Tag Archives: felicidad

La belleza del Matrimonio

La belleza del Matrimonio

Por: Ana C. De la Garza

Hay una frase que dice “El Matrimonio es como un jardín: requiere de mucho amor y un poco de trabajo cada día”.

Y es que el amor en el Matrimonio no hay que darlo por sentado, siempre hay que cuidarlo, alimentarlo y trabajarlo. Recuerdo una vez un consejo que nos dio un Sacerdote en una homilía y me parece muy importante compartirlo; nos dijo que todos los días nos dedicáramos 15 minutos en pareja, sin ninguna distracción de celulares, televisión, hijos, etc. 15 minutos para conversar, mirarnos cara a cara, estar juntos y cultivar nuestra relación.

Yo también les recomiendo ponerse una cita al mes, como un “date”, donde puedan hacer algo juntos que disfruten como pareja. Desde preparar una cena romántica o ir a algún lado a cenar, ir a andar en bicicleta o al cine, o incluso ver una película juntos en casa, pero sólo ustedes dos.

Dios diseñó el amor de esposos para que fuera una ayuda mutua, una compañía. Para no estar solos en este camino de la vida, para ser un reflejo del amor de Dios, para ser fecundos y educar y formar a nuestros hijos. Recordemos el pasaje del Génesis que habla de esto:

Dijo luego Yahvé Dios: No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. ( Gn 2, 18 )

“De la costilla de Adán, Dios formó a la mujer, para ser su compañera, para acompañarse el hombre y la mujer en esta vida, para ser mejores amigos en el matrimonio y hacernos la vida mejor y más llevadera”.

Después dice: “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne” ( Gn. 2, 24 ) . El designio de Dios en esta unión es perfecta, hacerse una sola carne, una unión perfecta, que da el fruto de los hijos”.

Yo sé que existen dificultades en la vida cotidiana, en la relación de los esposos, y hay dos consejos que me gustaría compartir con ustedes para saber llevar la vida juntos:

  1. Perdonar. Perdonar las fallas del cónyuge. Y no recordarle en una discusión todas las cosas del pasado que nos molestan. Ya que esto sólo genera más conflicto.
  2. Ceder. No tratar siempre de tener la razón, habrá momentos en que será mejor ceder. Yo sé que hay cosas que son muy importantes para llegar a un acuerdo, como educar en la fe a los hijos, o los valores que queremos vivir en nuestra familia. Pero hay cosas triviales de la vida en las que no tenemos que llevar todo al campo de batalla.

El amor de pareja tiene sus etapas en la vida, vamos de la etapa del enamoramiento en la que todo es perfecto y sentimos mariposas en el estómago, a la etapa del amor y mayor intimidad, hasta llegar al verdadero amor de compromiso. Y al ir madurando el amor es posible que se atraviese por algunas crisis. Por eso es importante, en primer lugar, agarrarse de la mano de Dios, como dice la palabra Ma-tri-monio somos tres y en medio de esta relación debe estar Dios para que nos sostenga y nos lleve de su mano en este camino de la vida. Encomendar nuestro Matrimonio a Dios a través de los Sacramentos y de la oración,  también es importante. Si en algún momento sienten que no pueden, no duden en pedir ayuda; a un Sacerdote o a algún consultor especialista en Matrimonio. Yo recomendaría un especialista que fuera Católico y que conociese el Método de Jhon Gottman para terapia de pareja.

https://www.gottman.com/about/the-gottman-method/

Para terminar, les recomiendo encomendar siempre su Matrimonio a la Sagrada Familia. ¡Quiénes mejor que Nuestro Señor Jesucristo, su madre la Santísima Virgen María y San José para acompañarnos y guiarnos en nuestro Matrimonio y Familia!

La felicidad, el sufrimiento y el sentido de la Pascua

¿Acaso hay alguien que no quiera ser feliz? Las parejas de novios esperan que sus matrimonios resulten ser uniones felices y satisfactorias. Los padres quieren que sus hijos sean felices. Y si pudieran, innumerables personas prestarían felicidad a amigos, vecinos e incluso a personas que nunca han conocido.

Pero la felicidad es un reto. Después de todo, ¿sabemos siquiera lo que significa la “felicidad”?

El abad Christopher Jamison, benedictino británico, escribió en su libro de 2008 El Don de la Felicidad: “La suposición subyacente es que cuando la gente usa la palabra ‘felicidad’ todos quieren decir lo mismo, es decir, el concepto muy vago de ‘sentirse bien'”.

El abad Jamison dijo que “los significados contemporáneos de ‘felicidad’ implican principalmente sentirse bien”. Aunque “no hay nada malo en sentirse bien”, dijo que esta definición habitual de “felicidad” le parecía demasiado reducida.

“Para encontrar la felicidad, tenemos que ampliar nuestra definición, de modo que sentirnos bien se sitúe en el contexto más amplio de hacer el bien y conocer el bien”, explicó el abad.

La Pascua vincula directamente el sufrimiento con la plenitud de la vida. A la muerte de Cristo le sigue la resurrección. Así, para los cristianos, la felicidad y el sufrimiento no están desvinculados; “sentirse bien” no define en sí la felicidad.

Esto no quiere decir que los cristianos deban disfrutar del sufrimiento o buscarlo a propósito. Sin embargo, el mensaje de la Pascua es que el sufrimiento no tiene por qué suprimir el camino a la desesperanza y la infelicidad.

En su encíclica de 2007 sobre la esperanza, el Papa Benedicto XVI escribió que “es importante sin embargo saber que yo todavía puedo esperar, aunque aparentemente ya no tenga nada más que esperar para mi vida o para el momento histórico que estoy viviendo” (Spe Salvi, 35).

Monseñor Stephen Rossetti habló sobre el sufrimiento, la felicidad y el matrimonio en un discurso pronunciado el 25 de febrero en la Diócesis de Rockville Centre, N.Y. Es profesor clínico asociado de estudios pastorales en la Universidad Católica de América y es ampliamente reconocido por su experiencia en cuestiones de bienestar sacerdotal.

