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Sexualidad y cohabitación

 Por Dora Tobar

El número de parejas que deciden irse a vivir juntas, sin casarse, está creciendo en los últimos años. Por eso, no es raro que tu pareja te proponga esta opción o que tu mismo(a) la estés considerando.

Pero seguramente el hecho de que otros lo hagan no es razón suficientes para que tú también te decidas por eso. La cohabitación, como lo muestran las estadísticas y lo repite la Iglesia, trae graves consecuencias para el futuro de tu relación y de tu familia, que vale la pena que consideres y discutas con tu pareja:

Datos estadísticos

  • Contrario a lo que muchas parejas piensan, cohabitar, en vez de preparar para el matrimonio crea precedentes en la relación que hacen que el 46% de las parejas que antes de casarse vivieron juntas terminen divorciándose (véase Why Marriage Matters: 26 Conclusions from the Social Sciences Marriage and the Public Good: Ten Principles, Witherspoon Institute, 2006).
  • Mucho menos de la mitad de las parejas que cohabitan, alguna vez se casan.
  • La mitad de las parejas que cohabitan terminan sus relaciones antes de los cinco años, aunque tengan hijos en común.
  • El aumento en la unión libre ha incrementado igualmente el número de niños que no crecen con su padre. Entre la comunidad hispana por ejemplo, el 42% de todos los niños hispanos nacidos en Estados Unidos en el 2006 son hijos de madres solteras, cuyos compañeros, en vez de responder por el hijo engendrado, encontraron en la inestabilidad de la unión libre una excusa para dejar sola a la madre (véase Pew Hispanic Center, Statistical Portrait of Hispanics in the United States, 2006, Tabla 11).
  • Las parejas casadas tiene  mejor estabilidad económica y posibilidades de progreso que las que cohabitan.
  • Las madres solas o abandonadas, y sus hijos, están entre la población más pobre.
  • Quienes iniciaron su vida de pareja en cohabitación tienden a seguir cambiando de pareja en relaciones igualmente inestables.
  • En cambio, la gran mayoría de los adultos no casados declararon que preferirían casarse. Así mismo, las estadísticas revelaron que los adultos casados son mucho más felices y tienen menos riesgos en todos los aspectos, que los que no están casados (véase Pew Research Center Publications, As Marriage and Parenthood Drift Apart, Public Is concerned about Social Impact. Executive Summary, July 1, 2007, p.1).

Los argumentos de la Iglesia

La Iglesia, más que juzgar a las parejas que optan por la unión libre y por iniciar su vida sexual fuera del contexto del matrimonio, se preocupa por los riesgos que corren y le duele ver que, por falta de buena información o por anti-testimonios, muchos jóvenes desconocen las enormes ventajas que el matrimonio aporta a la sexualidad y el amor:

