La tradición católica siempre ha reconocido que el matrimonio es también una relación natural. Personas de cualquier religión, o no creyentes pueden casarse y su matrimonio es respetable y digno pues, lo sepan o no, tiene su origen en Dios mismo que al crear al ser humano le hizo capaz de amar a su pareja y entregarse a ella para formar una sola carne.
Pertenece también al sueño natural de toda pareja el poder permanecer unidos y para siempre. Esta aspiración humana tan legítima está sin embargo amenazada con frecuencia por la debilidad del corazón humano que no siempre sabe o puede ser coherente con su íntima vocación al amor. La historia del pecado ha dejado también su rastro negativo en nuestra condición y nuestras culturas haciendo a veces que no amar o ser egoístas sea más fácil que buscar en todo el bien, incluso de quienes amamos.
Por eso Jesús, Redentor de la humanidad, vino también al rescate del amor de la pareja y además de ofrecerle su salvación que libera del influjo del mal y del pecado, está dispuesto a ser la fuerza misma de amor que, unida al esfuerzo de amor de cada cónyuge, los conduzca seguros a amarse y entregarse para siempre, al igual que lo hizo El en la cruz. De este modo, la fidelidad y grandeza del amor de Cristo se convierte en la garantía misma del amor matrimonial y hace de él una alianza indisoluble. A este don tan especial se le llama también “la gracia matrimonial” y se participa de ella mediante la celebración del “sacramento del matrimonio”.
Jesús está dispuesto a ser la fuerza misma de amor que, unida al esfuerzo o consentimiento de amor de cada cónyuge, los conduzca seguros a amarse y entregarse para siempre. A esta fuerza se le llama también “gracia matrimonial”.
Como lo describe el Catecismo de la Iglesia Católica, Dios que siempre salió al encuentro de su pueblo, sale ahora, mediante el sacramento del matrimonio, al encuentro de los esposos cristianos y “permanece con ellos, les da la fuerza de tomar su cruz, de levantarse después de sus caídas, de perdonarse mutuamente, de llevar unos las cargas de los otros, de estar sometidos unos a otros en el temor de Cristo (Ef. 5, 21), y de amarse con un amor sobrenatural, delicado y fecundo” (CIC, 1642).
Cuando los cónyuges se aman con el amor de Cristo invocado y celebrado en su sacramento y consumado en su diario vivir, se convierten también en instrumentos o “ministros del amor de Dios.” Así, a través de cada uno de ellos, Dios mismo sigue sosteniendo, escuchando aceptando, acariciando y sirviendo al cónyuge y a los hijos que nazcan de su relación. Es decir, mediante la gracia matrimonial los esposos no sólo logran ser felices sino que se convierten también en instrumentos mutuos de salvación para su cónyuge.
Por eso, si aún no estás casado, o te casaste pero no conociste antes lo que Jesús tiene preparado para tu amor, puedes hacerlo ahora, buscando el sacramento del matrimonio que ofrece la Iglesia Católica o si ya lo hiciste puedes siempre renovar tus promesas matrimoniales y beneficiarte así de su gracia.
El número de parejas que deciden irse a vivir juntas, sin casarse, está creciendo en los últimos años. Por eso, no es raro que tu pareja te proponga esta opción o que tu mismo(a) la estés considerando.
Pero seguramente el hecho de que otros lo hagan no es razón suficientes para que tú también te decidas por eso. La cohabitación, como lo muestran las estadísticas y lo repite la Iglesia, trae graves consecuencias para el futuro de tu relación y de tu familia, que vale la pena que consideres y discutas con tu pareja:
Datos estadísticos
Contrario a lo que muchas parejas piensan, cohabitar, en vez de preparar para el matrimonio crea precedentes en la relación que hacen que el 46% de las parejas que antes de casarse vivieron juntas terminen divorciándose (véase Why Marriage Matters: 26 Conclusions from the Social Sciences y Marriage and the Public Good: Ten Principles, Witherspoon Institute, 2006).
Mucho menos de la mitad de las parejas que cohabitan, alguna vez se casan.
La mitad de las parejas que cohabitan terminan sus relaciones antes de los cinco años, aunque tengan hijos en común.
El aumento en la unión libre ha incrementado igualmente el número de niños que no crecen con su padre. Entre la comunidad hispana por ejemplo, el 42% de todos los niños hispanos nacidos en Estados Unidos en el 2006 son hijos de madres solteras, cuyos compañeros, en vez de responder por el hijo engendrado, encontraron en la inestabilidad de la unión libre una excusa para dejar sola a la madre (véase Pew Hispanic Center, Statistical Portrait of Hispanics in the United States, 2006, Tabla 11).
Las parejas casadas tiene mejor estabilidad económica y posibilidades de progreso que las que cohabitan.
Las madres solas o abandonadas, y sus hijos, están entre la población más pobre.
Quienes iniciaron su vida de pareja en cohabitación tienden a seguir cambiando de pareja en relaciones igualmente inestables.
En cambio, la gran mayoría de los adultos no casados declararon que preferirían casarse. Así mismo, las estadísticas revelaron que los adultos casados son mucho más felices y tienen menos riesgos en todos los aspectos, que los que no están casados (véase Pew Research Center Publications, As Marriage and Parenthood Drift Apart, Public Is concerned about Social Impact. Executive Summary, July 1, 2007, p.1).