“Para la mente secular, el sufrimiento y la felicidad se excluyen mutuamente. La presencia de uno niega la otra”, dijo Mons. Rossetti a un grupo de sacerdotes. Es interesante que en este punto haya centrado su atención en el matrimonio, ya que su discurso se enfocó en gran parte en la satisfacción que experimentan tantos sacerdotes en Estados Unidos, a pesar de las grandes presiones que sufren en este momento.

Hoy en día, en EE. UU. se “asume en gran medida” que el sufrimiento y la felicidad son extraños el uno al otro, sugirió monseñor Rossetti. Lo lamentable, en su opinión, es que “esta creencia en la incompatibilidad mutua de las dificultades y la satisfacción está devastando las relaciones y destruyendo vidas”.

Monseñor Rossetti dijo que “cuando los matrimonios jóvenes experimentan dolor y lucha, suelen suponer que algo va mal en su matrimonio. Muchas veces el matrimonio se rompe precipitadamente”. Expresó su preocupación por el hecho de que “cuando la gente encuentra obstáculos en su vida y en su trabajo, asume lo peor. Se asume que si estamos sufriendo es que algo va mal”.

Tener una teología del sufrimiento “nos ha ayudado a los sacerdotes durante nuestro tiempo de prueba”, dijo monseñor Rossetti; ayuda a reconocer “que el sufrimiento y la felicidad no son incompatibles”. De hecho, añadió, “no podemos alcanzar la verdadera felicidad y plenitud humanas sin él. No hay resurrección sin la cruz”.

Monseñor Rossetti cree que “intuitivamente, las personas sabias llegan a comprender esto. Los matrimonios mayores se dan cuenta de que el matrimonio a veces implica un trabajo duro. Llegan a comprender que los niveles más profundos de intimidad sólo pueden alcanzarse a través de esas luchas”.

Así es “con cualquier vida”, dijo. “Los niveles más profundos de santidad y alegría sólo pueden encontrarse atravesando la oscuridad”.

Los obispos católicos de Nueva Zelanda publicaron una carta pastoral sobre el sufrimiento en 2010. “Sabemos que el sufrimiento no puede erradicarse totalmente. Forma parte de la vida”, comentaron los obispos. Estaban convencidos de que, “sin poder evitar el sufrimiento, ninguno de nosotros debería enfrentarlo solo”.

Los obispos dijeron que María, cuyo hijo murió en una cruz, “proporciona la perspectiva y la motivación para que utilicemos las dificultades, las decepciones, las pérdidas y cualquier cosa que afecte negativamente a nuestras vidas para profundizar en nuestra comprensión de lo que es la vida y para acercarnos a Dios y a los demás”.

En su encíclica sobre la esperanza, el Papa Benedicto dijo que, aunque se pueden hacer esfuerzos “para limitar el sufrimiento”, (cf. Spe Salvi, 37), no es posible “suprimirlo” (cf. Spe Salvi, 37). ¿Entonces, qué debe hacer y pensar la gente? El Papa dijo:

Precisamente cuando los hombres, intentando evitar toda dolencia, tratan de alejarse de todo lo que podría significar aflicción, cuando quieren ahorrarse la fatiga y el dolor de la verdad, del amor y del bien, caen en una vida vacía en la que quizás ya no existe el dolor, pero en la que la oscura sensación de la falta de sentido y de la soledad es mucho mayor aún. Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito (Spe Salvi, 37).

 

Este artículo fue traducido del artículo en inglés “Happiness, Suffering and the Meaning of Easter” de foryourmarriage.org

Nuestra Intimidad nos Pertenece

Con este título, vamos a sacar de primer plano lo que todo el mundo está pensando, nuestra intimidad sexual. Claro que nuestra intimidad sexual es sagrada y la debemos guardar como lo que es, un Don de Dios, que embellece el encuentro de los esposos. El papa Francisco nos dice, “Entonces, de ninguna manera podemos entender la dimensión erótica del amor como un mal permitido o como un peso a tolerar por el bien de la familia, sino como don de Dios que embellece el encuentro de los esposos.”[1]

Claro que desde la luna de miel depende gran parte el futuro matrimonial, en el comienzo puede ser agradable o desagradable. Dependiendo de la capacidad de la madurez de la relación. Se vive con intensidad la novedad del momento sin olvidar la responsabilidad que contraíamos. Desde antes de nuestro matrimonio tomamos la decisión de usar el método natural, “el ritmo.” Fue un compromiso que se hizo a conciencia, que nos trajo mucha felicidad y paz. Hoy damos testimonio que eso nos unió mucho como pareja, donde hubo mucho dialogo para postergar las relaciones sexuales para luego. “El papa nos ensena que “… sin embargo enseño (San Pablo) que la sexualidad debe ser una cuestión de conversación entre los conyugues: planteo la posibilidad de postergar las relaciones sexuales por un tiempo, pero de común acuerdo.”[2]

Para que el acto sexual entre esposos sea sano, natural y bueno se requiere de una comunión total y una disciplina que excluya el capricho y la sumisión. “La sexualidad esta de modo inseparable al servicio de esa amistad conyugal, porque se orienta a procurar que el otro viva en plenitud.”[3]

Todo acto sexual debe contar con un ambiente ameno, apacible, afectivo, honesto, claro, sincero y amoroso, solo así podemos llegar a la puerta de la felicidad y de una verdadera comunicación.