  • La sexualidad, nos dice la Iglesia y lo confirma la psicología moderna, es la expresión más íntima y personal entre dos seres humanos. Por ella y a través de ella expresamos nuestra innata vocación a ser, no seres solitarios sino seres de comunión y encuentro. Como lo dice bellamente el Papa Juan Pablo II, la sexualidad es la huella divina en nuestra carne que nos recuerda que, no nacimos para algo, sino “para alguien” (Véase, Juan Pablo II, “Audiencia General #15 de Enero 16, 1980).
  •  En sí misma la sexualidad tiene por tanto la capacidad de unir no sólo dos cuerpos sino dos personas. Es decir, es el gesto que expresa y realiza la mutua donación que una mujer y un hombre pueden hacer de su ser (“carácter unitivo de la sexualidad”). La sexualidad es también la fuerza que nos conecta con el principio de la vida. Dios quiso que naciéramos por amor, y en el amor delegándonos, a través de la sexualidad, el sagrado encargo de colaborar en la procreación (carácter procreador de la sexualidad). Por eso, lo queramos o no, toda relación sexual interpela lo más profundo y sagrado del ser humano y lo expone, a él y a sus hijos,  a la posibilidad de ser recibidos y respetados o por el contario, de ser usados o minusvalorados.
  • Como lo advierte Pontificio Consejo para la familia, (Véase, Sexualidad Humana. Verdad y Significado, 11), cuando la sexualidad pierde su sentido de auto-donación, la civilización de “lo impersonal’ toma el poder: las mujeres se convierten en objetos de placer para el hombre y los hijos en estorbos para los padres.
  • El daño psicológico de vivir la sexualidad fuera de un compromiso de amor  se ve claro en la mujer quien, dada su estructura bio-química, al entregarse a la relación sexual genera una sustancia llamada “oxitocina” que la deja dependiente emocionalmente del hombre al cual se entregó. Si después de su entrega el hombre la deja, es por eso lógico que la mujer se sienta usada, se afecte emocionalmente, y hasta se deprima (véase Anonymous, M.D., Unprotected. A Campus Psychiatrist Reveals, Ed. Pinguin Group, 2006, p. 6-7).
  • Y ni hablar de las consecuencias para los hijos: Los hijos nacidos en concubinatos son con más frecuencia víctimas de toda clase de abuso y son sometidos emocionalmente a la inestabilidad de crecer en una relación sin garantía (véase Importancia del matrimonio para los hijos).
  •  Por eso, aunque la sociedad llama el concubinato como “amor libre” pues no está regido por ningún tipo de compromiso legal ni religioso, la Iglesia Católica no cesa de recordar que, precisamente la ausencia de dicho compromiso no sólo expone a la pareja y a sus hijos a toda clase de incertidumbre sino que impide, a veces a nivel muy inconsciente, que se genere en la vida de pareja la confianza profunda que debe corresponder a su nivel de intimidad sexual y de vida. Siempre habrá por eso quien sienta que esta situación en vez de darle libertad para amarse más, le da la ocasión para salir corriendo cuando se canse o deba enfrentar las dificultades normales del ajuste de una pareja.
  • Cuando en cambio una pareja tiene el coraje y el amor suficiente para declararse públicamente sus afectos y comprometerse  a una entrega de todo su ser, de cara a Dios y al mundo, no sólo le está dando a su pareja la mayor prueba de amor y respeto, sino que está creando una unión a la cual Dios mismo decide unirse para con su fuerza de Amor sellarla y garantizarla para siempre (véase CIC, #s. 2350; 2353,2390-2391; Familiaris Consortio, 81).

¿Por qué entonces conformarse con menos y arriesgar tanto? Si te decides por el amor y lo haces al estilo de Jesús, como un amor de entrega, tendrás a Dios mismo a favor de tu amor.

Más sobre este tema en Cohabitación, unión libre y matrimonio católico, Elementos para un matrimonio feliz y El compromiso.

El Perdón en la pareja sí es posible

Las parejas jóvenes no aprendieron a reconciliarse, porque el machismo predominante de los esposos y padres, sobre todo en otro tiempo, no dio margen a esta actitud del perdón; muchas veces se pensó que pedir perdón era humillarse ante el otro; en este caso fallaba incluso la educación, la cortesía de pedir una  excusa; fallaba la nobleza personal de reconocer la falta, el error cometido. Se pensaba que solo el inferior (la mujer, el hijo, el subalterno) era quien debía pedir perdón al superior; este no fallaba.
 
Muchos parejas de esposos no se percatan de que sus hijos son buenos observadores: aprenden más por lo que ven que por lo que oyen. Incluso, llegan a hacer sus reflexiones personales al respecto.  Hemos tenido ocasión de oír a hijos (as) de 10, 12 años, al ver a sus padres alegar, ofenderse mutuamente, guardarse rencor, etc, que dicen: ”esto es el matrimonio?. Si así es, mejor no casarse. Yo no me casaré en el futuro”.  Unos tales padres de familia destruyen con estas actitudes la ilusión de futuro que puedan tener los hijos.
 
Por el contrario, unos padres de familia que saben dialogar, deliberar juntos, perdonarse, pedirse excusas,  están haciendo escuela del perdón en su propio hogar; los hijos que ven este testimonio dicen: “qué bonito es el matrimonio. Si yo me llego a casar, que mi hogar sea como el de mis padres”. Esto es crear ilusiones positivas para el futuro entre los hijos.
 