Los argumentos de la Iglesia
La Iglesia, más que juzgar a las parejas que optan por la unión libre y por iniciar su vida sexual fuera del contexto del matrimonio, se preocupa por los riesgos que corren y le duele ver que, por falta de buena información o por anti-testimonios, muchos jóvenes desconocen las enormes ventajas que el matrimonio aporta a la sexualidad y el amor:
La sexualidad, nos dice la Iglesia y lo confirma la psicología moderna, es la expresión más íntima y personal entre dos seres humanos. Por ella y a través de ella expresamos nuestra innata vocación a ser, no seres solitarios sino seres de comunión y encuentro. Como lo dice bellamente el Papa Juan Pablo II, la sexualidad es la huella divina en nuestra carne que nos recuerda que, no nacimos para algo, sino “para alguien” (Véase, Juan Pablo II, “Audiencia General #15 de Enero 16, 1980).
En sí misma la sexualidad tiene por tanto la capacidad de unir no sólo dos cuerpos sino dos personas. Es decir, es el gesto que expresa y realiza la mutua donación que una mujer y un hombre pueden hacer de su ser (“carácter unitivo de la sexualidad”). La sexualidad es también la fuerza que nos conecta con el principio de la vida. Dios quiso que naciéramos por amor, y en el amor delegándonos, a través de la sexualidad, el sagrado encargo de colaborar en la procreación (carácter procreador de la sexualidad). Por eso, lo queramos o no, toda relación sexual interpela lo más profundo y sagrado del ser humano y lo expone, a él y a sus hijos, a la posibilidad de ser recibidos y respetados o por el contario, de ser usados o minusvalorados.
Como lo advierte Pontificio Consejo para la familia, (Véase, Sexualidad Humana. Verdad y Significado, 11), cuando la sexualidad pierde su sentido de auto-donación, la civilización de “lo impersonal’ toma el poder: las mujeres se convierten en objetos de placer para el hombre y los hijos en estorbos para los padres.
El daño psicológico de vivir la sexualidad fuera de un compromiso de amor se ve claro en la mujer quien, dada su estructura bio-química, al entregarse a la relación sexual genera una sustancia llamada “oxitocina” que la deja dependiente emocionalmente del hombre al cual se entregó. Si después de su entrega el hombre la deja, es por eso lógico que la mujer se sienta usada, se afecte emocionalmente, y hasta se deprima (véase Anonymous, M.D., Unprotected. A Campus Psychiatrist Reveals, Ed. Pinguin Group, 2006, p. 6-7).
Y ni hablar de las consecuencias para los hijos: Los hijos nacidos en concubinatos son con más frecuencia víctimas de toda clase de abuso y son sometidos emocionalmente a la inestabilidad de crecer en una relación sin garantía (véase Importancia del matrimonio para los hijos).
Por eso, aunque la sociedad llama el concubinato como “amor libre” pues no está regido por ningún tipo de compromiso legal ni religioso, la Iglesia Católica no cesa de recordar que, precisamente la ausencia de dicho compromiso no sólo expone a la pareja y a sus hijos a toda clase de incertidumbre sino que impide, a veces a nivel muy inconsciente, que se genere en la vida de pareja la confianza profunda que debe corresponder a su nivel de intimidad sexual y de vida. Siempre habrá por eso quien sienta que esta situación en vez de darle libertad para amarse más, le da la ocasión para salir corriendo cuando se canse o deba enfrentar las dificultades normales del ajuste de una pareja.
Cuando en cambio una pareja tiene el coraje y el amor suficiente para declararse públicamente sus afectos y comprometerse a una entrega de todo su ser, de cara a Dios y al mundo, no sólo le está dando a su pareja la mayor prueba de amor y respeto, sino que está creando una unión a la cual Dios mismo decide unirse para con su fuerza de Amor sellarla y garantizarla para siempre (véase CIC, #s. 2350; 2353,2390-2391; Familiaris Consortio, 81).
¿Por qué entonces conformarse con menos y arriesgar tanto? Si te decides por el amor y lo haces al estilo de Jesús, como un amor de entrega, tendrás a Dios mismo a favor de tu amor.
Esperamos que al llegar a este punto, tú y tu pareja hayan seguido todas las recomendaciones para prepararse como personas y como pareja a la maravillosa pero comprometedora acción de dar la vida por el otro (Véase “¿Cómo sé si el matrimonio es para mí?” y “¿Somos compatibles?“). Y eso es sin duda lo más importante. Sin embargo, vale la pena también preparar bien el rito y los festejos con los cuales celebrarán ese momento sagrado en que comenzarán su entrega mutua. Por eso aquí tenemos algunas recomendaciones que les pueden ser muy útiles:
Principales pasos para la Preparación del Matrimonio
Hagan una cita con el sacerdote de la parroquia de la novia, o donde desean casarse, lo antes posible. Con él establecerán las fechas para su curso de preparación pre-matrimonial y recibirán información general.
Aparten la fecha de la boda en el templo con 6 meses de anticipación, por lo menos. Consulten este artículo para entender por qué tiene que ser un templo (y no la playa o algún parque).
Asistan al Curso de preparación Matrimonial, en los lugares y fecha que el sacerdote o el diácono de la parroquia les haya indicado. Generalmente este curso se desarrolla en dos etapas, con tres meses de distancia entre ellos, para que la pareja tenga tiempo de reflexionar sobre los temas presentados.
El curso de preparación matrimonial lo ofrece la Iglesia y es la ocasión para que la pareja dialogue sobre temas importantes y conozca mejor la naturaleza del sacramento del matrimonio.
Los cursos pre- matrimoniales tienen distintos nombres, según la diócesis donde se van a casar. Algunos de ellos son: Cursos Prematrimoniales, FOCUS, “El rito del matrimonio, sacramento y vocación”, “Pre-Cana.
