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Por Tu Matrimonio

¿Matrimonios entre personas de distintas nacionalidades funcionan?

Dora Tobar

Estamos en un mundo global donde las fronteras se cruzan fácilmente y donde, por razones de migración o de trabajo, personas de todas partes del mundo se encuentran y pueden terminar formando pareja.

Esta situación permite entrar en contacto con tradiciones, costumbres y hasta valores desconocidos que pueden enriquecer la vida de pareja o, por el contrario, perturbarla.

Para que este factor no sea causa de conflictos, es importante tener en cuenta lo siguiente:

  • Después de la familia, el amor a la tierra ocupa un lugar muy importante en los afectos de una persona. Casarse por tanto con alguien de otro país es estar dispuesto a compartir con esa persona el amor por su patria y a evitar cualquier comentario que pueda ofender su orgullo nacional.
  • Las tradiciones y costumbres de un país son parte esencial de la identidad cultural de una persona. Y a su vez, la cultura es la forma como una persona expresa su alegría, su fe, su tristeza o su honor, es decir, como manifiesta su interioridad. No poder expresarse con los propios signos culturales es como negarle la palabra a una persona. Por eso, es importante conocer muy bien esas costumbres y tradiciones, antes de casarse, para estar seguro de que podremos compartirlas. Y si no, de que podremos llegar a acuerdos en la mayoría de ellos. Piénsese por ejemplo en las formas diferentes de celebrar  fiestas: en unos países se baila, mientras en otros se celebra comiendo y en otros cantando en ceremonias públicas.
  • Establecer acuerdos sobre el estilo de vida que la pareja adoptará y el lugar que le va a dar a tradiciones y formas de ver la vida es particularmente importante cuando personas del occidente del mundo (Ej.: América y Europa) contraen matrimonio con personas del medio o extremo oriente (Ej.: Irán, India, China o Japón), o el África,  donde hay muchas costumbres, familiares y sociales, diferentes a la cultura occidental. Por ejemplo, en el vestuario exigido a la mujer, o en el  rol que culturalmente se le adjudica a la mujer y al hombre dentro del matrimonio.
  • Puede darse el caso que los acuerdos en una pareja no sean necesariamente aceptados o del gusto de las respectivas familias. Por eso, la pareja debe ser muy fuerte en defender su derecho a escoger y vivir, como un núcleo familiar independiente, los acuerdos culturales que estableció.
  • Cuando nacen los hijos y cada cual quiere compartir sus tradiciones con ellos es cuando se nota más la importancia que las costumbres y valores culturales tienen en una familia. Antes de casarse la pareja debe por eso decidir qué tradiciones o costumbres, de los respectivos países quieren y están de acuerdo en transmitir a sus hijos.
  • Antes de casarse la pareja debe igualmente decidir en cuál de los países va a vivir, y discutir si, llegado el momento, ambos podrían escoger vivir en el país del otro cónyuge. Si deciden vivir en un país diferente de las naciones de origen de los dos, entonces se debe llegar al acuerdo de que, en la medida de lo posible, irán de visita tanto a un país como al otro de las respectivas parejas.
  • Compartir la misma religión facilita mucho las cosas pues significa que se compartirán valores y ritos importantes en nuestras vidas. Esto facilitará igualmente el acuerdo sobre la formación de los hijos y sobre prácticas de fe en común.
  • Con todo, hay parejas que profesan credos diferentes y que han logrado vivir niveles de diálogo y mutuo respeto admirables. Esto, siempre y cuando quede claro que formarán los hijos en la fe católica, como se promete en el rito matrimonial.
  • Hablar diferentes idiomas maternos puede ser una ventaja y una desventaja. Puede causar dificultades en la comunicación cuando uno de los cónyuges debe aprender el idioma del otro. Pero puede ser una gran ventaja pues al usar un lenguaje extranjero solemos interpretar las palabras desde su sentido más literal, quitándole así toda la carga emocional que a veces problematiza las comunicaciones entre las parejas. Así por ejemplo, en las discusiones entre parejas con el mismo idioma es común oír reclamos de este tipo: “¿Qué me quieres decir con eso…. Ó, porqué me lo dices de ese modo, pudiste usar otra palabra que me hiriera menos, etc., etc. . Con todo se debe recordar que, no hay mejor incentivo para el entendimiento que tratar de escucharse con el corazón.

En conclusión, mientras las fronteras de la mente y el corazón estén suficientemente abiertas a aceptar la diferencia y a compartirla, matrimonios entre personas de distintos países son no sólo posibles sino muy enriquecedores. Por propia experiencia sé que eso es así y que, esta es también la ocasión para aprender que, como en toda relación, la clave es apoyarse en los elementos en común y no dejar que las diferencias se vuelvan el centro de nuestra atención o de nuestras discusiones.

Más sobre este tema en: “Valores en común”, “Las marcas de nuestros padres y de nuestra cultura