o cómo consolarlos por temor a ofender o molestar a los padres. Muchos padres dicen que comienzan a sentir que los tratan como si tuvieran una enfermedad contagiosa. En un intento por parecer normal, o que ya lo hayan superado, muchos padres en duelo se suprimen las emociones y a lo mejor comienzan a retirarse o a distanciarse de los demás. Esta reacción, sin embargo, agrava la sensación de estar totalmente solos.

Existen muchas formas de ayuda para los padres para que se recuperen emocionalmente de su pérdida, incluida la psicoterapia y varios grupos de apoyo. Sin embargo, en un intento de ser todo inclusivo y “políticamente correcto”, la perspectiva espiritual del proceso de duelo, o incluso la existencia de Dios, generalmente hace falta (o se evita activamente) en muchos de estos enfoques.

Así fue la experiencia personal de mi propia familia y esta profunda necesidad de espiritualidad es lo que condujo a lo que ahora se conoce como el Ministerio Emaús para Padres en Duelo.

La noche de Acción de Gracias de 2002, un joven capitán de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, saludable, ambicioso y exitoso, Paul Monaghan, se quitó la vida sin ninguna explicación o señal de advertencia. Tan inesperada como la caída de un rayo en un día claro, la muerte de Paul destrozó para siempre nuestra vida familiar idílica y cómoda.

El duelo de mi esposa

Durante cinco años después, cuando no estaba inexpresiva, mi esposa, Diane, buscó frenéticamente. Buscó respuestas de la esposa de su hijo sobre lo que realmente sucedió. Buscó respuestas de sus amigos sobre cómo se actuaba justo antes de su muerte. Buscó respuestas de los investigadores de la Fuerza Aérea, quienes tardaron un año entero en presentar su informe de muerte. Buscó respuestas no tanto a la pregunta de “por qué” sino a “cómo¿Cómo podía su hermoso hijo hacerse esto a sí mismo? ¿Cómo podía hacerle esto a la familia que tanto amaba? Buscó frenéticamente la comprensión, leyó toda una biblioteca de libros sobre la muerte de un hijo y el suicidio, acudió a psiquiatras, psicólogos y psicoterapeutas, se unió a grupos de apoyo y escribió en un diario. Nada le ayudó en absoluto.

Durante estos años, ella pedía dos cosas a Dios: la fuerza para levantarse de la cama por la mañana y la comprensión de cómo podía sacar algo bueno de una tragedia tan horrible, pero sus oraciones aparentemente no fueron respondidas. Ella sintió que Dios no estaba escuchando. Durante este tiempo, dice, recibió algo de fuerza de su fe, pero no mucho consuelo.

Y de repente, un día, todo cambió. Sin duda, fue el Espíritu Santo quien la impulsó a asistir a un programa totalmente no relacionado con el duelo que eventualmente la llevó a una relación profunda con una hermana religiosa compasiva, quien era directora espiritual. Se conocieron en el Santuario de San Antonio, una comunidad franciscana de la Provincia del Santo Nombre en Boston, MA. Lentamente, después de cinco años, comenzó a animarse de nuevo poco a poco.

Una y otra vez habló con su directora espiritual sobre la promesa de la vida eterna… el hecho de que la vida ha cambiado para Paul, no ha terminado. El hecho de que de veras lo volvería a ver de nuevo. Por primera vez desde 2002, Diane, en las ricas enseñanzas de la Iglesia católica, finalmente encontró la paz, el consuelo y la esperanza.

Mi propia experiencia de duelo

Todo este tiempo, yo estaba en un camino muy distinto. Yo había puesto mis sentimientos y emociones en una caja bien envuelta en lo más profundo de mi ser, mientras fingía ante el mundo entero que nada estaba mal y que yo estaba bien.