También pueden realizar por su propia cuenta un “inventario prematrimonial”, que les servirá de ayuda y base para evaluar su relación de pareja y saber en qué deben aún dialogar o prepararse. Para efectuarlo, entren a las siguientes conexiones: Inventario pre-matrimonial y después confronten sus respuestas con “Respuestas inventario pre-matrimonial.”
Preparen juntos las citas bíblicas y seleccionen la música que les gustaría para su celebración Eucarística.
Preparen los siguientes documentos y preséntelos al sacerdote:
Certificado de bautizo actualizado (reciente, menos de 6 meses).
Certificado de confirmación (En algunas parroquias de algunos países, viene mencionado en el certificado de Bautismo).
En caso de estar ya casados por lo civil, presentar el certificado de la corte.
Si han tenido un matrimonio previo, con otra persona, por lo civil, deben presentar acta civil de matrimonio y acta de divorcio.
Si han enviudado deben presentar acta de defunción del cónyuge.
Si alguno de los dos estuvo antes casado por la Iglesia, deben presentar acta de anulación matrimonial, y acta de divorcio.
Si no están casados por lo civil, presentar licencia de la corte (“marriage license”). En los Estados Unidos no es necesario casarse por lo civil antes de la boda religiosa. La boda religiosa cuenta para las dos.
Certificado de que ya asistieron al curso de preparación al matrimonio. Las pláticas prematrimoniales son validas por un año.
Si van a casarse en una parroquia diferente a aquella a la cual pertenece la novia, necesitan obtener una carta del sacerdote de la parroquia donde se van a casar. En dicha carta debe de establecerse la fecha en la que contraerán nupcias matrimoniales y el nombre de los contrayentes y la petición del sacerdote de ser aceptado como ministro autorizado por la Iglesia. Esa carta se presenta a la diócesis o al lugar donde el sacerdote les recomiende entregarla. También deberá tener el membrete con letra visible para facilitar o agilizar el correo fuera de los E.E.U.U.
Para que el matrimonio eclesial sea válido a nivel Civil
Llenar la forma titulada licencia de matrimonio (marriage license)
Presentar una identificación actualizada con fotografía (ID)
Elegir el lugar donde contraerán matrimonio ya sea una Capilla Ecuménica o un Templo Religioso.
Entregar la licencia de matrimonio al que oficia el matrimonio eclesial. Les pedirá firmarla el día de la boda y se encargará de mandarla a la corte local.
Exámenes Médicos Prenupciales
En la mayoría de los condados de los E.E.U.U. no es necesario realizarse exámenes de sangre para tener el conocimiento de la salud de uno mismo o la pareja, pero como recomendación y consejo es importante que tú y tu pareja se realicen los exámenes médicos que aquí anotamos, por lo menos dos semanas antes de que se lleve a cabo la boda. Estos análisis prenupciales se hacen con la finalidad de que los dos conozcan cómo esta la salud de su pareja y para saber si alguno de los contrayentes padece alguna enfermedad que represente un impedimento para la procreación o la salud y bienestar del matrimonio. En los exámenes se determina lo siguiente:
Tipo de sangre y si se tiene compatibilidad con la pareja, pues de lo contrario los problemas se podrán presentar al momento en el que decidan procrear.
Detectar infecciones virales.
Saber si existe alcoholismo, drogadicción, impotencia o enfermedades venéreas, incluido el VIH o SIDA, así como enfermedades crónicas o contagiosas que sean incurables o hereditarias.
Presupuesto para la Boda
Al contraer matrimonio, ya sea civil o religioso se debe realizar un presupuesto de boda, tomando en cuenta que lo importante es el valor que tú le des a tu matrimonio, no qué tan grande o lujosa sea tu fiesta de boda. Crea un presupuesto de boda para que tengas una guía amplia y detallada de los artículos y símbolos que desees incluir en tu boda. También puedes ver Bodas Sencillas, para ayudarte a decidir sobre la forma en que les conviene festejar este bello acontecimiento.
Los testimonios de las siguientes parejas sobre su proceso de preparación a la boda pueden darte ideas importantes:
Dicen que “uno no manda en las cosas del amor”, que “el amor llega a su momento”, y hasta que “el amor es ciego”. Estos dichos populares son ciertos en el sentido que el amor no es algo que se pueda inducir, ni mucho menos forzar a que pase. Pero también es cierto que el amor es una entrega que supone nuestra libre decisión.
Al conocer a una persona, nos atraen de ella algunas de sus características: su físico, su carácter y hasta su manera de resolver esta o aquella situación. Pero, ¿pueden estas características que nos atraen ser la prueba suficiente para considerar a esa persona como la pareja para el resto de nuestras vidas?
Con el objetivo de ayudarte en tu búsqueda y discernimiento, queremos que consideres los siguientes consejos:
Evita que la presión social de amigos y parientes te induzca a casarte: Frases como “vamos a hacer una rifa a ver si ya sales”, “te estás quedando para vestir santos”, “si te sigues tardando, vas a tener nietos en lugar de hijos”, entre otras, pueden crearnos malestar y hacernos creer que de verdad debemos “apurarnos”. Sin embargo, por más buena voluntad de nuestros parientes y amigos, esa no es la razón para decidirnos por una persona. Por el contrario, podría inducirnos a tomar una decisión que nos lleve al fracaso. Mantén una actitud positiva, toma las cosas con calma y date el tiempo que necesitas para buscar y escoger la persona que mereces. Dios puede ser tu gran ayuda en esta búsqueda.
