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Por Tu Matrimonio

¿Dónde se puede celebrar el Sacramento del Matrimonio?

¿Nos podemos casar en un parque o en la playa?

Hoy en día, muchas parejas sueñan con casarse en un lugar exótico: una playa, un escenario natural elaborado, una ciudad ajena a sus vidas cotidianas. Esto se conoce como “bodas de destino” y su práctica se hace cada vez más popular entre parejas de novios. Sin embargo, para nosotros, los católicos, y según las enseñanzas de nuestra Iglesia, las bodas de destino no son una posibilidad. Tampoco se puede tener una boda católica en un parque, ya que el templo parroquial es el lugar apropiado para la celebración del matrimonio.

¿Por qué hay que casarnos en la parroquia?

El templo parroquial es un espacio sagrado donde contamos con la presencia real, sacramentada, viva y presente de Nuestro Señor Jesucristo en el Tabernáculo. Recordemos también que fue en la iglesia donde fuimos recibidos como hijos de Dios en la comunidad de fe a través del bautismo, donde recibimos por primera vez el cuerpo y la sangre del Señor y donde fuimos confirmados en nuestra fe. Los Sacramentos son signos y símbolos del amor infinito de Dios, y nos ayudan crecer en madurez espiritual. En fin, todas nuestras grandes alianzas y experiencias de fe ocurrieron dentro del templo parroquial y por ello es justamente allí donde debemos celebrar este evento único en la vida. Un evento en el cual contraeremos una alianza de amor de por vida con nuestra pareja y con Dios: nuestro matrimonio. El matrimonio es un sacramento, o sea, un signo visible de la gracia de Dios que es invisible en el cual Dios sella la pareja con su amor, su gracia y su presencia, que será la roca firme que sustentará el matrimonio.  

Es esta gracia divina que se recibe en el Sacramento del Matrimonio la que ayudará a pareja en los momentos difíciles a superar las pruebas que trae la vida. Es la presencia de Dios, quien es el amor mismo, la que ayudará a la pareja a mantener viva la llama de su amor, a amarse como Dios ama, buscando siempre el bien del ser amado, aun en los momentos en los que se “termina la luna de miel”. Los ayudará a crecer en perdón, humildad, respeto, responsabilidad, confianza, y más. Por ello, debemos celebrar nuestra boda en el templo parroquial, pues la celebración del Sacramento es un evento sagrado y, por lo tanto, infinitamente más importante que cualquier otro escenario, por más hermoso e impresionante que este sea.

Poner el sacramento encima de la fiesta

Por este motivo, la Iglesia no autoriza la celebración de un matrimonio sacramental fuera del recinto santo del templo parroquial. Exhortamos a todas las parejas comprometidas a que planeen el lugar de su recepción (la cual sí puede ser en la playa o cualquier otro lugar exótico) alrededor de la iglesia, y no la celebración del matrimonio en la iglesia alrededor de su lugar predilecto para la recepción. Es importante que la pareja tenga sus prioridades en orden y no pierda la perspectiva de lo que es realmente importante, ya que sin duda recibir el sacramento es supremamente más importante que cualquier fiesta.

Casarse en la iglesia es crucial para el éxito del matrimonio ya que para recibir el sacramento la Iglesia nos pide que recibamos una buena preparación matrimonial. Este requisito no está diseñado para hacerle el proceso difícil a la pareja. Más bien, la Iglesia en su sabiduría y su amor por sus hijos, exige una preparación matrimonial para que la pareja tenga un concepto claro de la alianza indisoluble a la cual se comprometen. También se requiere esta preparación ya que está comprobado que las parejas que lo reciben (a través de un sólido curso pre-matrimonial y un inventario matrimonial) perciben una reducción de 50% en la incidencia de divorcio. Adicionalmente, las parejas que abrazan un método de planificación familiar natural en su vida matrimonial reducen el índice de divorcio a menos del 5%, lo cual podemos considerar como un “seguro matrimonial”.

Recordemos, como hemos compartido en otros artículos, que la boda es un día, pero el matrimonio es para toda la vida. Es después de la boda, cuando se consuma el matrimonio en el acto íntimo que comienza el camino del matrimonio. Un camino que es mucho más hermoso, pleno y seguro cuando lo caminamos de la mano de Dios.