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Por Tu Matrimonio

La felicidad, el sufrimiento y el sentido de la Pascua

¿Acaso hay alguien que no quiera ser feliz? Las parejas de novios esperan que sus matrimonios resulten ser uniones felices y satisfactorias. Los padres quieren que sus hijos sean felices. Y si pudieran, innumerables personas prestarían felicidad a amigos, vecinos e incluso a personas que nunca han conocido.

Pero la felicidad es un reto. Después de todo, ¿sabemos siquiera lo que significa la “felicidad”?

El abad Christopher Jamison, benedictino británico, escribió en su libro de 2008 El Don de la Felicidad: “La suposición subyacente es que cuando la gente usa la palabra ‘felicidad’ todos quieren decir lo mismo, es decir, el concepto muy vago de ‘sentirse bien'”.

El abad Jamison dijo que “los significados contemporáneos de ‘felicidad’ implican principalmente sentirse bien”. Aunque “no hay nada malo en sentirse bien”, dijo que esta definición habitual de “felicidad” le parecía demasiado reducida.

“Para encontrar la felicidad, tenemos que ampliar nuestra definición, de modo que sentirnos bien se sitúe en el contexto más amplio de hacer el bien y conocer el bien”, explicó el abad.

La Pascua vincula directamente el sufrimiento con la plenitud de la vida. A la muerte de Cristo le sigue la resurrección. Así, para los cristianos, la felicidad y el sufrimiento no están desvinculados; “sentirse bien” no define en sí la felicidad.

Esto no quiere decir que los cristianos deban disfrutar del sufrimiento o buscarlo a propósito. Sin embargo, el mensaje de la Pascua es que el sufrimiento no tiene por qué suprimir el camino a la desesperanza y la infelicidad.

En su encíclica de 2007 sobre la esperanza, el Papa Benedicto XVI escribió que “es importante sin embargo saber que yo todavía puedo esperar, aunque aparentemente ya no tenga nada más que esperar para mi vida o para el momento histórico que estoy viviendo” (Spe Salvi, 35).

Monseñor Stephen Rossetti habló sobre el sufrimiento, la felicidad y el matrimonio en un discurso pronunciado el 25 de febrero en la Diócesis de Rockville Centre, N.Y. Es profesor clínico asociado de estudios pastorales en la Universidad Católica de América y es ampliamente reconocido por su experiencia en cuestiones de bienestar sacerdotal.

“Para la mente secular, el sufrimiento y la felicidad se excluyen mutuamente. La presencia de uno niega la otra”, dijo Mons. Rossetti a un grupo de sacerdotes. Es interesante que en este punto haya centrado su atención en el matrimonio, ya que su discurso se enfocó en gran parte en la satisfacción que experimentan tantos sacerdotes en Estados Unidos, a pesar de las grandes presiones que sufren en este momento.

Hoy en día, en EE. UU. se “asume en gran medida” que el sufrimiento y la felicidad son extraños el uno al otro, sugirió monseñor Rossetti. Lo lamentable, en su opinión, es que “esta creencia en la incompatibilidad mutua de las dificultades y la satisfacción está devastando las relaciones y destruyendo vidas”.

Monseñor Rossetti dijo que “cuando los matrimonios jóvenes experimentan dolor y lucha, suelen suponer que algo va mal en su matrimonio. Muchas veces el matrimonio se rompe precipitadamente”. Expresó su preocupación por el hecho de que “cuando la gente encuentra obstáculos en su vida y en su trabajo, asume lo peor. Se asume que si estamos sufriendo es que algo va mal”.

Tener una teología del sufrimiento “nos ha ayudado a los sacerdotes durante nuestro tiempo de prueba”, dijo monseñor Rossetti; ayuda a reconocer “que el sufrimiento y la felicidad no son incompatibles”. De hecho, añadió, “no podemos alcanzar la verdadera felicidad y plenitud humanas sin él. No hay resurrección sin la cruz”.

Monseñor Rossetti cree que “intuitivamente, las personas sabias llegan a comprender esto. Los matrimonios mayores se dan cuenta de que el matrimonio a veces implica un trabajo duro. Llegan a comprender que los niveles más profundos de intimidad sólo pueden alcanzarse a través de esas luchas”.

Así es “con cualquier vida”, dijo. “Los niveles más profundos de santidad y alegría sólo pueden encontrarse atravesando la oscuridad”.

Los obispos católicos de Nueva Zelanda publicaron una carta pastoral sobre el sufrimiento en 2010. “Sabemos que el sufrimiento no puede erradicarse totalmente. Forma parte de la vida”, comentaron los obispos. Estaban convencidos de que, “sin poder evitar el sufrimiento, ninguno de nosotros debería enfrentarlo solo”.

Los obispos dijeron que María, cuyo hijo murió en una cruz, “proporciona la perspectiva y la motivación para que utilicemos las dificultades, las decepciones, las pérdidas y cualquier cosa que afecte negativamente a nuestras vidas para profundizar en nuestra comprensión de lo que es la vida y para acercarnos a Dios y a los demás”.

En su encíclica sobre la esperanza, el Papa Benedicto dijo que, aunque se pueden hacer esfuerzos “para limitar el sufrimiento”, (cf. Spe Salvi, 37), no es posible “suprimirlo” (cf. Spe Salvi, 37). ¿Entonces, qué debe hacer y pensar la gente? El Papa dijo:

Precisamente cuando los hombres, intentando evitar toda dolencia, tratan de alejarse de todo lo que podría significar aflicción, cuando quieren ahorrarse la fatiga y el dolor de la verdad, del amor y del bien, caen en una vida vacía en la que quizás ya no existe el dolor, pero en la que la oscura sensación de la falta de sentido y de la soledad es mucho mayor aún. Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito (Spe Salvi, 37).

 

Este artículo fue traducido del artículo en inglés “Happiness, Suffering and the Meaning of Easter” de foryourmarriage.org