No escojas a alguien seducido sólo por su apariencia física: Cuantas veces no hemos oído “por su belleza, a éste o a ésta se le perdona todo” ó “De la vista nace el amor”, pero usar la belleza como único método de selección es altamente riesgoso. Es natural que lo bello y agradable nos atraiga. Sin embargo, además de ser una característica pasajera, también es cierto que, una vez nos acostumbremos al físico de la otra persona, lo que realmente nos retiene a su lado son las características que nos permitan admirarla y no sólo desearla: los valores que tenemos en común, su capacidad de amar, su inteligencia, etc… Como solía decir mi papá: “Al elegir pareja, recuerda que esa es la persona que va a educar a tus hijos y que estará contigo el resto de tu vida”.
Debes escoger a la persona con la cual encuentres mayor afinidad. Es decir, debes decidirte por alguien con quien puedas realmente compartir lo que eres: tus gustos, tus valores; tu forma de ver la vida. Para descubrir el grado de afinidad con tu pareja, la mejor técnica es el diálogo. Pregúntale a tu pareja, por ejemplo: ¿cuál es tu punto de vista en este o aquel tema?, ¿cuáles son tus metas a largo, mediano, y corto plazo?, ¿cómo es tu vida familiar?, ¿cuál es tu concepto de familia?, ¿qué importancia tiene para ti la espiritualidad?, ¿qué religión practicas?, ¿qué opinas del matrimonio?, etc.
Creer que tu pareja te dará la felicidad que buscas es un gran error: No podemos basar nuestra felicidad en otra persona. La felicidad es un sentimiento personal, una forma de asumir la vida que depende sólo de nosotros mismos y de nuestra disposición a ser felices. Por eso pensar que mi felicidad depende de otro no es realista. Es mejor decir, “Soy feliz a su lado porque puedo hacerlo o hacerla feliz.” Al dar lo mejor de nosotros mismos por el bien del otro encontraremos virtudes y cualidades que ni nosotros mismos sabíamos que teníamos. Así, dando, nos vamos haciendo seres más maduros y completos.
Recuerda: “La pareja perfecta no existe, la pareja perfecta soy yo”. Esto no significa que de hecho ya soy todo lo que debo ser. Cada cual debe madurar e irse adaptando a los cambios de la vida. Así que no te tortures ni seas duro e inflexible en el camino de elegir a tu pareja. Sé suficientemente humilde para saber que como tú, también la otra persona está en proceso. Cuenta además con el hecho que hay hábitos, costumbres y temperamentos que una persona nunca podrá cambiar. Y, mientras esas realidades no sean destructivas para nosotros o para los hijos, estamos invitados a, por amor, acogerlas con aceptación y respeto. Esto te hará más tolerante y traerá paz a tu relación.
Hoy en día, muchas parejas sueñan con casarse en un lugar exótico: una playa, un escenario natural elaborado, una ciudad ajena a sus vidas cotidianas. Esto se conoce como “bodas de destino” y su práctica se hace cada vez más popular entre parejas de novios. Sin embargo, para nosotros, los católicos, y según las enseñanzas de nuestra Iglesia, las bodas de destino no son una posibilidad. Tampoco se puede tener una boda católica en un parque, ya que el templo parroquial es el lugar apropiado para la celebración del matrimonio.
¿Por qué hay que casarnos en la parroquia?
El templo parroquial es un espacio sagrado donde contamos con la presencia real, sacramentada, viva y presente de Nuestro Señor Jesucristo en el Tabernáculo. Recordemos también que fue en la iglesia donde fuimos recibidos como hijos de Dios en la comunidad de fe a través del bautismo, donde recibimos por primera vez el cuerpo y la sangre del Señor y donde fuimos confirmados en nuestra fe. Los Sacramentos son signos y símbolos del amor infinito de Dios, y nos ayudan crecer en madurez espiritual. En fin, todas nuestras grandes alianzas y experiencias de fe ocurrieron dentro del templo parroquial y por ello es justamente allí donde debemos celebrar este evento único en la vida. Un evento en el cual contraeremos una alianza de amor de por vida con nuestra pareja y con Dios: nuestro matrimonio. El matrimonio es un sacramento, o sea, un signo visible de la gracia de Dios que es invisible en el cual Dios sella la pareja con su amor, su gracia y su presencia, que será la roca firme que sustentará el matrimonio.
Es esta gracia divina que se recibe en el Sacramento del Matrimonio la que ayudará a pareja en los momentos difíciles a superar las pruebas que trae la vida. Es la presencia de Dios, quien es el amor mismo, la que ayudará a la pareja a mantener viva la llama de su amor, a amarse como Dios ama, buscando siempre el bien del ser amado, aun en los momentos en los que se “termina la luna de miel”. Los ayudará a crecer en perdón, humildad, respeto, responsabilidad, confianza, y más. Por ello, debemos celebrar nuestra boda en el templo parroquial, pues la celebración del Sacramento es un evento sagrado y, por lo tanto, infinitamente más importante que cualquier otro escenario, por más hermoso e impresionante que este sea.
Poner el sacramento encima de la fiesta
Por este motivo, la Iglesia no autoriza la celebración de un matrimonio sacramental fuera del recinto santo del templo parroquial. Exhortamos a todas las parejas comprometidas a que planeen el lugar de su recepción (la cual sí puede ser en la playa o cualquier otro lugar exótico) alrededor de la iglesia, y no la celebración del matrimonio en la iglesia alrededor de su lugar predilecto para la recepción. Es importante que la pareja tenga sus prioridades en orden y no pierda la perspectiva de lo que es realmente importante, ya que sin duda recibir el sacramento es supremamente más importante que cualquier fiesta.