Como pareja debemos ser creativos para embellecer la relación. Siempre buscando puntos de apoyo corporales y espirituales para que el crecimiento de la relación sexual sea duradero y exclusivo. Ambos trabajamos en el bien de la fidelidad y la entrega total. Ninguno de los dos debe” renunciar a toda necesidad personal y solo se preocupa por hacer el bien al otro sin satisfacción alguna. Recordemos que un verdadero amor sabe también recibir del otro…” [4]

Es aquí donde se encuentra el gran secreto de la delicadeza, “Quien quiere dar amor, debe a su vez recibirlo como don.”[5] Hay que encontrar el equilibrio humano para seguir viviendo y creciendo en el amor. Cada donación mutua debe contribuir a la confianza, trayendo seguridad a la reciprocidad, a la comunión y a lo más importante el amor.

Autores: Olga y Ramon Tapia

 

[1] Amoris Laetitia 152.

[2] Amoris Laetitia 154 and 1 Corintios 7,5.

[3] Amoris Laetitia 156.

[4] Amoris Laetitia 157.

[5] Ibid.

Detalles y Mas Detalles

El amor se vive en los pequeños detalles. Detalles en el diccionario tiene una amplia definición, pero en el contexto de la familia y en las relaciones matrimoniales me voy a referir a ellos como un gesto amable o cortes. Tener detalles es mostrar respeto o cariño.

Para muchos puede que no tengan la más mínima importancia y para otros son considerados como esenciales para una vida matrimonial feliz. Los signos muchas veces hablan con más significado que las palabras. Una sonrisa oportuna, una caricia amorosa, un saludo afectuoso y un detalle cariñoso pueden contribuir a que las relaciones sean agradables y apacibles.

Tenemos que trabajar para que nuestro matrimonio y nuestra familia lleguen a ser un campo de fraternidad y de regocijo; vale la pena el autoevaluarse en este aspecto de los detalles en una vida matrimonial y familiar.

Dejar y renunciar a los prejuicios, a la soberbia, a los celos, a la negligencia y decidirse a trabajar por el bien común de todos en la familia vale la pena. Necesitamos trabajar constantemente por el otro para que en el día de mañana nos encontremos más cercanos.

Trabajar por el otro es trabajar por un futuro, por nuestra tranquilidad y nuestra realización.

La mujer interpreta los acontecimientos afectuosos como expresiones impregnadas de amor. En nuestra familia ella estaba rodeada de hombres. Experimentaba la felicidad cuando se sacaba la basura sin ella tener que decir una palabra; su cara resplandecía. La pareja saca mayor provecho de acciones y palabras afectuosas, o de un signo de amor, que, de un discurso rico en contenido, pero vacío de comprensión.

En el matrimonio, cada día sirve para el nacimiento de nuevas vías de comunicación. Gastate en crear cuidadosas atenciones y detalles para esa esposa y madre que te acompaña y no olvidemos esa expresión que dice, “un detalle vale más que mil palabras”. No te canses de dar detalles, no te canses de defender el amor de la familia, con ellos estas conservando los valores y eternizando el amor.

El que da con generosidad recibe el doble con amor. En Amoris Laetitia el Papa Francisco nos dice “…El que es tacaño consigo mismo, ¿con quién será generoso? […] Nadie peor que el avaro consigo mismo” (Si 14,5-6)[1].

También nos dice el Papa, “Pero el mismo santo Tomas de Aquino ha explicado que pertenece más a la caridad querer amar que querer ser amado y que, de hecho, las madres, que son las que más aman, buscan más amar que ser amadas.”[2]

Los detalles no cuestan nada, hay que desprenderse, poner al otro primero, porque el amor nos hace llegar y buscar en el más allá. Nuestros matrimonios se van construyendo en los pequeños detalles del diario vivir, donde cada día se vive el resultado de cada uno de ellos, el cual lo recibimos con amor y así llevando nuestra vida con felicidad.

Nuestro matrimonio ha sido un largo camino de aprendizaje, con equivocaciones que nos llevan a un nuevo comenzar, donde no nos damos por vencido, porque vale la pena la lucha de lo aprendido.

El amor se vive en los pequeños detalles. Hay que ver lo importante que puede ser un detalle…  ¡Haz algún acto importante por el o por ella!   Recuerda que los detalles son importantes no por un solo día, no solo para una persona de la familia sino para cada miembro de ella, que es merecedor o merecedora de recibir pequeños detalles como muestra de nuestro amor. Los detalles son importantes y hacen la diferencia.

Autores: Olga y Ramon Tapia

 

[1] Amoris Laetitia 101.

[2] Ibid 102.

¿Nos casamos?

Con cuanta ilusión llegamos a la contestación de esta pregunta. Después de 18 meses de pensarla y volverla a pensar con actitud reflexiva, jamás paso por nuestra mente que podíamos fracasar. Todas las parejas tienen ilusiones cuando llegan al matrimonio, y realmente no piensan en la posibilidad de un fracaso. De otra forma seria mejor no casarnos. Todas las parejas llegan al matrimonio porque quieren ser feliz en él. Nos casamos para ser felices. El papa Francisco dice “Seamos sinceros y reconozcamos las señales de la realidad: quien esta enamorado no se plantea que esta relación pueda ser solo por un tiempo; quien vive intensamente la alegría de casarse no esta pensando en algo pasajero…” [1]

Llegamos al matrimonio cargados de ilusiones, dos mundos, dos pensamientos, dos sentimientos, pero un solo ideal; encontrar la felicidad juntos. Como nos dice el papa Francisco “El amor nos lleva a una sentida valorización de cada ser humano, reconociendo su derecho a la felicidad”[2]. Para llegar a la plenitud del amor tenemos que romper prejuicios, de tal forma que se puedan establecer nuevas formas de comunicación que nos lleven a la comprensión del otro. Abriendo nuestros corazones, y dejándonos descubrir cómo somos. Honestidad y sinceridad son las mejores aliadas para encontrarme con el otro. No dejándome llevar por la negatividad y entrar en una competencia, que será una piedra de tropiezo al bien que buscamos.