Los hijos tienen el derecho a que los padres se reconcilien: es una situación ambivalente, incómoda,  para los hijos encontrarse ante los padres en riña o altercado: por quién sacar la cara?  Él es mi papá, ella es mi mamá.  Los hijos no saben a quién dar la razón de la contrariedad.  Muchas  veces se oye decir: él o ella me ofendió.. Por tanto, que me pida perdón. En este caso, la persona que se reconozca más noble, más consciente, que dé el primer paso hacia la reconciliación.  Incluso, que los padres pidan perdón a sus hijos; es un buen testimonio.
 
Respecto del perdón existen ideas equivocadas; por ejemplo: perdonar no es olvidar la ofensa; si así fuera deberíamos sufrir de amnesia; el perdón no es una obligación que se me impone; el perdón no es el restablecimiento de la situación previa a la ofensa; el perdón no es renuncia a un derecho; el perdón no es expresión de una superioridad moral; en este caso el perdón se convertiría en una humillación para el ofensor.
 
Descartando estas falsas concepciones del perdón, nos preguntamos entonces qué es el perdón?  El perdón es amar intensamente; en el caso de la pareja, el perdón deberá ser generoso y pleno si es un amor auténtico, capaz incluso de dar la vida por la persona que ama; perdonar es defender la causa de la humanidad, porque el que perdona lo que hace es reconocer también su condición de pecador ante quien le ha ofendido; perdonar es un acto liberador que consiste en ser capaz de romper la cadena que liga  causas y efectos; el perdón rompe la irreversibilidad de los actos humanos; perdonar es ir más allá de la justicia, pues ésta no puede ser un freno al perdón.
 
En la vida de pareja,  tal vez lo más difícil es la condición de no exigir  reciprocidad, pues muchas veces es preciso renunciar al derecho que tenemos de ser compensados por algo que nos ha hecho el otro; igualmente, no siempre nos es solicitado el perdón, ni contamos con la humildad y el reconocimiento de quien nos ofendió. Es más sencillo cuando podemos ver  el arrepentimiento del otro y los deseos de enmendar su proceder, pero muchas veces las personas nos ofenden o nos hacen daño sin darse cuenta.
 
El arrepentimiento, la verdadera humildad del otro ante su error es un elemento muy importante para facilitar el proceso de la reconciliación; exige desarrollar una visión comprensiva del otro y hacernos cargo de nuestras emociones y del efecto que éstas han generado en los demás. También el sentido del perdón es tener la oportunidad de enmendar el error, generar actos de reparación del daño y, a través de ellos, obtener  tranquilidad y aprendizajes importantes para la vida.
 

 

Sobre todo, es importante tener en cuenta que el perdón posee dimensiones trascendentales; reconstruye la relación herida y maltratada y su efecto va más allá de la pareja: afecta positivamente a los hijos, familiares y amigos. La actitud evangélica de Jesús de Nazaret  es emblemática para todos: ‘perdonar hasta 70 veces siete, lo que significa  ‘perdonar  siempre’.

Una Etapa Importante en el Desarrollo del Niño…

Los padres de familia encuentran dificultad para comprender y acompañar el proceso evolutivo de sus hijos: de infante a niño, de niño a adolescente, de adolescente a joven, de joven a adulto. A veces tratan al joven como si todavía fuera un niño y el joven quiere otro trato. Es necesario que los padres de familia, y también los educadores, conozcan el camino que la persona humana va realizando desde la cuna hasta la vida adulta.
 
Los psicólogos, con cierta sintonía entre ellos, han intuido cuatro etapas:
 
–           La anomía que va desde el nacimiento hasta los cuatro años; en esta etapa el infante identifica el bien con el placer, el mal con el dolor.    
 
–          La heteronomía va desde los 4 hasta los 8 años; en este período prevalece la autoridad de los padres y el niño acepta fácilmente la obediencia; identifica el bien con el premio y el mal con el castigo. 
 
–          La socionomía es un momento especial: va desde los 8 hasta los 16-18 años; el adolescente identifica el bien con la alabanza y el mal con la censura, con la crítica. Ya no prevalece tanto la autoridad de los padres, sino el influjo del compañero, del amigo. 
 