De hecho, es afortunado que mi esposa y yo tuviéramos la sabiduría de ofrecernos mutuamente la capacidad de estar de luto a nuestra manera y así evitar lo que experimentan muchos padres casados en duelo: un buen matrimonio que se vuelve frágil o se desmorona por completo debido al resentimiento o la incomprensión sobre la manera en que su cónyuge está viviendo el duelo.

Nació un nuevo ministerio

Eventualmente, Diane tomó la decisión que cambió su vida de dejar su puesto como vicepresidenta de una universidad local y comenzar a trabajar recaudando dinero para el Santuario en Boston. Creciendo más profundamente en su espiritualidad, finalmente se sintió llamada a preguntarle al Guardián del Santuario de San Antonio si apoyaría un ministerio para servir espiritualmente a otros padres profundamente afligidos en el duelo. Ella creía que centrarse en la espiritualidad del proceso de duelo podría ayudar a muchos otros padres como le había ayudado a ella. Él estuvo de acuerdo y juntos decidieron ofrecer un retiro espiritual para los padres cuyos hijos habían muerto. Lo abrieron a cualquier padre cuyo hijo de cualquier edad hubiera muerto por cualquier causa, sin importar cuánto tiempo atrás, y sin importar qué tan cerca se sintiera o no de Dios.

Y así, con nada más que la confianza de que el Espíritu Santo guiaría sus esfuerzos, Diane y los frailes franciscanos del Santuario de San Antonio realizaron su primer retiro en marzo de 2009. Inicialmente yo no quería ser parte de este esfuerzo, razonando que los “verdaderos hombres” soportan todo por su cuenta, temiendo cualquier muestra de debilidad o impotencia. Sin embargo, finalmente fui al retiro para apoyar a Diane. No hay duda en mi mente que durante ese fin de semana yo también fui colmado con los dones que el Espíritu Santo tan generosamente ofreció ese día.

El Padre David Convertino, OFM, el Guardian en aquel tiempo, describió ese retiro inicialEsta fue una de las experiencias más llenas de gracia que he tenido durante toda mi vida como sacerdote y como fraile”.

El crecimiento del ministerio

De este comienzo incierto, nació el Ministerio de Emaús para Padres en Duelo. Ahora ofrece retiros espirituales de una hora, un día y un fin de semana dondequiera que sea llamado a hacerlo.

El ministerio no proporciona terapia ni funciona como un grupo de apoyo. De hecho, se les dice a los padres que no se les pedirá que se pongan de pie y cuenten sus historias, o incluso que hablen, a menos que decidan hacerlo. Más bien, el ministerio busca crear un espacio seguro y sagrado para que los padres abran sus corazones ante Dios y ante otros que conocen y sienten su dolor—y para enfocarnos en los principios de nuestra fe católica y la certeza de la Comunión de los Santos ahora y en el futuro. Verdaderamente es la nueva evangelización en acción.

Desde sus inicios, este ministerio ha ayudado a cientos de padres a iniciar o reavivar su relación con Dios y con sus hijos fallecidos. En los últimos ocho años se ha convertido en un ministerio para los padres en duelo ofrecido por padres en duelo. Como es dirigido por los padres, es un ministerio que requiere muy poco tiempo o dinero parroquial o diocesano. Los padres luchan y comparten el horrendo dolor de sus propios caminos, mientras invitan a Jesús a unirse a ellos y a consolarlos, tal como consoló a sus afligidos discípulos en el camino a Emaús.

Hasta donde sabemos, no existe otro ministerio continuo similar en los Estados Unidos enfocado en la espiritualidad del proceso de duelo de los padres. Desde sus inicios, el ministerio ha servido a cientos de padres de dieciséis estados, además de Canadá.

Si bien su hogar espiritual continúa siendo el Santuario de San Antonio en Boston, el ministerio, como una organización sin fines de lucro 501(c)(3), ahora se asocia en el ministerio con la Arquidiócesis de Boston, la Diócesis de Wheeling-Charleston, WV y parroquias en Rhode Island y Connecticut como parte de su misión de ayudar a otros padres y diócesis a presentar y mantener este poderoso ministerio.