Tengo la tarea de preocuparme por entender a mi pareja, dándole la oportunidad de que entre a mi vida y se enriquezca con lo mejor. Lo positivo de mi pensamiento, llevándole esperanza, sin olvidar que las diferencias que podamos tener se pueden llevar con amor, para que así alcancemos un mutuo enriquecimiento. Cuando yo comprendo al otro, estoy poniendo mi capacidad de convivencia y de relación.

El matrimonio este sujeto a nuestros ideales y todo lo que podamos pensar, sabiendo que vale la pena el esfuerzo y las energías.   ¿Qué es lo que quiero? ¿A dónde quiero llegar? Preguntas valiosas y válidas para no perder el sendero de nuestro norte. No nos podemos acobardar ante los retos, que llegaran, sino mirarlos de una forma serena, con la frente en alto y reconociendo que la familia ideal se construye y se modela desde los valores y la capacidad de superación.

Una vez mas tenemos que poner nuestro matrimonio y familia por encima de cualquier conflicto, no permitiendo que nos lleve a la oscuridad y a callejones que no tienen salida. Nos dice el papa Francisco “El dialogo es una forma privilegiada e indispensable de vivir, expresar y madurar el amor en la vida matrimonial y familiar. Pero supone un largo y esforzado aprendizaje,”[3]. Saldremos airosos de los problemas si nos damos al dialogo y comprensión. No podemos dejar que lo negativo domine nuestros sentimientos. Mas bien, poner nuestra fe en Dios y confianza en lo valioso de nuestra familia. Así pidiéndole a Dios que derrame luces para que traiga nueva esperanza ante la vida.

Hay que tener presente que toda persona se casa para ser feliz. Esperando que los problemas se conviertan en retos, que nos lleven a madurar en la relación. Crisis superada, madurez y felicidad encontrada.

 

Autores: Olga y Ramon Tapia

 

[1] Amoris Laetitia 123.

[2] Ibid 96.

[3] Ibid 136.

Historias con un final feliz

Acompañando y Sosteniendo
Dr. Gelasia Márquez

El Papa Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica Familiaris Consortio (65) nos dice que ayudar a las parejas es “acompañarles en su caminar a través de las diversas etapas de su formación y desarrollo”.

Las Ciencias Sociales y la experiencia nos enseñan que tanto las personas como los matrimonios, desde su mismo inicio, pasan por fases de crecimiento que son predecibles.

Crecemos cuando adquirimos nuevas formas de ver la vida, de entender, de relacionarnos, de comunicarnos, de tomar decisiones, y de actuar dentro de la experiencia matrimonial y familiar. Cuando un miembro de la pareja o de la familia crece, la pareja como tal se ve retada a hacer ajustes en su relación que correspondan a las nuevas circunstancias y necesidades de cada persona y de la pareja o la familia en general.

El crecimiento dentro del matrimonio y de la familia conlleva un período inicial llamado crisis. La palabra crisis se asocia con las palabras reto, cambio, desbalance, inestabilidad. La crisis es una oportunidad de crecimiento pero puede ser también una ocasión de estancamiento y de deterioro en las relaciones matrimoniales y en las relaciones familiares.

Algunas crisis son esperadas o predecibles, pero su magnitud o impacto no es igual en cada pareja. Muchos factores individuales y sociales intervienen para  facilitar o para entorpecer los cambios necesarios en el procesos de crecimiento. Entre los factores personales que pueden entorpecer la resolución de una crisis matrimonial están las dificultades psicológicas tales como depresión, inmadurez emocional, alcoholismo o tendencias obsesivas en uno de los miembros de la pareja. De modo similar, entre las situaciones sociales que pueden influir pero no necesariamente entorpecer podemos anotar el no tener vivienda propia y tener que vivir agregado en casa de un familiar, o el que uno de los miembros de la pareja  tenga que añadir horas extras de trabajo para poder cubrir los gastos básicos semanales.

Además de las crisis predecibles a veces surgen crisis no esperadas, cuyo impacto puede ser enorme. Tal es el caso, para los padres, de la muerte de un hijo, o para la familia, la separación  de la pareja, la aparición de una enfermedad terminal a temprana edad, la pérdida del trabajo cuando hay un solo proveedor en la familia, y la migración con el consiguiente periodo de ajuste y aculturación a las nuevas condiciones de vida.

Ante la crisis la pareja y la familia  están llamadas a ejercer el poder creativo que Dios puso en sus manos, para que cuide del amor y de la vida (Véase, Familiaris Consortio, 17). Este cuidado, dicen los sociólogos, implica cuatro tareas: regenerar la especie humana a través de la reproducción, introducir a los nuevos miembros de la familia en la comunidad étnica y cultural a la cual pertenecen los padres, cubrir las necesidades básicas (tanto fisiológicas como psicológicas) para que cada persona pueda desarrollar sus capacidades, y formar miembros maduros, productivos y solidarios de la sociedad (Winch, 1977). Para poder llevar a cabo estas tareas el matrimonio y la familia necesitan estar en una continua relación e intercambio con el grupo comunitario al que pertenecen (Bronfenbrenner, 1986). Esta relación entre el matrimonio y la familia con la comunidad en que vive debe ser recíproca, donde ambas partes se articulen la una con la otra y se reconozcan y apoyen mutuamente.

Ahora bien, según datos del Censo del año 2000, el 40% de los hispanos residentes en los Estados Unidos nacieron en un país Latino Americano. Esto significa que casi la mitad de los Hispanos han dejado atrás sus comunidades de origen y con ellas, la fuente de su cultura, su ambiente vital, su contexto humano emotivo, económico, social y hasta eclesial. Por eso, a la desorientación inicial normal que sufren los inmigrantes, se une la confusión que acarrea las diferencias de idioma, valores, costumbres, formas de relacionarse, etc., así como la urgente necesidad de cubrir las necesidades vitales de empleo, vivienda, abrigo, salud, escuela para los hijos, y la falta de guía práctica en la comunidad que ayude a sortear estas dificultades con prudencia y caridad.