–          La autonomía a partir de los 18 años. El joven ya se siente autónomo, independiente; pero, se debe advertir que esta autonomía no puede ser absoluta; siempre será relativa. El joven identifica el bien con la coherencia entre lo que piensa que es bueno y lo hace, y el mal con la incoherencia entre lo que piensa como bueno y, sin embargo, hace el mal.
 
La persona humana en su proceso evolutivo no llega de un salto a la autonomía; necesita superar unas etapas que lo llevan gradualmente a la plenitud; estas etapas van haciendo del ser humano una persona y lo van integrando en la comunidad humana; los mejores acompañantes en este proceso serán los padres de familia y los educadores que son conocedores de la complejidad de este camino. Muchas veces los padres de familia y los educadores, no siendo conscientes de lo que implica hacer este camino, fallan en la educación de la niñez y de la juventud.
 
Estas cuatro etapas son a cual más importantes. Pero hoy, por razón del clima social en que vivimos, la tercera etapa (la Socionomía) es particularmente difícil; durante las dos primeras etapas (anomía y heteronomía) los padres de familia ejercen la autoridad sobre los hijos sin ningún problema; pero al llegar a los 8 ó 10 años la autoridad paterna y materna se torna difícil porque en este momento serán los amigos, los compañeros de escuela, quienes ejercerán sobre el adolescente un influjo mayor que el de los padres. Un caso concreto: el adolescente prefiere el castigo de los padres en casa a la crítica o censura de sus compañeros o amigos. Durante esta etapa de la socionomía el influjo externo de la barra de amigos, de la escuela, de la sociedad, es más fuerte que el dominio de los padres: la moda, el deporte, el celular, las diversiones, la tv., la propaganda, etc. hacen su impacto sobre el adolescente.
 
En nuestro tiempo, a causa del ambiente permisivista que predomina, los padres de familia dejan hacer su pretexto de respetar la voluntad del hijo. A veces, los padres de familia dan todo a cambio de nada. Cuándo enseñarán a sus hijos a corresponder al esfuerzo, al sacrificio de los padres por satisfacer sus necesidades?
 
El suicidio juvenil, y ahora el suicidio infantil, tienen su raíz en este hecho de dar todo a cambio de nada y no exigir la debida correspondencia: respeto, obediencia, mejor rendimiento en el estudio, colaboración en los quehaceres de casa, etc. Cuando los padres no pueden, por razones diversas, satisfacer las exigencias del hijo, éste recurre al chantaje, a la amenaza, e incluso, recurre al suicidio, como ya ha sucedido muchas veces.
 
La sociedad de consumo sabe muy bien que ganándose a los adolescentes y jóvenes para hacerles consumir sus ofertas, ha asegurado la clientela para muchos años futuros; tiene la garantía de contar con muchos consumadores. El adolescente, el joven, cuya escala de valores la recibe de la sociedad de consumo con sus ‘slogans’, como adulto seguirá en esta misma línea de conducta.
 
El diálogo, la motivación oportuna, la promoción de valores humanos auténticos, serán la clave para mantener los padres de familia el influjo sobre sus hijos adolescentes, y contrarrestar, en alguna medida la influencia de la sociedad de consumo o el influjo negativo de amigos y compañeros.
Una advertencia para los padres: nunca dos autoridades; éste es uno de los grandes errores: uno dice una cosa y el otro dice otra. Los hijos se aprovechan de la desunión de los padres, para sacar partido a su favor; pero quisieran ver a sus padres unidos y contentos, aunque esto no les servirá para sus caprichos egoístas. Deliberar y decidir juntos es la gran receta.

 

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Planes Para la Boda ‘Perfecta”

Hace unas semanas estaba hablando sobre planes de boda con una amiga de la universidad (que también va a ser una madrina de la boda). Ella se casó con su esposo el septiembre pasado, así que pensé que como ya había pasado por el proceso si misma, me podría dar un buen consejo al respecto.
 
Cuando la pregunté, entonces, que sería este consejo, no vacilo ni un momento y me dijo, “No te preocupes por hacer que todo sea perfecto. No todo va a ir según tu plan, pero recuerda que lo más importante es que te vas a casar. Es lo único que te va a importar el día de tu boda.” Es buen consejo, y uno en que he pensado mucho hace poco.
 