Cómo se puede iniciar este ministerio en su parroquia o diócesis

Después de uno o más retiros iniciales ofrecidos en colaboración con nuestro equipo de retiros con sede en Boston, el Espíritu Santo usualmente llama a los padres locales para llevar adelante el ministerio en sus propias áreas. Al brindar testimonio a través de la experiencia personal a otros padres, muchos han descubierto que “Es consolando que somos consolados”.

Presentar el ministerio en su área a bajo costo o sin costo alguno es relativamente fácil. Debido a que hemos sido bendecidos con donaciones generosas y varias subvenciones, podemos llegar a las diócesis de los Estados Unidos aportando muchos años de experiencia y plantillas bien desarrolladas para ofrecer retiros espirituales del Ministerio Emaús para Padres en Duelo. Llámenos al 617-542-8057 para obtener más información o envíe un correo electrónico a diane@emfgp.org.

Hay diócesis como la Arquidiócesis de Nueva York que ofrecen este ministerio en español. https://archny.org/ministries-and-offices/family-life/bereavement/emmaus-ministry-retreats-for-grieving-parents/

 

Sobre el Autor
Charley Monaghan es cofundador del Ministerio de Emaús para Padres en Duelo, que atiende las necesidades espirituales de los padres cuyos hijos de cualquier edad han muerto por cualquier causa, sin importar hace cuánto tiempo. El ministerio tiene su sede en Boston, MA.

 

Este artículo se publicó en inglés en https://www.foryourmarriage.org/spiritual-help-for-grieving-parents/

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Cómo salvamos nuestro matrimonio

Por Verónica López Salgado

Una página de nuestra historia

Mi esposo y yo estuvimos a punto de darnos por vencidos, casi se nos acaban las fuerzas y permitíamos que fallara el amor entre nosotros; ¡por poco nos separábamos! Hoy, a más de un año después de la tormenta, y a pesar de lo duro que fue rescatar nuestro amor y luchar por nuestro matrimonio y familia, podemos decir con gran alegría y firme certeza que ¡lo logramos y estamos más enamorados que siempre! Pero ¿Cómo lo hicimos? ¿Por qué razón no desistimos? ¿Por qué no nos dimos un tiempo de separación en nuestra relación como hacen tantas parejas en la actualidad? La verdad es que no fue una cosa específicamente lo que salvó nuestro matrimonio, sino más bien, una serie de importantes decisiones que tomamos conscientemente día con día durante el tiempo de crisis las que, con la gracia de Dios, nos ayudaron a no rendirnos.

Nuestro matrimonio no comenzó como idealmente y con sabiduría aconseja la Iglesia Católica de acuerdo con la Sagrada Escritura: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne” (Gn 2,24). En cambio, nosotros nos embarazamos primero, años después comenzamos a vivir juntos, luego nos casamos por lo civil y años más tarde recibimos la bendición de Dios en nuestra ceremonia de boda católica. Durante esta línea de tiempo, la mayor parte lo vivimos en casa de mis padres. Al cuestionarnos, reflexionar y orar sobre la complejidad de la crisis matrimonial que atravesábamos – para así poder comenzar el proceso de sanación – descubrimos que las heridas profundas que ambos teníamos se debían en gran parte a que no comenzamos nuestra familia como un sano matrimonio: juntos y solos de la mano de Dios como lo habíamos prometido en el altar.

Por eso, cuándo ya la carga se hizo muy pesada, el dolor más profundo y la lucha más difícil, llegó la prueba de fuego como un incendio voraz que acechaba con devorar nuestro amor. Justamente fue durante la Cuaresma, experimentando así nuestro propio calvario. ¡Vaya que fue inolvidable! pues jamás habíamos vivido tan intensamente la Pasión de Cristo como el momento en el que nos dimos cuenta de que nuestro matrimonio se estaba desmoronando en mil pedazos.