Casarse en la iglesia es crucial para el éxito del matrimonio ya que para recibir el sacramento la Iglesia nos pide que recibamos una buena preparación matrimonial. Este requisito no está diseñado para hacerle el proceso difícil a la pareja. Más bien, la Iglesia en su sabiduría y su amor por sus hijos, exige una preparación matrimonial para que la pareja tenga un concepto claro de la alianza indisoluble a la cual se comprometen. También se requiere esta preparación ya que está comprobado que las parejas que lo reciben (a través de un sólido curso pre-matrimonial y un inventario matrimonial) perciben una reducción de 50% en la incidencia de divorcio. Adicionalmente, las parejas que abrazan un método de planificación familiar natural en su vida matrimonial reducen el índice de divorcio a menos del 5%, lo cual podemos considerar como un “seguro matrimonial”.
Recordemos, como hemos compartido en otros artículos, que la boda es un día, pero el matrimonio es para toda la vida. Es después de la boda, cuando se consuma el matrimonio en el acto íntimo que comienza el camino del matrimonio. Un camino que es mucho más hermoso, pleno y seguro cuando lo caminamos de la mano de Dios.
La Planificación Familiar Natural (PFN o NFP por sus siglas en inglés) es una serie de métodos para posponer un embarazo o para lograrlo, basándose, por una parte, en la observación de la fertilidad de la mujer, y, por otra, en la adecuación de la actividad sexual de los esposos a dicha fertilidad. Ayuda a vivir la paternidad de modo responsable, tanto para concebir como para espaciar o limitar los embarazos.
¿Cómo funciona la PFN?
Los métodos modernos de la PFN se basan en el conocimiento científico de la fertilidad y en la decisión de la pareja de donarse en una relación sexual con la posibilidad o no de embarazarse respetando las leyes naturales de fertilidad e infertilidad. Algunos métodos modernos son: el Método de Ovulación Billings, Liga de Pareja a Pareja, el sistema FertilityCare del Modelo Creighton (CrMS), Familia de las Américas y el Método Marquette. Lo que los asemeja es que todos parten de dos hechos científicamente constatables: 1º. Que el hombre es fértil todos los días de su vida mientras que la mujer en cambio lo es sólo algunos días del mes. 2º. Que la fertilidad femenina tiene signos que la pareja puede aprender a reconocer para que absteniéndose de relaciones sexuales en dichos días pueda evitar un embarazo o, por el contrario, planear responsablemente la gestación de una nueva vida.
¿Cómo se aprende un método moderno de la PFN?
Los cursos, libros y talleres que informan y enseñan sobre la PFN están orientados a que la pareja, juntos, aprendan a reconocer y llevar nota de los signos fisiológicos de la fertilidad femenina (aumento en el flujo y viscosidad del moco cervical, aumento de la temperatura basal de la mujer, pequeña punzada en el bajo vientre, etc.), para que puedan regular su actividad sexual de acuerdo a los signos que la naturaleza misma les ofrece. Este aprendizaje es muy sencillo y su práctica toma tan solo un par de minutos diarios y tiende a volverse una rutina, como un hábito más de la higiene personal. De todos modos, solo personas capacitadas y autorizadas por la Iglesia deben de dar esta instrucción, como aquellas delegadas por las distintas oficinas para la vida familiar, en todas las diócesis del país. Visite esta página para encontrar el coordinador de la PFN de su diócesis.
¿Qué beneficios tiene la PFN?
La PFN no tiene ningún riesgo para la salud de las personas y es muy eficaz, si se aplica con verdadera motivación y consistencia, por parte de la pareja. La PFN no requiere medicinas, ni artilugios, ni cirugía. A nivel de la vida de la pareja sus beneficios son enormes: La esposa se preserva a sí misma de químicos o aparatos intrusos y permanece con su ciclo natural. El esposo comparte la planificación y responsabilidad para PFN. Ambos aprenden un grado más alto de auto-dominio y un respeto más profundo del uno para el otro, que redunda en mejor intimidad y goce para la pareja. Y por último, la pareja se hace más consciente de su extraordinaria y generosa contribución y responsabilidad como co-creadores con Dios de nuevas criaturas. Es cierto que PFN involucra sacrificios y abstinencia sexual periódica y puede, a veces, ser un camino difícil, tanto como cualquier vida cristiana seria, ya sea ordenada, consagrada, soltera o casada.
¿Qué quiere decir la paternidad responsable?
La Iglesia Católica nos enseña que el don de la fertilidad es una bendición para la pareja pero también una grave responsabilidad por cuanto implica acoger con amor, criar con responsabilidad y educar a una nueva criatura. Por eso la Iglesia, en el Documento Humane Vitae (#10) nos recuerda que, “el ejercicio responsable de la paternidad exige que los cónyuges reconozcan plenamente sus propios deberes para con Dios, para consigo mismos, para con la familia y la sociedad, en una justa jerarquía de valores”.
¿Por qué la Iglesia Católica no acepta la anticoncepción?