Justo este fin de semana pasado, mi mamá me llamó para decirme que había escuchado de su amiga que vio en Facebook que el sitio donde íbamos a tener la recepción de boda se va a cerrar. Nos tomó completamente por sorpresa, ya que no habíamos recibido ninguna advertencia sobre esto del lugar de recepción. Después de confirmar la noticia, tuvimos que intentar encontrar un nuevo sitio, solo cinco meses antes de la boda. Vamos a casarnos en julio así que esto no es una tarea fácil. La mayoría de los lugares para recepciones ya han sido reservados desde hace meses.
 
Como puedes imaginar, esto nos molestó bastante, especialmente porque habíamos específicamente planeado una boda matinal con la idea de que la recepción tendría luz natural y una vista maravillosa de los jardines justo afuera de las ventanas de nuestro (ya no existente) lugar de recepción. A Juan y yo nos gustan mucho las actividades al aire libre, tales como correr afuera, pasar en bicicleta, y excursionismo, y nosotros dos nos sentimos muy cerca a Dios cuando apreciamos Su hermosa creación, así que queríamos incorporar esto en la recepción. Encontramos el lugar “perfecto” con hermosos jardines justo fuera del comedor para que los invitados pudieran pasar en ellos a su gusto, y durante toda la recepción el lugar sería iluminado por luz natural. Habría sido ‘perfecto,’ pero ahora esta cerrado.
 
El día después de enterarnos de esto, Juan llegó al instituto de lenguaje donde apenas terminó su trabajo. Allá en Wisconsin, mis padres estaban llamando literalmente todos los lugares de recepción en que podrían pensar, sin mucha suerte, y mientras que yo ensenaba, Juan estaba investigando sitios de recepción que podríamos llamar más tarde. Cuando se terminó mi trabajo estaba muy estresada. En este punto no habíamos encontrado un sitio alternativo.
 
En el metro de regreso a casa, hablamos de como queríamos proceder ahora que la recepción perfecta que habíamos planeado se fue. Juan no parecía para nada tan estresado como yo, y me dijo que lo íbamos a solucionar. Me molestó un poco que Juan parecía tranquilo con la situación, así que intenté explicarle lo terrible que era. Juan solo me dijo, “Honestamente, solo quiero casarme contigo. La misa y los votos son los más importantes. Esto es el matrimonio. Para la recepción, vamos a encontrar una solución. Algo vamos a encontrar.”
 
En este momento me dí cuenta de que, en todo este drama, posiblemente había perdido de  vista lo que es más importante. Juan y yo nos vamos a casar. Esto es lo que hará al día perfecto para nosotros, sin importar lo que pasara. Al final de ese día, Juan y yo vamos a ser una nueva familia y una nueva expresión del amor de Dios en este mundo. Podemos empezar nuestra loca y maravillosa aventura, nuestra búsqueda de la santidad de toda la vida. Esto es hermoso y esto es perfecto.
 
Entonces para la cuaresma de este año, voy a soltar la idea de mi recepción “perfecta,” y voy a pasar el tiempo planeando la misa con Juan, eligiendo las lecturas y la música, escribiendo las peticiones, y asistiendo clases de preparación de matrimonio aquí en Santiago. Voy a ser agradecida por la bondad de Dios, por mi fé católica, mi novio increíble, mis padres a los cuales nos importan tanto a Juan y yo, y nuestra boda, en vez de pasar un fin de semana completo buscando nuevos sitios para la recepción que pensaban que nos gustarían.

 

 
En cuanto al lugar de recepción, algo vamos a encontrar.

Hagamos La Verdad Con Amor

Hacer la verdad con amor es una sentencia que encontramos en la Carta a los Efesios (4,15); aparece en el contexto de la construcción de la comunidad cristiana como cimentada en los dos pilares de la verdad y del amor. Ya en el Antiguo Testamento, en la plegaria de los Salmos, el israelita oraba a Yhavé invocándolo en estos términos: Señor, Tú que hiciste alianza con tu pueblo por amor, permanece fiel (en la verdad) a tu alianza.