No solo estábamos sufriendo nosotros dos, pero también nuestro hijo; y esto convertía nuestra realidad en una triste y muy delicada situación. Fue en ese momento cuando nos armamos de valor para luchar contra todo lo que amenazaba con destruir nuestro matrimonio y familia. Así, resolvimos vencer la batalla de rodillas, literalmente, y no renunciar a nuestro matrimonio: llevándolo en oración ante el Santísimo Sacramento, de la mano de María rezando el Santo Rosario, aprendiendo una nueva devoción a san José dormido y dejándonos guiar con ayuda de la dirección espiritual. Incluso, en algún momento, buscamos terapia psicológica/familiar.

Llegar a ser humildes para poder pedirnos perdón y perdonar nuestras faltas no fue tarea sencilla. Tuvimos que ampliar nuestra mirada para poder disponernos a un verdadero encuentro con el otro, es decir, estar dispuestos a vernos el uno al otro como Dios ve y ama a su hijo Jesús, y como nos ve y ama a nosotros mismos. Desnudar el alma para sanar el rencor que se añejaba en nuestro corazón. Despojarnos del resentimiento. Rechazar el pesimismo y alarde, apuntando severamente los errores y defectos del otro. Al contrario, sabiendo que ambos anhelábamos la fiel restauración de nuestro matrimonio, optamos por una actitud de servicio misericordioso, entrega total, y profunda compasión. Trabajamos inagotablemente en la paciencia, lo que nos exhortó a evitar “reaccionar bruscamente ante las debilidades o errores”[1] mutuos y así reavivar nuestra conciencia de la importancia del matrimonio como sacramento sellado por Dios.

Una y otra vez, y con mucha ilusión, nos contábamos anécdotas de cómo nos habíamos enamorado y cómo fue que nació nuestra historia de amor. Nos recordábamos mutuamente nuestros votos matrimoniales y promesas ante Dios. Reconociendo que en el matrimonio hacemos un regalo de nuestro propio ser a nuestro cónyuge y que es ahí, en nuestra vocación matrimonial, en dónde Dios se hace presente como fuente viva del amor eterno e incondicional. Es justo ahí, en medio de los dos, donde la enseñanza de Cristo sobre el matrimonio y su indisolubilidad se hace más visible y palpable. Es justamente ahí, en la promesa de nuestro amor, dónde Dios se revela como el más grande Amor de los amores. Y es precisamente ahí, en nuestra humanidad como marido y mujer, dónde la magnífica visión del plan eterno de Dios para los esposos se manifiesta. ¡Que belleza es el amor humano! y cuánto más lo experimentamos a plenitud, más comprendemos que vivir una vida en gracia con Dios – en camino a la santidad – no significa no equivocarnos como matrimonio, sino todo lo contrario: es abrazar nuestro “sí” para siempre con todo lo que implica pues “la medida del amor es amar sin medida” (San Agustín).

Después de algún tiempo de luchar sin cesar, sin abandonarnos y sin dejar de amarnos, nos abrazamos sabiendo que ya habíamos superado la crisis. Ahora nos encontrábamos con la misión de continuar trabajando en la mejor versión de nosotros mismos por amor al otro y a la familia que habíamos decidido formar y proteger hasta la eternidad.

Porque vale la pena luchar por el ser amado

El amor es lo más importante para Dios, pues Dios mismo es fuente de todo amor. Y de manera especial, el amor y entrega que existe entre los esposos en el sacramento del matrimonio es un símbolo magistral del amor de Dios a la humanidad. Pues en su unión de amor, los esposos experimentan la belleza del amor sacrificado, comprometido, fiel, paciente e incondicional, imitando así el amor de Cristo por su Iglesia. Hoy en día, la sociedad necesita más matrimonios valientes, enamorados de Cristo, deseosos de vivir en santidad y dispuestos a amar eternamente, “hasta que la muerte los separe”.