Los anticonceptivos separan de forma arbitraria y hasta agresiva, el acto conyugal de su natural apertura a la vida, destruyendo u obstruyendo la fertilidad, y con ella el poder creador de Dios que le es encomendado a su responsable arbitrio. Los métodos naturales, en cambio, no interfieren deliberadamente con la apertura a la vida de la unión conyugal, sino que la ajustan al ritmo de la fertilidad, absteniéndose de relaciones sexuales cuando desean espaciar los nacimientos de los hijos, o planeándolas, cuando deciden acoger responsablemente el don de una nueva vida. Por anticonceptivos se entienden, el aborto y todo tipo de método que le destruya al acto conyugal su capacidad procreadora. Esto incluye todo uso antinatural del acto conyugal (como coitus interruptus o coito interrumpido) y la utilización de todo tipo de anticonceptivos, ya sean de barrera (como los preservativos, etc.), o los químicos (como las píldoras anticonceptivas, los inyectables, y los implantes) y los mecánicos (como los dispositivos intrauterinos). Los métodos químicos y mecánicos mencionados son abortivos y eso hace que su uso sea más grave todavía.
Ciertamente nuestro pueblo hispano atesora el valor de la familia. Sin embargo, es también una realidad que los hispanos somos el segundo grupo étnico con mayor incidencia de violencia doméstica en Estados Unidos. Esta es una estadística real aun entre personas que asisten a nuestras iglesias en las diferentes diócesis de esta gran nación.
En su carta pastoral sobre la violencia doméstica, los Obispos de Estados Unidos definen el abuso como “cualquier clase de comportamiento utilizado por una persona para controlar a otra a través del miedo y la intimidación. Éste incluye el abuso emocional y psicológico, los golpes, y el ataque sexual” (Cuando pido ayuda: Una respuesta pastoral a la violencia doméstica contra de la mujerdel Comité de Obispos sobre el Matrimonio y la Vida Familiar, USCCB).
Es trágico ver cómo la dignidad de las personas, lastimosamente en su mayoría mujeres, es destruida por la violencia doméstica de sus parejas, hijos/as, padres y otros familiares. Muchas veces la violencia doméstica nace de actitudes arraigadas y aprendidas en nuestra cultura, tales como el machismo, las adicciones al alcohol y las drogas (que limitan la capacidad cognitiva y emocional de las personas), al igual que las tensiones extremas que enfrentan muchos hispanos por su situación inmigratoria, la falta de trabajo y la discriminación.
Pero aunque las razones que dan pie a actitudes violentas entre hispanos son reales, la violencia doméstica no es aceptable ni justificable bajo ningún concepto. Los Obispos claramente nos dicen que “[e]n realidad, la violencia en contra de cualquier persona es contraria al mensaje del Evangelio de Jesús deÁmense los unos a los otros como yo los he amado”. Este tipo de violencia también es un crimen que se paga con la cárcel (Ibid.).
De igual modo, las Sagradas Escrituras nos enseña que cualquier cosa que hagamos al cuerpo humano, ya sea el nuestro o al de otra persona, se lo estamos haciendo al templo de Dios (1 Cor 3: 16). Oremos porque que el Espíritu Santo ilumine la mente y el corazón de los agresores para que se abran a la cultura de la vida y del amor.
En el mes de septiembre, la Iglesia celebra el mes de la Biblia. Esto se debe a que fue un 26 de septiembre de 1569 que se terminó de imprimir la primera Biblia en español. Gracias a la realización de esta edición traducida por Casiodoro de Reina, los hispanoparlantes hemos tenido el privilegio de acceder a la Palabra de Dios en nuestro idioma.
Ciertamente, la Biblia es la Palabra de Dios inspirada por el Espíritu Santo. En ella, Dios se revela a la humanidad y manifiesta su Plan perfecto para nosotros, el cual podemos resumir en solo una palabra: Amor. El Evangelio según San Juan afirma que Aquel que es la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Por ello podemos de alguna manera decir que la Biblia es Dios mismo; y quien la lee está frente al mismo Dios; y el que está frente a Dios es iluminado, es transfigurado por la luz que proviene de Dios.
Por ello, el matrimonio y la familia que lee y medita en la Palabra, juntos la comparten y oran inspirados por ella, son necesariamente iluminados por el mismo Dios y transformados en El, quien es el Amor, y llevados a un compromiso de vida donde reina el Amor. Les invitamos en este mes de la Biblia a reunirse como matrimonio y como familia a leer, meditar y orar con la Palabra y le instamos a mantener siempre esta sana costumbre. Y Dios, quien no se deja ganar en generosidad les dará la luz para entender su mensaje, la sabiduría para hacer las mejores decisiones, la fuerza para superar las pruebas y el amor para formar matrimonios y familias ¡que inspiran!
En otros artículos hemos hablado sobre la Biblia como fuente de fe y esperanza para el matrimonio y como vehículo para, reflexionando en ella, mantenerse como esposos unidos en el amor; un amor que ellos reciben como regalo que Dios quien es Amor mismo. Mencionamos también que la Palabra de Dios contenida en la Biblia es alimento que da frutos de vida en la pareja.
Ahora queremos puntualizar que los beneficios que generan la lectura, reflexión y práctica de la Palabra de Dios son también extensivos a toda la familia. Por tanto, les animamos a escuchar el llamado de nuestra Santa Madre Iglesia que en el Año de la Fe nos invita y motiva a leer, reflexionar, compartir y escudriñar la Palabra de Dios en familia para que ésta genere frutos de vida no solo en los esposos, sino en los hijos; frutos que se manifiesten en una fe viva y se traduzcan en obras que reflejen el amor de Dios tanto en la familia como en la comunidad de fe y la sociedad.
