Primer día: El tiempo es esencial
Una de las primeras cosas que destruye a nuestra relación matrimonial, así como a nuestra relación con Dios, es la falta de dedicar y tomar tiempo para nuestro cónyuge y para Dios. El primer problema al que se enfrentan muchas parejas en el matrimonio no es dejar de amarse, sino más bien dejar de conocerse. Cuando las parejas están demasiado ocupadas para pasar tiempo juntas, no comprenden lo que sucede en el mundo de su amado y pierden de vista sus necesidades. De manera similar, nuestra relación con Dios se degrada cuando le damos muy poco de nuestro tiempo cada día y cada semana. Él primer hábito propone a las parejas a tomar y dedicar tiempo para Dios y el uno para el otro de manera regular (diario/semanal) y de forma decidida con el fin de no perder de vista de su amado y sus necesidades.
Nuestra relación con Cristo
La Eucaristía tiene que ver con las relaciones: relaciones con Dios y con los demás. En la Misa, participamos de la Eucaristía en comunión con todo el Cuerpo de Cristo: nuestros amigos y familiares, así como todos los santos y ángeles del cielo. Entramos en este banquete de boda para adorar a Dios y darle amor, alabanza, adoración y acción de gracias. Dios nos llama a la unión con Él y con los demás a través de su Iglesia para que podamos encontrar la unidad, la paz y la riqueza del amor fraternal. Además de asistir a la Misa, Dios nos llama a pasar tiempo con Él en oración. ¿Por qué? Porque Dios anhela que tengamos una relación con Él por nuestro propio bien. Él es la fuente de toda bondad y alegría. Él quiere lo mejor para nosotros, por nuestro propio bien. ¡Qué maravilloso! ¿No? Ahora bien, ¿estamos dispuestos a encontrar tiempo para dedicar a Él todos los días?
La realidad es que muchos de nosotros tenemos demasiadas excusas para no poder darle a Dios tanto tiempo o atención como deberíamos. Estamos tan distraídos por la vida y todo lo que nos depara que rara vez encontramos tiempo para hablar con Él durante nuestro ajetreado día. Incluso en la Misa, donde venimos a dar culto a Dios y donde Él está más presente en la Eucaristía, podemos encontrarnos dejando que nuestra mente se desvíe por muchas otras cosas que tienen poco o nada que ver con construir una relación con Él. ¿Estamos dispuestos a darle más de nuestro tiempo, o sólo lo que sobra al final de cada día o cada semana? Este primer hábito de dedicar más tiempo es fundamental para profundizar nuestro conocimiento y amor, no solo de nuestro cónyuge, sino también de Dios. Imagínense si le damos a nuestro cónyuge tanto tiempo como le damos a Dios cada semana. Tal vez 15 minutos cada noche y una hora el domingo. ¿Qué tan buena sería nuestra relación con nuestro cónyuge? Esta profundización del conocimiento y el amor por Cristo, o la falta de ellos, inevitablemente afectará todos los aspectos de nuestras vidas, especialmente en nuestra vida matrimonial y familiar.
Nuestra relación uno con el otro
Uno de los peligros que enfrentan la mayoría de las parejas en el matrimonio es la tendencia a dejar de conocerse poco a poco. Este dilema muchas veces es el resultado de parejas y familias que sucumben a las muchas presiones, tensiones y distracciones que nuestra cultura presenta en la vida. Una vez que permitimos que nuestro tiempo se sobrecargue con demasiadas actividades extracurriculares, pueden romper los lazos conyugales y familiares y desgastar el tejido de nuestra conexión. El tiempo es un gran regalo y, sin embargo, a menudo lo desperdiciamos en muchas distracciones sin importancia. Si bien hay algunas distracciones en nuestra relación que son una parte necesaria de la vida, como trabajar, criar a los hijos y mantener nuestros hogares, también hay muchas distracciones no esenciales que permitimos que dominen una gran parte de nuestro tiempo, como las redes sociales, videojuegos, televisión o navegando por Internet. Es esencial darnos cuenta de lo valioso que es para nosotros mantener estas actividades extras al mínimo y tomar más tiempo todos los días para conectarnos con nuestros compañeros de vida más valiosos, nuestro cónyuge y el Señor. También es importante no permitir que ninguna de las ‘distracciones necesarias’ de la vida se anteponga a nuestra relación con Dios ni con nuestro cónyuge.
El camino de construir un matrimonio eucarístico comienza cuando comprendemos la necesidad de proteger y fortalecer nuestros bienes más valiosos para cambiar el mundo: nuestra fe y nuestra familia. “¡El futuro de la humanidad se fragua en la familia!”1 y por eso es vital que nuestras acciones protejan y alimenten este regalo. Para crecer más profundamente en nuestra intimidad y conocimiento de nuestro cónyuge, necesitamos tomar el tiempo para conocerlo y mantenernos “al tanto”. Y por el bien de nuestro matrimonio, necesitamos profundizar nuestra conexión no solo con nuestro cónyuge, sino más aún con Dios, de quien brota nuestra mayor capacidad de amar.
Diálogo:
- ¿Cuáles son las principales distracciones que ponen a prueba nuestra conexión conyugal?
- ¿Cuáles son algunas formas en que podemos disminuir una, algunas o todas estas distracciones para dedicar más tiempo el uno para el otro?
- ¿Cómo podemos dedicar más tiempo a la oración juntos cada día y cada semana? Dediquemos tiempo para buscar algunos recursos de oración que podemos implementar en nuestra oración diaria juntos.
Oración:
Señor, ayúdanos en este camino de hacer, de todo corazón, que nuestro matrimonio sea un Matrimonio Eucarístico. Ayúdanos a tomar más tiempo en nuestra vida para ti y para nuestro cónyuge. Protégenos de todas las formas en que Satanás trata de distraernos de ti y uno del otro, y de las formas en que trata de robarnos la alegría. Te ofrecemos esta oración, Señor Jesús, a través de María y en unión con San José. Amén.
1 San Papa Juan Pablo II, Familiaris Consortio, n. 86, 1981.
Descargar el Primer Día en PDF

Siguiente – Segundo Día: Entender el designio de Dios