Claramente, el matrimonio no es siempre miel sobre hojuelas, pues todos los esposos pasan por dificultades que ponen a prueba su relación. No existen las parejas perfectas o historias de amor sin caminos pedregosos, todos estamos en pie de lucha. Sin embargo, los esposos que logran reconocer que “el amor que no puede sufrir no es digno de llevar ese nombre” (Santa Clara de Asís), sabrán que superar los obstáculos, con la gracia de Dios, los ayudará en el crecimiento del amor mutuo y hacia Dios. Así conocerán el gozo y la alegría de un amor inquebrantable, como el amor de Dios por su pueblo.

“En el matrimonio, nos entregamos por completo, sin cálculos ni reservas, compartiendo todo, los dones y las dificultades, confiando en la Providencia de Dios…Es una experiencia de fe en Dios y de confianza mutua, de profunda libertad y de santidad, porque la santidad supone entregarse con fidelidad y sacrificio todos los días de la vida” (Papa Francisco).[2]

Enseñanzas  

El Papa Francisco dio inicio al Año de la Familia (2021-2022) implorándonos apoyar a las familias defendiéndolas “de todo lo que comprometa su belleza…(y) a salvaguardar sus preciosos y delicados vínculos”[3]

Por lo tanto, con este ímpetu, mi esposo y yo quisimos compartir una página dolorosa de nuestro matrimonio, pero sobre todo la lección de vida que consolidó nuestro vínculo amoroso y familiar para crecer en amor, respeto y admiración. Deseamos que otras parejas logren identificarse con nuestro testimonio y puedan superar también cualquier dificultad que estén pasando en su matrimonio.

Siete enseñanzas que aprendimos de nuestra experiencia:

  1. Disculparse y pedir perdón: “Todos sabemos que no existe la familia perfecta, ni el marido o la mujer perfectos. Existimos nosotros, los pecadores. Jesús, que nos conoce bien, nos enseña un secreto: que un día no termine nunca sin pedir perdón, sin que la paz vuelva a casa. Si aprendemos a pedir perdón y perdonar a los demás, el matrimonio durará, saldrá adelante” – Papa Francisco.
  2. Fuimos hechos para el cielo, la plenitud del amor aquí y en la eternidad – tú eres el camino a la santidad de tu esposo/a. En el sacramento del matrimonio, la santidad de tu cónyuge es parte de tu responsabilidad.
  3. El amor lo explica todo – san Juan Pablo II decía que “la persona que no decide amar para siempre, le será muy difícil amar siquiera un día”. Por eso, aun cuándo nos sentíamos ofendidos y defraudados, mi esposo y yo nunca dejamos de hacernos muestras de amor.
  4. La dirección espiritual, el Santo Rosario y san José dormido fueron nuestras armas para la batalla – la oración nos fortaleció y la dirección espiritual nos acompañó.
  5. Los amigos en la fe son un tesoro, verdaderos guerreros de oración – abrir el corazón a nuestros amigos más íntimos nos ayudó a saber que había alguien más orando por que pudiéramos superar exitosamente la amarga prueba. Jamás nos aconsejaron separarnos, ni divorciarnos.
  6. Amor a pesar de todo – ¡Nunca abandonarse!, ¡nunca renunciar!, ¡nunca rendirse!, ¡nunca flaquear! “Una resistencia dinámica y constante, capaz de superar cualquier desafío…aun cuando todo el contexto invite a otra cosa”[4]
  7. El amor vence siempre – estas palabras que san Juan Pablo II citó nos dieron ánimo cuándo más lo necesitábamos. El verdadero amor es eterno.

 

Verónica López Salgado, M.A.
Feliz esposa y mamá
Teóloga | Traductora e Intérprete | Consultora |

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[1] Papa Francisco, Exhortación Apostólica sobre el amor en la familia, Amoris Laetitia (19 de marzo de 2016) § 103, Sana Sede. https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20160319_amoris-laetitia.html#_ftnref106

[2] Rossa, CMF, Alberto. A Year with Pope Francis on the Family. (New York: Paulist Press, 2015) 38.