Estamos conscientes de que muchas familias entienden estas verdades y desean compartir en familia la Palabra de Dios, pero no saben cómo hacerlo de una manera entretenida y efectiva. En septiembre, también celebramos el mes de la herencia hispana que nos recuerda con orgullo los valores familiares y las profundas raíces de fe católica, tan importantes para nuestras familias hispanas. Y precisamente los beneficios de leer, reflexionar y vivir la Palabra de Dios y la importancia de fomentar nuestros valores y catolicidad en nuestras familias fueron los que inspiraron la elaboración de la Biblia Católica de la Familia como un recurso rico y efectivo para ayudar a los padres de familia, los hijos y aun la familia extendida, a lograr el objetivo de leer, compartir, profundizar y hacer vida en el seno de la familia hispana.
Esta edición de la Biblia fue elaborada por un equipo de hispanos para hispanos (y por lo tanto, con un alto sentido de nuestras raíces hispanas) para ayudarles a comprender la Palabra, orar con ella, conocer los personajes de la Biblia y dar a la familia hispana motivación e ideas prácticas de cómo vivir la Palabra en familia y cómo motivar a todos sus miembros a realizar obras de servicio y misericordia entre ellos y por los demás.
La Biblia Católica de la Familia cuenta también con cientos de artículos de reflexión y múltiples recursos que alimentan la fe católica en familia y que ayudan a los miembros de la familia a superar los retos de la vida. Estos recursos incluyen entre otros un índice temático de lecturas bíblicas y reflexiones para ayudar a superar situaciones tales como la pérdida de un ser querido, la falta de perdón y momentos de enfermedad, tiempos en los que la perseverancia es necesaria.
En otras palabras, la Biblia Católica de la Familia ofrece una infinidad de recursos que alimentan la vida de la familia desde nuestro contexto cultural hispano. Le invitamos a que acepte la exhortación de nuestra Iglesia a fomentar la fe en familia a través de la lectura, reflexión y vivencia de la Biblia en familia y maravíllese de cómo esta práctica dará frutos de amor, unión y vida en todos los aspectos de su vida familiar.
Paso 2 para preparar la Liturgia del Sacramento del Matrimonio:
Seleccionar la música
** No se olviden que antes de escoger la música, hay que decidir si se va a celebrar el rito del Matrimonio dentro o fuera de una Misa porque esto afectará los cantos que hay que escoger. En esta página pueden ver las opciones.
Sugerencias de Silvio Cuéllar, músico pastoral y compositor
En este artículo voy a compartir algunas sugerencias sobre cómo planificar la música para su liturgia de bodas, y qué pasos seguir para que el día de su boda sea un día de mucho gozo y alegría recibiendo el Sacramento del Matrimonio.
Primeramente, quiero recordarlos que deben hablar con el párroco de su parroquia o la iglesia donde se van a casar con por lo menos seis meses a un año de anticipación. El párroco les explicará los requisitos y les pondrá entonces en contacto con el director de música de la parroquia. Tal vez ustedes quieran contratar músicos adicionales o tengan alguna persona que les gustaría que cante, pero deben consultar primero con el director de música. En muchas parroquias los directores de música tienen un contrato de exclusividad para tocar todas las bodas, pero pueden preguntar si es que desean tener músicos adicionales o algún cantante invitado y él les explicará cuáles son las reglas y los pasos a seguir.
Otro punto importante a considerar es que, en una boda católica, ya sea dentro o fuera de una Misa, solamente se debe cantar música litúrgica apropiada, que haya sido aprobada por las conferencias de obispos. Las canciones seculares de amor, románticas o sus cantos favoritos, deben ser más bien programadas para la recepción y la fiesta. Hay mucha música hermosa y apropiada compuesta exclusivamente para la liturgia que pueden escoger. Consulten los enlaces que he puesto al final de este artículo, donde encontrarán diferentes opciones. Veamos algunas sugerencias de música para la liturgia de bodas.
Música de Preludio Pueden sugerir algunos cantos instrumentales antes de la liturgia mientras van llegando los invitados para evitar conversaciones dentro de la Iglesia y mantener un ambiente sagrado y de oración. Normalmente la Iglesia tendrá un organista/pianista y un solista que acompañe, pero pueden pedir contratar instrumentistas adicionales como un violín, flauta, trompeta y tal vez más cantantes. Recuerden que cada músico que inviten estará ofreciendo su tiempo, talento y merece una justa remuneración. Deberán incluirlos en su presupuesto para la boda y consultar con el director para saber los precios.
Ritos Iniciales – procesional y canto de entrada Procesional: Durante la procesión con las damitas, y los niños que llevan las flores y los anillos, se acostumbra tocar música instrumental. Una selección muy común para este momento es el Canon en D. Entrada: Durante la entrada se acostumbra tocar la marcha solemne. También pueden escoger un canto litúrgico o de acción de gracias qué puede ser cantado por el solista, el coro o interpretado por los Instrumentistas. Luego de concluir la entrada, el sacerdote hará un saludo inicial seguido por una oración. Durante la Misa de bodas no se canta el Gloria.
Liturgia de la Palabra – salmo y aclamación En la Liturgia de la Palabra tenemos la Primera Lectura, el Salmo Responsorial, la Segunda Lectura, la Aclamación antes del Evangelio, el Evangelio y la homilía. Pueden visitar esta página para ver las opciones de las lecturas y comentarios de un licenciado en teología sagrada. El director de música a lo mejor tiene unas sugerencias sobre el salmo responsorial, ya que debe ser cantado, y la aclamación antes del Evangelio.