Hacer la verdad con amor era un principio pedagógico que ya usaban los antiguos romanos: “firmiter in re, suaviter in modo”, que traducida a nuestra lengua española equivale a decir: mantenerse firmes en los principios, pero siendo flexibles en el modo de aplicarlos. Vemos claramente que la equivalencia del slogan de los romanos con la sentencia bíblica es patente. Uno y otro, que tienen plena validez en la pedagogía familiar; pero hoy han entrado en crisis en la educación en familia y en la escuela.

Esta crisis se manifiesta en el paso del rigorismo, al permisivismo. Solemos decir que los “extremos son viciosos”; ciertamente que lo son; el rigorismo genera niños miedosos y el permisivismo hace niños sin Dios y sin ley. Un autor describió este cambio, refiriéndose a los padres de familia, con estas palabras: “somos los últimos hijos que fuimos regañados por nuestros padres y ahora somos los primeros padres en ser regañados por nuestros hijos”.

Se hace necesario buscar y encontrar el equilibrio entre autoridad y flexibilidad. No es fácil, pero sí es posible. La sentencia de la Carta a los Efesios y el slogan de los antiguos romanos nos dan una pista: los padres de familia deben saben conciliar los grandes principios de la verdad, de la justicia, de la solidaridad, etc, con la exigencia de amor, de comprensión, de flexibilidad, de acompañamiento que necesitan el niño, el adolescente, el joven en el proceso gradual y progresivo de su crecimiento. 

Este acompañamiento tiene sus fases o etapas: el niño, el adolescente, el joven, necesitan un trato diferenciado según su edad, su carácter, su desarrollo. No es lo mismo el niño de cinco años, que el chico de doce o joven de dieciocho años; cada uno de ellos experimenta cambios diversos, vive situaciones distintas, afronta problemas diferentes, de acuerdo a la etapa de su desarrollo y de su edad. Aplicar la sentencia bíblica de “hacer la verdad con amor”, o el principio de los romanos –“firmes en defender los valores humanos y cristianos, pero flexibles en el modo de aplicarlos”- quiere decir, inculcar las normas de vida haciendo ver que son razonables y justas, pero sin autoritarismo, sin acritud, sin ánimo de amenaza o de venganza. Laberthonnière, un escritor francés, escribió que “en la familia, como en cualquier otra institución, la autoridad de quien enseña debe respetarse tanto como la libertad de quien es enseñado”.

La corrección en familia entra en esta perspectiva de la conciliación de la verdad con el amor; el Libro de los Proverbios, en el Antiguo Testamento, afirma que “Dios reprende a aquel que ama como un padre a su hijo querido” (3,12). El padre, la madre de familia, al castigar deben hacer sentir que lo hacen precisamente porque aman al hijo. La corrección con odio, con desprecio engendra odio y rechazo; la corrección con amor genera aceptación y hasta gratitud. El Evangelio de S. Lucas nos cuenta que Jesús en Nazareth iba creciendo en edad, en sabiduría y en gracia delante de Dios y de los hombre (2,52). Se podría añadir: crecía bajo la mirada tierna y dulce de María, bajo la autoridad de José y bajo el amor y la comprensión de ambos.

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¿Semana Santa o Receso de Primavera?

Hoy la Iglesia católica celebra con gozo y alegría el inicio de la Semana Santa. Los ramos, las plantas o los pañuelos que en muchas parroquias utilizaron para recordar la entrada triunfal que hace Jesús en Jerusalén nos abre la puerta a la celebración del triduo pascual: pasión, muerte y resurrección del Hijo de Dios.

La Semana Santa en muchos países coincide con el famoso receso de primavera, tiempo que muchas instituciones educativas aprovechan para descansar por el trabajo realizado desde el mes de septiembre; al mismo tiempo, nuestros hijos estarán más tiempo en la casa levantándose un poco más tarde, viendo T.V. hasta altas horas de la noche o de vacaciones dentro o fuera del Estado.

Frente al receso que vamos a vivir, nuestros hijos entienden el significado de la semana santa?, participan ellos de los actos litúrgicos como la Celebración de la Ultima Cena, el Viacrucis y la Gran Vigilia de Pascua?, oran un poco más?, practican el Sacramento de la reconciliación y asisten a la Eucaristía?, en conclusión, en su familia la Semana Santa es un tiempo de descanso o de oración?