Esta situación representa por tanto una crisis que puede llevar a un proceso de crecimiento o acarrear graves dificultades para la pareja y la familia. Cuando revisamos los estudios científicos llevados a cabo con los matrimonios y con las familias inmigrantes hispanas vemos que el proceso de transición cultural que sigue al momento de la migración  conlleva que la propia identidad de la persona sea puesta a prueba, y que se creen interrupciones, estancamientos, retrocesos, deterioros y reacciones negativas dentro de las dinámicas de crecimiento psico-social y de madurez no sólo en los individuos sino, sobre todo, en los matrimonios migrantes y sus familias.

En la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio (77) el Papa Juan Pablo II desea que las familias de emigrantes puedan “tener la posibilidad de encontrar siempre en la Iglesia su patria”, donde sean asistidas en su propio idioma y cultura. De ahí que “Por tu Matrimonio” tiene un espacio especial para acompañar y sostener a los matrimonios y las familias inmigrantes hispanas en transición cultural. Las historietas ilustradas que podrán apreciar a continuación desean mostrar esta problemática y dar a las parejas que se encuentran en este proceso de crisis por la migración, luces para que puedan seguir un camino de crecimiento y superación, más allá y a través de las dificultades.

Historias 2: Juana y Roberto

Sacrificios por la migración

La decisión de emigrar no fue tan fácil para Juana y Roberto. Los ingresos no eran suficientes para mantener la familia a flote y no había en el pueblo oportunidades de trabajo que les permitieran buscar allí otra forma de subsistencia. Juana tenía niños muy pequeños y no tenía familiares cercanos a quienes pudiera encomendar sus hijos y así migrar  con sus esposo para trabajar los dos. Tampoco había cómo pagar el viaje. El plan de Roberto fue entonces el de migrar “donde un primo que le habían dicho que le iba muy bien”. Con pobres señas sobre la ubicación y ocupación del primo, Roberto juntó sus ahorros, cerró los ojos y echo a andar.

Juana cada mañana tachaba un día en el almanaque mientras en su corazón se lo encomendaba a la Virgencita. A los niños les hablaba de su papá que estaba trabajando muy lejos. Por su parte Roberto daba pasos de ciego tratando de encontrar una luz que le llevase hasta el primo. Donde llegaba trataba de trabajar para ganar cama y comida y no gastar lo poco que le quedaba después de pagar su viaje. Lo más difícil que encontró fue la desconfianza de los propios paisanos. Todos estaban tratando de sobrevivir y no era fácil compartir. Asi fue de un lado a otro durante varias semanas hasta que un domingo por la mañana entró en una iglesia y se acercó al sacerdote que estaba en el confesionario. Le contó de su situación y de la necesidad de comunicarse con Juana, quien debía de estar desesperada sin saber de él. Como no había teléfono en el pueblito, le dictó una carta al sacerdote y éste le prometió que esa misma tarde la pondría al correo. El sacerdote le ayudó igualmente a conseguir alojamiento en una tienda a cambio de que él se ocupase de la limpieza y de la vigilase de noche para evitar robos. Habían pasado ya 6 semanas y él no encontraba aún un trabajo estable.

Juana por su parte se sentía abrumada con las consecuencias de la elección hecha por Roberto. No era tanto la parte económica pues su familia le ayudaba con cuanto les era posible y ella había tomado niños para cuidar al mismo tiempo que cuidaba de los suyos. Era la soledad y la incertidumbre. El largo silencio por parte de Roberto llevó su mente por diferentes escenarios, desde muerto en la frontera hasta olvidado de la familia que dejo atrás tal vez porque había encontrado otras distracciones. La carta de Roberto trajo un poco de paz a su espíritu y ella la leyó y releyó queriendo adivinar lo “no escrito”.

Pasaron más semanas sin encontrar trabajo, ni aún siquiera por horas, por lo que Roberto comenzó a cuestionarse si había hecho bien en correr el riesgo de emigrar. Los trabajos que él sabía hacer –agricultura y construcción- no tenían espacios. Su escolaridad no pasaba de contar, sumar, restar. A duras penas leía bien y no sabía escribir correctamente. Dejar lo que tenía en las manos ahora –casa, comida, y trabajo por la noche- para buscar algo mejor no le parecía una opción buena.

En una de sus visitas al sacerdote para mandarle mensajes escritos a Juana –porque hasta ese momento no había podido enviarle dinero- compartió su estado de ánimo con él. El sacerdote le ayudó a ver opciones: si sabes sembrar y cuidar la siembra aunque aquí no hay campos de cultivo si hay jardines.”Y puedes comenzar cuidando, sembrando, y podando el jardín de la parroquia”.  El buen empeño de Roberto en el trabajo le ayudó a ampliar su clientela y pronto pudo independizarse y mandar dinero a Juana periódicamente. Las cartas entre ambos empezaron a rehacer la trayectoria de amor y de unión que se había interrumpido como resultado de la migración.

A los dos años de estar fuera de su hogar, Roberto regresó no sólo con ahorros, sino con la habilidad de leer y de escribir, y la posibilidad de trabajar por su propia cuenta en un campo no sospechado por él antes: la jardinería.

Los testimonios de María Elena y Javier y de Juana y Roberto ilustran bien los problemas que enfrentan las parejas que viven “Matrimonios a Distancias”.

Espiritualidad del matrimonio

Por Dora Tobar

Por su misma esencia y origen, el amor matrimonial es una realidad espiritual. La espiritualidad es todo lo que nos permite tomar conciencia de nuestra intrínseca relación con Dios y nos ayuda a desarrollarla.

Ahora bien, por su misma esencia y origen, el amor matrimonial es una realidad espiritual. Es decir, lo sepan o no, al haber hecho del amor la razón de ser y la meta de sus vidas como pareja, los esposos han optando ya por Dios y están en el camino seguro de encontrarlo. Como lo dice la Primera Carta de San Juan: “El amor viene de Dios y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios” (4,7).