[3] Papa Francisco. (19 marzo 2021). El Papa al inicio del Año de la Familia: defendamos la belleza de la familia. La Santa Sede: Vatican News. Recuperado de https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2021-03/papa-francisco-mensaje-webinar-amoris-laetitia-familia.html

[4] Papa Francisco, Exhortación Apostólica sobre el amor en la familia, Amoris Laetitia (19 de marzo de 2016) § 118, Sana Sede. https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20160319_amoris-laetitia.html#Cap%C3%ADtulo_cuarto

El Amor es una Decisión más que un Sentimiento

Por Silvio Cuellar

Este mes celebramos el día del amor y amistad, y ya desde los primeros días de enero las tiendas se cubrían de rojo, con flores, chocolates para la enamorada o el enamorado. La realidad es que más de la mitad de los matrimonios hoy terminan en divorcios.

Quisiera compartir con nuestros lectores algunas estrategias que he aprendido en 20 años de estudio sobre temas familiares y casi 28 años de vida matrimonial.

  1. El primer paso para un matrimonio duradero, y exitoso es obviamente tener una buena Preparación Matrimonial. Lamentablemente muchas parejas de novios ponen más énfasis en la fiesta, el viaje que en conocerse lo suficiente y planificar las cosas importantes que determinarán el éxito o no de la pareja, como las metas personales y planes de pareja, las finanzas, la cantidad de hijos, la educación de ellos, y la fe. Dice una experta en relaciones que para que una pareja se conozca lo suficiente y su amor sea probado antes de casarse debe pasar por lo menos por cuatro estaciones: primavera, verano, otoño e invierno. En otras palabras, la relación de noviazgo debe como mínimo durar un año o más.
  2. El segundo paso es que la pareja comparta la Fe. Cuando de novios no se le da mucha importancia en muchos casos a la práctica de la religión y la vivencia de la Fe, pero cuando llegan los niños y las madres comienzan a ponerlos en el catecismo y llegar más frecuente a la Iglesia; frecuentemente el esposo se queda en casa y eso va acumulando tensión y hasta resentimiento que puede llevar al enfriamiento de la relación. Los barcos comienzan a viajar en direcciones opuestas, y obviamente en algún momento llegarán a destinos diferentes.
  3. El tercer paso o estrategia, es tener una comunicación activa. Quiere decir que los esposos aprendan a dialogar y expresar sus sentimientos sin ofenderse, expresar sus ideas y buscar un punto de encuentro o de acuerdo sin tratar siempre de imponerse sino más bien aprender a negociar y llegar a un acuerdo que no necesariamente será lo que yo quiera o lo que mi cónyuge quiera, sino que podrá ser una tercera opción.
  4. El cuarto paso es reconocer que necesitamos dejar que Dios nos cambie a nosotros mismos y adaptarnos a nuestra pareja para llegar a tener unidad y santidad. Cada uno de nosotros traemos cualidades y defectos que hemos ido heredando de generación en generación (bendiciones y maldiciones), entonces debemos reconocer nuestras debilidades para corregir nuestros defectos e identificar nuestras fortalezas para desarrollar nuestras virtudes y no quedarnos en la mediocridad. Personas que dicen “Así soy yo y así me tienen que aguantar”, normalmente llevan al fracaso de su familia.
  5. Un quinto paso es reconocer cuando me he equivocado y pedir perdón. Recientemente tuve un día de frustración y en la mañana al desayunar traté rudamente a mi esposa frente a uno de mis hijos adolescentes y me fui sin despedirme. Me sentí bastante mal después porque herí los sentimientos de mi esposa por algo que tal vez podríamos haber dialogado calmadamente. La llamé más tarde para pedirle perdón y reconocí mi error. Ella con mucha paciencia y sabiduría me dijo: “¿Cómo te sentirías después si hubiera tenido un accidente y el Señor me hubiera llamado y lo último que me dijiste fue un reproche?”. Y aún peor, “¿Qué clase de lección le estás dejando a nuestro hijo sobre cómo un esposo debe tratar a su esposa?”