Padres, este es el tiempo oportuno para que en familia rescatemos el sentido de la Semana Santa, eduquemos a nuestros hijos explicándoles el significado de lo que acontece el Jueves, Viernes y Sábado Santo, en casa oremos un poco más  antes de tomar un alimento o de ir a dormir, participemos de la Eucaristía y los eventos que la comunidad organiza en este tiempo, hagamos lo posible para estar más tiempo con ellos, de tal manera que la T.V. o los amigos no nos quiten el papel de formadores.

Es una semana de receso, recuerde padre que no se le debe saturar con funciones, horarios extremos o responsabilidades académicas. Ellos también necesitan descansar, salir un poco, ver T.V. o levantarse tarde; la situación  es hacer todo esto de manera equilibrada, de tal manera que vivan la Semana Santa en su parroquia pero descansen lo suficiente, oren en familia pero también vean T.V., asistan a la Eucaristía pero diviértanse con sus amigos, levántese un poco tarde pero colaboren con la casa, de un poco más pero reciba mucho más.

Familia, que en esta Semana Santa, podamos vivir la verdadera Resurrección en Cristo Jesús.

Juventud y noviazgo

En diferentes ocasiones hemos tenido la oportunidad de conversar con jóvenes que nos han manifestado su preocupación porque el tiempo pasa y piensan que se les va la oportunidad de casarse. Esto crea angustia y una ansiedad que puede alterar su capacidad de decisión y que, por lo tanto, compromete la capacidad de selección correcta, poniéndolos a riesgo de entregarse a la persona equivocada.

Recién terminó el encuentro del Papa Francisco con la juventud en Río de Janeiro. Este evento movió a muchos jóvenes y el Santo Padre dirigió muchos mensajes alentadores y de reconocimiento a todos los participantes.  A los jóvenes que colaboraron con el encuentro les dijo: “Dios llama a opciones definitivas, tiene un proyecto para cada uno: descubrirlo, responder a la propia vocación, es caminar hacia la realización feliz de uno mismo. Dios nos llama a todos a la santidad, a vivir su vida, pero tiene un camino para cada uno. Algunos son llamados a santificarse construyendo una familia mediante el sacramento del matrimonio”.

Estas palabras nos permiten darnos cuenta de que no hay prisa. No nos angustiemos si todavía no hemos encontrado a ese alguien al que podemos presentar a los demás como nuestra o nuestro compañero. Demos a Dios la chance de mostrarnos las oportunidades que podemos elegir como proyecto en nuestra vida a través del cual alcanzaremos la santidad. Este llamado puede ser el matrimonio y si lo es, Él nos pondrá en el camino a la persona que llenará nuestra vida y junto a la cual daremos cumplimiento a este proyecto cuya recompensa es la felicidad y la santidad.

Mi esposa y yo, como jóvenes maduros y adultos, pudimos esperar encontrarnos, conocernos y darnos cuenta juntos que éramos el uno para el otro. Durante la espera de cruzar nuestros caminos, descubrimos cuál era nuestra vocación y durante este proceso vivimos la experiencia de trabajar para Dios en función de servir a los demás, de sentir la plenitud de vida en el servicio y de entregarnos a los demás. De este modo, al encontrarnos, ya estábamos preparados para entregarnos mutuamente en forma total, libre, fiel y abiertos a la vida.

¿Por qué celebrar los 15 años de su hija?

Una de las fiestas a la que nosotros los hispanos o latinos dedicamos un buen tiempo es la celebración de los 15 años con interminables justificaciones: lo hacemos en honor a nuestra hija por la nueva etapa que comienza, en alegría porque una de nuestras familiares se merece eso y mucho más, en acompañamiento porque es la hija de mi mejor vecino y debo estar presente, en elección porque hago parte del grupo de chambelanes, damas o padrinos. En fin, las razones parecen ser muchas para tal ceremonia o recepción. De todo esto, ¿se ha  puesto pensar cuánto vale la fiesta en términos económicos? ¿Cuánto vale en sacrificio, tiempo y dedicación la logística de este evento?