Pero además, cuando los esposos, en el sacramento del matrimonio, optan por amarse no sólo con la fuerza humana del amor sino con el amor de entrega de Cristo en la cruz, algo más grande que un simple acuerdo humano está sucediendo entre ellos. Su decisión significa que desean hacer de su vida en común el camino para identificarse con Cristo, es decir, para alcanzar la santidad.

Esta es por tanto la primera y gran oración que los esposos elevan en común y frente a la cual Dios nunca pasa desapercibido: “De la misma manera que en otro tiempo salió al encuentro de su pueblo por la alianza de amor y fidelidad, ahora el Salvador de los hombres… sale al encuentro de los esposos para unirse a su amor y permanecer con ellos” (CIC 1642).

Es más, su decisión o consentimiento de entregarse y recibirse mutuamente, por la gracia del sacramento del matrimonio, hace que los esposos queden “como consagrados para los deberes y dignidad de su estado” (Vaticano II, Gaudium et Spes, GS, 49). Por lo tanto, todo cuanto hagan para amarse será así su oración y ofrenda ante el altar del amor que Dios ha establecido ante ellos.

Esta oración se vuelve vida cada vez que los esposos se intercambian gestos y pruebas de su amor de dedicación y servicio; o cuando, con generoso corazón disponen su amor a la acción procreadora de Dios; Así mismo, se vuelve ofrenda grata cuando se convierte en disposición para entender y ceder el propio punto de vista en aras de la armonía, o cuando, ante los desacuerdos o las ofensas el amor se convierte respectivamente en aceptación respetuosa del otro, tal cual es, y en perdón misericordioso pues no se espera que el otro sea perfecto.

Es muy bello además cuando esta práctica espiritual en el silencio y la rutina de la convivencia, se puede traducir en palabras y gestos explícitos de oración, pronunciadas al unísono o en compañía del cónyuge. Pues, como dicen los maestros de espiritualidad, mediante la oración tomamos conciencia profunda de lo que Dios está realizando en nosotros. Así, los esposos pueden gozar juntos de la contemplación de la obra de Dios,  tanto en sus logros como en sus dificultades, y disponerse mejor para que siga sucediendo.

La celebración Eucarística es una excelente oportunidad para orar y celebrar juntos:

  • En sus ritos mismos de entrada podemos por ejemplo tomar conciencia que, como en el día de nuestra boda, otra vez caminamos juntos, frente al altar, dispuestos a amarnos y recibir la gracia para vivir la “común –unión”.
  • El rito penitencial nos da la ocasión de pedir perdón a Dios por nuestras faltas al amor, invocar el poder de su perdón por las heridas recibidas y unirnos a la invocación de perdón que hace nuestro cónyuge.
  • A través de su Palabra seguramente Dios tendrá una Buena Noticia para salvar nuestro amor. Estar ahí, escuchándola con nuestro cónyuge nos ayuda a recordar que nuestra relación matrimonial es el mundo inmediato donde esa Palabra debe hacerse realidad.
  • El ofertorio es igualmente un momento litúrgico donde, mentalmente estamos invitados a poner en la patena que el sacerdote levanta en el altar, todos los frutos de nuestro amor, pero también las migajas que esperan ser transformadas en pan de vida y amor.
  • Finalmente, la comunión con el cuerpo y la Sangre de Cristo que se entregó por nosotros, es el mejor alimento para que cada esposo no sólo se mantenga en la entrega sino que se convierta en el cuerpo visible de Dios para su cónyuge y su familia.
  • El rito de conclusión debe recordarnos que no salimos como entramos y que Dios se ha quedado, una vez más, con nosotros.
  • Ahora, nuestra casa debe ser “el santuario” donde se siga reconociendo y sirviendo el rostro de Cristo en nuestros “próximos” y nosotros seremos una vez más los “ministros consagrados por el amor” para la construcción y cuidado de nuestra Iglesia Doméstica. Ahí, el milagro del altar seguirá invocándose y celebrando a través de nuestras cenas en común, de nuestras conversaciones que buscan el entendimiento y la comprensión, de nuestros gestos de ternura y placer, y de todos los actos de solidaridad y entrega que conformen nuestra convivencia.

No se necesita pues nada extraordinario para vivir la espiritualidad del Matrimonio. Lo extraordinario ya ha sucedido en su mutua voluntad de amor. Dejen todo, de nuevo, en manos del Señor y El se encargará de ayudarlos a tomar conciencia de este milagro y de disponerse a seguir viviéndolo.

Cada cónyuge debe velar por mantener su espíritu alimentado en el amor. Puede siempre alentarnos la certeza, de que Dios jamás niega el amor a quien se lo pide con corazón humilde y dispuesto. Ojala los dos puedan recorrer este camino espiritual al mismo tiempo. Y cuando no, cuando uno de los cónyuges avanza primero o más en este proceso de oración y conciencia de fe, es su deber orar por el cónyuge.

Más sobre el tema en Espiritualidad y fe y La oración.

Lecturas complementarias:

  • Catecismo de la Iglesia Católica, 1641-1650
  • Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, 55-64.

Beneficios del matrimonio para los hijos

 Por Dora Tobar, PHD

Los hijos enriquecen el amor matrimonial

Por su esencia misma el amor matrimonial es fecundo y está abierto a la vida (CIC, 1652). En los hijos las parejas experimentan no sólo una proyección de ellos mismos, sino el poder fecundo del amor que se enriquece en cuanto más da. Los hijos, cuando son recibidos con amor, alegran la vida familiar y le dan a los padres una razón más para esforzarse y luchar por ser mejores. Los hijos enriquecen la comunidad humana con su presencia y promesa del futuro.

De esta manera es claro que la fecundidad humana es mucha más que un simple fenómeno de “reproducción.” Es, sobre todo, la participación en la obra creadora de Dios que desde siempre quiso que fuera en el amor, y por amor, como cada creatura humana entrara en la existencia y se desarrollara.