Esas palabras de mucha sabiduría me hicieron recapacitar mucho y recordar que siempre estamos enseñando a nuestros hijos, más con nuestras acciones que con nuestras palabras y que ese día no fui un buen maestro. Lo triste es que muchas parejas se comportan de esta manera, todos los días y nunca piden perdón o dialogan sin ofenderse, entonces se van distanciando y los hijos también aprenden a comportarse de la misma manera. Recordemos, el amor es una decisión diaria, más que un sentimiento.

 

Silvio Cuéllar es músico pastoral, compositor, periodista y conferencista en temas de liturgia, vida y familia. Sirve como coordinador diocesano de la Oficina del Ministerio Hispano de la Diócesis de Providence, Rhode Island, Editor Asociado del periódico El Católico de Rhode Island y director de música en la parroquia Holy Spirit en Central Falls, RI, donde dirige coros en inglés y español.

 

Usado con permiso, este artículo fue publicado en El Católico de Rhode Island en febrero del 2022.

 

La violencia doméstica: un flagelo que destruye el matrimonio y la familia

Por Lucia Luzondo

En nuestro ministerio de evangelización a parejas y familias, vemos con frecuencia y  gran tristeza la altísima incidencia de violencia doméstica entre nuestra gente hispana.  Golpes, gritos e insultos denigrantes, personas que fuerzan el acto conyugal con sus parejas aunque no lo deseen, personas que niegan los recursos económicos a sus parejas solo para ejercer control sobre ellas, o que prohíben a sus parejas o familiares tener contacto con otras personas también con el fin de controlar, se cuentan entre los muchísimos actos de violencia física, verbal, emocional y sexual que victimizan a cientos de miles de mujeres, niños y aun algunos hombres hispanos cada año en esta nación.

En nuestra experiencia, una razón primordial del abuso doméstico es el machismo que impera en nuestra cultura, que muchas veces se complica con una baja autoestima por parte del agresor.  Este mal social que presupone la superioridad del hombre sobre la mujer, y concluye que la mujer existe solo para servir y complacer al hombre es una plaga que destroza nuestra sociedad.  Una visión del mundo y la vida que ha sido aprendida por nuestra gente y practicada por cientos de años de nuestra historia; una actitud que denigra la dignidad y la igualdad de la mujer, creada por Dios a su imagen y semejanza.  Una conducta que se esparce por el ejemplo no solo a novios y esposos, sino también a los hijos, se repite de generación en generación, y es responsable por muchísimas de las heridas emocionales y espirituales que destrozan el corazón del ser humano y dañan la esencia el matrimonio y la familia, que es la base de la sociedad.

La violencia doméstica es responsable de un altísimo por ciento de los matrimonios y familias destrozadas de nuestro país, y de muchos de los jóvenes que terminan viviendo vidas vacías, sumidos en la depresión, el alcohol, las drogas y el crimen.  Es también una de las mayores causas de muerte entre las mujeres; muerte que es muchas veces física, pero aun más, emocional.

La buena noticia es que para Dios no hay nada imposible. Cuando ponemos nuestras vidas y familias en las manos de Dios, permitimos que el Espíritu Santo inunde con su amor sanador nuestros corazones y nos damos cuentas de cuál es el plan de Dios para los matrimonios y las familias, juntos en acción y oración podemos crear conciencia, y lograr que en nuestras matrimonios y familias cristianas podamos amar como nos ama el Señor, un amor que es libre, total, fiel y fructífero.

Sigue aprendiendo en nuestra página de recursos: La Violencia Doméstica

Encontrar ayuda

Línea nacional de la violencia doméstica

1-800-799-SAFE (7233)

Chat seguro en línea: https://espanol.thehotline.org/