La celebración de los 15 años se remonta a los aztecas y mayas de México, quienes realizaban ritos de pubertad para indicar la entrada de las mujeres a la vida adulta y la aceptación de responsabilidades. En estas culturas, al llegar a la edad de 15 años, las jóvenes salían de la familia a la escuela telpochcalli donde aprendían la historia y tradiciones de su cultura y se preparaban para el matrimonio. Con la conquista, los españoles, que eran católicos, incluyeron en la tradición indígena la Eucaristía. En el siglo XIX, el emperador de México Maximiliano y su esposa Carlota introdujeron el vals y  vestidos elegantes. En el 2004, la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos aprobó una liturgia específica para esta celebración en que la joven es presentada ante la comunidad parroquial como persona adulta y recibe una bendición que incluye –según el texto de los obispos- “el compromiso de la quinceañera con Dios y con la Virgen María para vivir su vida de acuerdo a las enseñanzas de Cristo”.

De esta manera podemos decir que la fiesta de 15 años tiene dos objetivos importantes. El primero es la acción de gracias que los padres hacen en la Eucaristía por ser formadores de un ser que ellos procrearon con amor y del que fueron sus guías en cada lágrima y risa que pudo sentir. El segundo objetivo es asumir las responsabilidades, toma de decisiones lógicas y la importancia del servicio en la familia y en la comunidad que a partir de este momento la quinceañera adquiere.

La fiesta de los 15 años no es un vestido costoso, una limosina, recepción con todas las comidas, cerveza y licor de todos los sabores y colores, alquiler de un salón, contratación de grupos musicales o DJs, una decoración exagerada, etc. La fiesta de 15 años es una ceremonia sencilla pero sobria, con invitados pero allegados a la familia, una recepción con lo necesario, una comida pero compartida con amor, una fiesta pero sin exceder en la música y en el licor.  Recuerde que la celebración es para su hija, no para todo el vecindario.

Si económicamente usted es de las personas que podría “tirar la casa por la ventana”, como decimos coloquialmente, hágalo ya que hace parte del grupo minoritario al que no le afecta la crisis económica por la que estamos pasando. Pero si el caso es diferente, lo invitamos a que sea sencillo en este acontecimiento. Su hija lo entenderá si hay un diálogo fraterno con ella.

Es posible que la fiesta de 15 años, que dura un poco más de doce horas, no se convierta en quince años de deuda con el banco, pérdida de la casa que con tanto sacrificio compró o problemas con el amigo que le prestó el dinero.

La vida es un ratico

Una de las canciones que interpreta el cantautor colombiano Juanes dice: “No dejemos que se nos acabe que, la vida es un ratico, un ratico nada más”. No sabemos qué tan cierto pueda ser el estribillo de esta canción, pero vale la pena analizar cómo la juventud lleva su vida.

La sociedad en la cual vivimos nos invita a no pensar en nuestras acciones inmediatas y pareciera que el que piensa pierde, puesto que todo pasa tan rápido que algunos actúan por instinto (característica de los animales), otros por intuición o sentido común y unos muy pocos con la razón y el corazón.

La vida es un ratico en la medida que tú la destruyas con actos que acaben con ella. La droga, el licor, las dietas excesivas, el sedentarismo y otras grandes amenazas están haciendo que la vida promedio del joven sea de 21 años, a tal punto que hoy encontremos en nuestras calles o parques jóvenes destruidos, depresivos y sin ilusiones.

La vida puede ser un rato largo en la medida que tú escuches la voz de la razón y del corazón actuando en pro de tu vida.

Una manera en la que los padres pueden ayudar a sus hijos es invitándolos a que cuiden su cuerpo de las drogas, concientizándolos a llevar una buena alimentación (inscribirlos en el gimnasio o haciendo ejercicio con ellos), apoyándolos para que se sacrifiquen para alcanzar sus metas, integrándolos en grupos sociales o parroquiales en beneficio de la comunidad y dialogando con ellos, volverse amigo de ellos, integrándolos en los proyectos familiares y recordándoles cuánto se los ama.

Joven, son muchas las cosas que puedes hacer en tu vida. Es tu decisión hacer que la vida sea corta o larga. Recuerda que Dios te ha dado la libertad para ello. ¡No la desperdicies, aprovéchala al máximo!