Esto es verdad también para las parejas que no pueden tener hijos, pues su amor puede alimentar y ayudar a crecer muchos hijos sin padres,  o a la familia humana en general a través de las múltiples formas como el amor puede proyectarse en el servicio comunitario (CIC, 1654).

Los hijos necesitan y merecen ser recibidos en un matrimonio

La presencia de padre y madre, unidos en una relación estable y comprometida como la que establece el sacramento del matrimonio, crea para los hijos el contexto de seguridad, protección y alimento emocional que ellos necesitan para crecer y ser felices. Así lo constatan las estadísticas de estudios recientes (véase Why Marriage Matters: 26 Conclusions from the Social Sciences, Institute For American Values, 2005, en www.americanvalues.org).

  • El matrimonio reduce el riesgo de pobreza de los niños y sus comunidades. Entre los hispanos residentes en Estados Unidos es claro que los niños provenientes de hogares donde la madre es la cabeza de familia (14%), o los padres convienen pero no están casados (7%) o están separados o divorciados (6% +9%), son los más pobres. (Véase, Ken Johnson-Mondragón, Perspectives on Hispanic Youth and Youth Adult: Fe y Vida Publication).
  • Hogares sin padre aumentan el nivel de criminalidad. Niños hombres cuyos padres son divorciados o no están casados tienen dos veces más probabilidad de terminar en la cárcel cuando son adultos.
  • El matrimonio protege la salud física y mental de los hijos. Hijos de padres que se casan y permanecen casados son más saludables y tienen menos probabilidades de padecer una enfermedad mental, incluyendo la depresión y el suicidio en la adolescencia.
  • Los hijos de parejas que cohabitan tienen un riesgo más alto de sufrir violencia doméstica, abuso físico y sexual y abandono.
  • Los hijos nacidos de padres que cohabitan tiene tres veces más probabilidad de sufrir la separación de sus padres antes de cumplir 5 años. Debe anotarse además que los primeros 5 años de la vida de una creatura determina en gran medida su estructura emocional y su capacidad para responder positivamente a los retos de la vida.
  • Los padres que no se casan o que se divorcian ponen en riesgo la educación de sus hijos. La separación de los padres o la inestabilidad de su relación da mensajes contradictorios a los hijos. Por otro lado, el rendimiento escolar de estos niños es mucho menor que el de los hijos de hogares estables.
  • Los casos de embarazos en la adolescencia son mucho más frecuentes entre hijos de madres solteras o separadas. Así mismo las estadísticas muestras que la premura en concebir de un adolescente está relacionada con la edad igualmente temprana en que su madre la concibió (U.S. Department of Health and Human Services, Center for Disease Control and Prevention. National Center for Health Statistics, Adolescent Health in the United States, 2007,50.)
  • La ausencia de una figura paterna crea vacíos emocionales muy grandes, tanto en los hijos varones como en las niñas.
    • Muchos adolescentes varones padecen confusiones en su sexualidad y tienden a buscar en el amor de hombres mayores al padre que no encontraron en su niñez.
    • Así mismo, muchas jovencitas que no conocieron a sus padres o fueron abandonadas por ellos antes de cumplir 5 años son las más propensas a entregarse sexualmente a hombres que apenas conocen o en relaciones que no les dan ninguna garantía y que terminan abandonándolas apenas quedan embarazadas. Y así vuelve a repetirse y crearse la cadena triste de hijos hispanos sin padre, que las estadísticas nos reportan: el 42% de todos los niños hispanos nacidos en Estados Unidos en el 2006 son hijos de madres solteras. En contraste, sólo el 26% de los niños blancos y el 13% de los asiáticos nacieron de madres solteras (véase, Pew Hispanic Center, Statistical Portrait of Hispanics in the United States, 2006, Tabla 11.)
  • Cuando los matrimonian fallan la relación de los hijos con los padres también se debilita. Los hijos adultos cuyos padres se han divorciado sólo tienen la mitad de probabilidad de tener una relación estrecha con ambos padres. El matrimonio da a los hijos el contexto de seguridad, protección y alimento emocional que ellos necesitan para crecer y ser felices.

El matrimonio da a los hijos el contexto de seguridad, protección y alimento emocional que ellos necesitan para crecer y ser felices.

Los hijos necesitan no sólo padres casados sino que vivan un buen matrimonio

Como lo explica la Dra. Judith P. Siegel, la relación de los padres es para los hijos el modelo de todas sus relaciones de intimidad. (Judith P. Siegel, “Lo que los niños aprenden del matrimonio de sus padres”, Traducción Ángela García, Ed. Norma, 206).Los hijos reciben seguridad cuando ven a sus padres y madres respetarse y ser respetadas  por su cónyuge, o por el contrario, se llenen de miedo y desconfianza ante el amor cuando conviven con padres que no logran amarse y respetarse. Por eso la Iglesia enseña que es responsabilidad de los padres no sólo transmitir la vida sino también crear el contexto donde la familia sea una verdadera escuela de amor; donde los hijos crezcan en su vida espiritual, moral y sobrenatural (CIC 1652-1657).

De los padres aprendemos:

  • El modelo de matrimonio de nuestros  padres puede influir en nuestra escogencia de pareja.
  • La relación de nuestros padres se refleja en gran medida en el tipo de problemas que experimentamos en la edad adulta.
  • El matrimonio de nuestros padres es el parámetro del cual aprendemos el rol que le adjudicamos al varón y la mujer dentro del matrimonio, así como las expectativas que tenemos de nuestra pareja. (Véase,  Las marcas de nuestros padres y nuestra cultura)

Por todo esto es claro que sus hijos bien merecen todo el esfuerzo por crecer y mejorar sus relaciones matrimoniales. Esto no excluye que, en casos extremos y después de agotar todos los recursos algunas parejas se vean forzadas a optar por la separación, precisamente para evitar mayor daño a los hijos. Con todo, son muchos más los matrimonios que con esfuerzo y fe pueden mejorarse (Véase, Alba Liliana Jaramillo, Cuándo buscar consejería).