Liturgia de la Eucaristía – santo, aclamación memorial, gran amén, ofertorio, canto de comunión, canto mariano Si la boda se celebra dentro de una Misa, incluye la Liturgia de la Eucaristía. Este es un momento central e importante en la liturgia, donde el pan y el vino se transforman para convertirse en el cuerpo y la sangre de nuestro Señor. Comienza con el ofertorio y aquí tienen oportunidad de seleccionar otro canto que vayan a usar. Nuevamente consulten la lista de sugerencias. Luego del ofertorio tenemos el santo, la plegaria eucarística incluyendo la aclamación memorial, el gran amén seguido por la oración del Padre Nuestro. El director de música a lo mejor tiene unas sugerencias sobre estas selecciones musicales. Después viene la bendición de los esposos, el cordero de Dios y la Comunión. Aquí pueden escoger uno o dos cantos de comunión, dependiendo cuán grande sea la cantidad de asistentes a la Misa. Una tradición muy hermosa que también se usa bastante es que los esposos lleven un ramo de flores a la Virgen María después de la comunión, haciendo juntos una oración pidiendo que la Virgen interceda por su matrimonio. Ésta es una buena oportunidad para que los músicos canten el Ave María o algún otro canto con texto mariano.
Rito de Conclusión – marcha o canto de salida Hemos llegado al final de la liturgia. En los Ritos de Conclusión tenemos la oración después de la Comunión (en una Misa) y la bendición solemne que imparte el sacerdote o el diácono a los recién casados. Para la salida se puede usar también otra marcha solemne o un canto de acción de gracias o de alabanza, que sea apropiado para la liturgia.
Algunas recomendaciones adicionales: Entréguenle una copia de las lecturas a las personas que van a leer para que practiquen con tiempo y aprovecha el ensayo con el sacerdote o el diácono para que puedan familiarizarse con el lugar y practiquen con el micrófono desde el ambón. De la misma manera inviten a los ministros eucarísticos al ensayo para enterarse de las costumbres de la parroquia y dónde van a distribuir la Sagrada Comunión.
A continuación, encontrarán también una lista de reproducción de cantos que normalmente se usan en la parroquia de San Patricio en Providence para bodas en inglés y otra lista de reproducción para bodas en español. También encontrarán más opciones de música en el enlace de Sugerencias de Música para la celebración del Matrimonio.
Que Dios los bendiga y recuerden que este es uno de los días más importantes de su vida al unirse como pareja en el Sacramento del Matrimonio. Por lo tanto, pónganle tanto cuidado a la planificación de la liturgia como a la recepción y la fiesta, todo saldrá hermoso y Dios les llenará de muchas bendiciones.
Recuerden de consultar siempre en su parroquia con el párroco y no tengan pena de sugerir cantos y lecturas apropiadas que encontrarán en estos siguientes enlaces.
Silvio Cuéllar es músico pastoral, compositor, periodista y conferencista en temas de liturgia, vida y familia. Sirve como coordinador diocesano de la Oficina del Ministerio Hispano de la Diócesis de Providence, Rhode Island, Editor Asociado del periódico El Católico de Rhode Island y director de música en la parroquia San Patricio en Providence, donde dirige coros en inglés y español.
Sugerencias del P. Heliodoro Lucatero
Por tratarse de un sacramento, la celebración del matrimonio tiene su propia liturgia donde la música es un elemento muy importante. Por eso es esencial que haya una previa preparación de la música y los cantos que se han de usar en la celebración matrimonial. De esta manera se puede asegurar que se han escogido las letras y músicas apropiados que no sólo creen un ambiente solemne de recogimiento y oración sino que muevan también a que todos los asistentes participar con el canto.
Con este fin es importante que en la selección y preparación de la música para la boda estén involucrados tanto el párroco o ministro que presidirá la celebración, como el ministro de música. Ellos pueden orientar y explicar a la pareja el tipo de cantos y músicas que son acordes con la sacralidad y el contexto de oración del rito matrimonial. Así por ejemplo, no es aconsejable cantos de amor que no tengan sentido religioso, como “Eres tú”, de Mocedades; o que se decida cantar un canto a la Virgen en el momento de la comunión cuando lo indicado litúrgicamente es que en ese momento se entone un himno referente a la eucaristía como tal.
En otras palabras, la selección de letras y músicas deben seguir las normas y requerimientos de la liturgia de matrimonios. Es conveniente por eso que al seleccionarse se tengan en cuenta las siguientes preguntas:
¿Se han escogido cantos apropiados para cada momento litúrgico (Himno de entrada que convoque, salmo que corresponda a textos indicados para el matrimonio; música solemne para enmarcar el momento de la pronunciación de los votos o consentimiento de la pareja; canto de ofertorio que indique la presentación de las ofrendas, canto de comunión que sea un himno eucarístico, himno o marcha de salida apropiado para bodas)?
¿Puede la asamblea cantar los cantos junto con el coro?
¿La música y los cantos de la liturgia matrimonial son litúrgicos o seculares?
La música secular no es apropiada para uso litúrgico aunque hable de amor o haga referencias al amor. Los cantos y la música litúrgica para un matrimonio deben de tener como característica principal la expresión de fe de la Iglesia. Todos los sacramentos, incluyendo el matrimonio, celebran el misterio pascual de Cristo. Así, el misterio pascual de Cristo expresado en el sacramento del matrimonio es: la entrega total y fiel de Cristo a la humanidad, de la cual el amor y entrega de los novios se convertirá en signo sacramental.
Es igualmente importante que la música litúrgica para el sacramento del matrimonio no llame la atención hacia sí misma o hacia quien la dirige y ejecuta, sino que apunte hacia el misterio que se está celebrando.
El Padre Helidoro Lucatero anteriormente fue director de culto de la Arquidiócesis de San Antonio y ofrece talleres sobre temas como la formación litúrgica y la participación activa de la asamblea.