Igualmente, estos datos sobre la importancia de los padres y de su matrimonio para la vida de los hijos debe hacer que los padres hispanos consideren los grandes dolores y perjuicios que migrar sin ellos puede causar en los hijos. Ciertamente la pobreza y el deseo de ofrecer a los hijos un mejor futuro es una buena razón para migrar. Pero a veces, los beneficios que el bienestar económico puede darles no se comparan con los daños emocionales y morales que sufren los hijos cuando se ven “separados” de sus padres. Aunque queden en manos de personas que los quieren y los cuidan, casi todos los niños cuyos dos padres emigraron cuando ellos eran pequeños, muestran en su adolescencia y edad madura los síntomas emocionales de quien fue abandonado.

Más sobre el tema en Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, 52; Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, 85 en www.vatican.va o Amoris Laetitia. Lectura Adicional: Judith P. Siegel, Lo que los niños aprenden del matrimonio de sus padres, Traducción Ángela García, Ed. Norma, 2006.

Beneficios para la salud, la seguridad y el sexo

Adaptado por Dora Tobar, PHD

Frases como “la cruz del matrimonio” o “el matrimonio es un mal necesario” no hacen justicia a  lo que realmente aporta el matrimonio a las parejas que lo asumen con fe y seriedad. Datos científicos han demostrado que la estabilidad y gracia de este sacramento aporta a las parejas enormes beneficios tanto a nivel físico como psicológico, a la vez que les da una vida más segura y de mayor satisfacción sexual e íntima.

Salud Física

Los beneficios del matrimonio para la salud van desde brindar un espacio donde las personas están más protegidas de accidentes y mejor cuidadas, como de favorecer hábitos alimenticios que evitan la obesidad y otras muchas enfermedades. Esto es particularmente cierto para los hombres que tienden a veces a descuidar su nutrición y hábitos de cuidado (véase Why Marriage Matters: 26 Conclusions from the Social Sciences, and Marriage and the Public Good: Ten Principles, Witherspoon Institute, 2006).

  • Las estadísticas muestran igualmente que el número de casados que manifiestan ser felices es dos veces mayor que entre los divorciados o los adultos que nunca se han casado.
  • Así mismo, las personas casadas viven por más largo tiempo que las no-casadas. (Marriage and the Public Good: Ten Principles).
  • El índice de alcoholismo y de abuso de drogas es menor entre los casados (Why Marriage Matters: 26 Conclusions from the Social Sciences, y Linda Waite, Does Marriage Matter?).
  • El riesgo de contagio por enfermedades de transmisión sexual es infinitamente menor entre personas casadas y fieles que entre parejas ocasionales o que conviven. (Center for Disease Control and Prevention, 2004, and Trends in Reportable Sexually Transmitted Diseases in United States, 2003).

Salud Mental

  • Sólo el 7% de los americanos casados dijeron que “no estaban tan felices” con la vida en general. En cambio,  la proporción de casados que reportaron ser felices es dos veces mayor que los divorciados o los que nunca se han casado (Brad Wilcox, Marriage and Mental Health in Adults and Children, Center for Marriage and Families Research, 2007).
  • Las mujeres, especialmente,  obtienen un alto grado de beneficios sicológicos de sus relaciones matrimoniales que se comprueba por su bajo índice de depresión y suicidios (Why Marriage Matters: 26 Conclusions from the Social Sciences,  p.28, y,  Marriage and the Public Good: Ten Principles).
  • El divorcio en cambio aumenta el riesgo de suicidios en más del doble, comparado con los casos de suicidio entre los casados (Why Marriage Matters: 26 Conclusions from the Social Sciences, p.29).

Seguridad

  • En general, las mujeres casadas son en menor proporción víctimas de un abuso. Los casos de abuso doméstico entre casadas es del 5%, mientras que entre las mujeres que cohabitan sin casarse el abuso es de un 14% (L. Waite and E. Lehrer, The Benefits from Marriage and Religion in the U.S.: A Comparative Analysis, Population & Development Review, Vol. 29, No. 2, June 2003).
  • El matrimonio evita igualmente que las personas sean o víctimas o agentes de algún crimen. Mujeres divorciadas son en un cuatro o cinco por ciento  más susceptibles de estar entre las víctimas de un crimen violento. Así mismo, los hombres no casados son cuatro veces más susceptibles que los casados de ser víctimas de crímenes violentos (Why Marriage Matters: 26 Conclusions from the Social Sciences, p.30).

Sexualidad

Expertos en sexología coinciden en afirmar que la sexualidad, por tratarse del contacto más íntimo entre una pareja, expone lo más profundo de una persona a los riesgos del rechazo, el abuso, la utilización egoísta, o el contagio de enfermedades que pueden amenazar incluso la vida de la persona. Es claro pues que el sexo supone el contexto de profunda confianza, seguridad y estabilidad de una relación marcada por la fidelidad y la entrega total, así como el ambiente relajado y el conocimiento del otro que sólo el matrimonio puede garantizar. Así lo prueban las estadísticas:

  • Las parejas casadas, aunque tienen una vida sexual tan activa como las parejas que cohabitan, reportan experimentar mayor satisfacción emocional en sus relaciones sexuales (Linda Waite, Does Marriage Matter?).
  • Esto es aún más cierto cuando se constata el grado de ansiedad, depresión e intentos de suicidio que experimentan hoy las jóvenes universitarias que, influenciadas por el libertinaje moderno, llegaron a pensar que evitando embarazos mediante el uso de anticonceptivos están protegidas y listas para gozar complemente de los placeres sexuales (Véase A Campus Psychiatrist, “Unprotected”, 2006).

Véase también: La Vida Importa: Los Anticonceptivos y el Bienestar de las Mujeres